Your browser doesn’t support HTML5 audio
A pesar de que el presunto abusador de tres menores fue detenido y se encuentra a la espera de juicio, una familia de la Cuenca Carbonífera sigue siendo hostigada, aparentemente por personas cercanas al acusado.
Se trata del caso de J.Y., de Formosa que fue detenido por la Policía de Santa Cruz pocas horas después de participar en el desfile del 25 de mayo de 2002. En ese entonces, se desempeñaba como cabo del Ejército Argentino. Actualmente, permanece detenido en la Comisaría de Río Turbio, a la espera de la fecha del juicio en su contra.
J.Y. prestaba funciones en Rospentek y vivía en una vivienda provista por el Ejército, donde se habrían cometido los abusos. Según la investigación, violó a una niña de once años, maltrató a otra de tres, intentó abusar sexualmente de una adolescente de dieciséis y también abusó de una joven de dieciocho.
Hacía cuatro años que mantenía una relación con la madre de las víctimas, a quien conoció en la localidad de 28 de Noviembre. Ella ya tenía tres hijas y juntos tuvieron una cuarta hija, que actualmente tiene tres.


La familia residía en el barrio Gran Malvinas, dentro del Regimiento de Ingeniería Mecanizado 35 de Rospentek. Fue en esa vivienda donde, según las víctimas, comenzaron los abusos durante la pandemia.
La mujer debía viajar diariamente a 28 de Noviembre para trabajar entre las tres y las cinco de la tarde. Durante ese horario, según declaró la menor en Cámara Gesell, el hombre aprovechaba para violarla. La manipulaba psicológicamente, diciéndole que “era solo un juego” y que debía guardar el secreto entre ellos.
Es posible que los abusos se hubieran prolongado en el tiempo si no fuera porque una noche la mujer se levantó a tomar agua y encontró a su hija mayor llorando en un rincón. Al preguntarle qué ocurría, la adolescente respondió que J.Y. la había manoseado.
Consternada, la madre decidió hablar con sus otras hijas. Fue entonces cuando todas revelaron que sufrían abusos a la hora de la siesta, mientras ella se encontraba fuera de casa.
Además, J.Y. fue denunciado por segunda vez, esta vez por su hijastra mayor de edad, quien relató haber sido víctima de manoseos el mismo día en que su madre denunció el abuso a la menor de diez años. La adolescente de 16, por su parte, declaró que el acusado la había invitado reiteradamente a “hacer la siesta” en ausencia de la madre. En cuanto a la niña de tres años, se supo que era víctima de maltratos: J.Y. la sumergía en agua fría cuando lloraba, según relató la madre.
El calvario no terminó con la detención del acusado. Según la mujer, desde entonces han sido víctimas de una serie de episodios intimidatorios que —sospecha— fueron planeados por J.Y. desde la cárcel, posiblemente con ayuda de personas vinculadas al Ejército Argentino.
En diálogo con La Opinión Austral, la madre contó que el 26 de diciembre de 2022, el mismo año en que presentó la denuncia, encontró una paloma muerta atada con un precinto en el portón de su casa, lo que interpretó como un mensaje intimidatorio.
No fue el único hecho. En otra ocasión, al subirse a su auto, notó que las cubiertas estaban pinchadas. Al llevarlo a la gomería, le informaron que las ruedas habían sido tajeadas intencionalmente. Otro acto de hostigamiento fue una notificación por el cobro de un préstamo que había sido solicitado por J.Y. desde la cárcel, colocando a su ex como garante sin su consentimiento. “Fue un problema grande. Desde la Policía me dijeron que él tenía un celular, pero sin acceso a internet. Me negué a pagar”, aseguró.
“Tengo miedo de que estos hechos escalen o que le hagan algo a las nenas”, expresó angustiada la madre, quien hasta el día de hoy sigue esperando una fecha para el juicio. El debate podría realizarse en la ciudad de Río Gallegos. “Ya salieron casi todos los juicios por abuso en la Cuenca, y del mío, nada”, lamentó.
En otro episodio que la llenó de temor, alguien publicó en redes que había encontrado una tarjeta a nombre de J.Y. Ella pensó que él podría haberse fugado de la comisaría, pero tras una breve investigación, descubrió que quien retiró la tarjeta fue la esposa de otro militar, quien luego la insultó y le recriminó que había “arruinado la vida” del acusado.
El día a día de la familia sigue siendo muy difícil. La madre se encuentra en tratamiento psicológico. Una de las niñas interrumpió el suyo y ha tenido episodios de autolesiones. “Tienen pesadillas, no quieren saber nada“, concluyó la mujer.
Leé más notas de Martín Muñoz Quesada
Compartir esta noticia
Dejanos tu comentario