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Por Roberto Suárez (Diario Jornada de Mendoza)
Hoy según parece se terminara la fructífera sociedad comenzada hace años entre Messi y Di María, que se formó para elevar a la selección nacional a la categoría de leyenda y la belleza eficaz del fútbol más creativo a un plano nunca antes consignado.
Esa dupla exitosa es la segunda que ha conocido el futbol mundial, la anterior la formaron Edson Arantes do Nascimento y Antonio Wilson Vieira Honorio, Pelé y Coutinho. Los brasileños del Santos, que deslumbraron al mundo en los años 50 y 60. Llegaron casi juntos a la cantera del Santos dispuestos a romper todo registro de precocidad con su descomunal talento.
Lo mismo paso con Leo y Ángel, las combinaciones que ambos fabrican armónicamente en el medio y cerca del área rival son recibidas por la gente como trucos de magia.
Dominan con delicada cadencia y precisión quirúrgica sus encuentros. Las paredes, suelen ser la obertura para un devastador cambio de ritmo y un preludio de gol.
Messi y Di María, emocionan a cualquiera. Comienzan a combinar en el medio campo. Uno viene pensando en el otro. Y la pelota por los dos. Los arqueros cuando los ven venir tramando astucias a toda velocidad, tienen que adivinar quien es el que va a patear.
Siempre Angelito respeto y se adaptó, para acompañar al número uno del mundo y hasta ocupó el rol de Messi. Son diferentes, no hay otro Leo en el mundo, pero Angelito es quien asume su liderazgo y es el que tiene más talento. Por eso se convirtió en la figura de este tercer partido de esta copa América.
Hoy asistiremos a una de las últimas batallas de Messi, y parece que será cierto, que Ángel Di María, “angelito” o “fideo”, como lo bautizó el pueblo al consagrarlo como su ídolo, jugará su último partido con la camiseta celeste y blanca.
Ante esto es necesario recordar su trayectoria en la vida y en el fútbol, que la encontramos en aquella extensa y cruda carta que escribió en 2018 para The Players Tribune, sobre su emotiva historia de vida durante sus comienzos y cuando estuvo a punto de dejar de jugar al fútbol.
Di María utilizó ese espacio para poder expresarse sobre todo lo que cargaba durante su vida, y para que la gente lo conozca a fondo.
En esa misiva cuenta: “Teníamos 9 o 10 años, que es la edad perfecta para embolsar carbón, porque lo podés transformar en un juego”. Su padre trabajaba de eso, y recibía la ayuda de Fideo y su hermana. “Con eso comíamos, y de esa forma mi padre nos salvó de que nos sacaran la casa”. Es que Miguel, su padre, confió y puso su hogar como garantía para un negocio de un amigo, pero éste dejó de pagar y desapareció, por lo que “se encontró ahogado teniendo que pagar por dos casas y encima tener que alimentar a nuestra familia”.
“Por eso, yo al fútbol le debo todo”. Su recorrido durísimo y luego glorioso, comenzó cuando su madre, Diana, se estaba volviendo loca con su hijo hiperactivo, “no paraba de correr”, y un pediatra le recomendó que hiciera fútbol. Al tiempo de romperla en su club de barrio, comenzó a ir a las Inferiores de Rosario Central. El predio quedaba a nueve kilómetros de su casa, y como no tenían auto, la madre pedaleaba con su bicicleta todos los días para llevar a Ángel al entrenamiento.
“Imaginen esto: una mujer andando en bicicleta por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida. En bajada. Pasando por los barrios más difíciles. Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando“, dice Ángel.
Con 15 años y un físico poco desarrollado, un técnico lo denigró delante de todos: “Sos un cagón, sos un desastre. Nunca vas a llegar a nada. Vas a ser un fracaso”, le dijo por no saltar en un córner. Angelito no quería volver a jugar nunca más, pero se repuso y siguió adelante, hasta demostrar que ese hombre estaba equivocado.
“Así y todo, yo era muy chiquito y flaquito. A los 16, todavía no me habían promovido, y mi papá se empezó a preocupar. Una noche estábamos sentados en la cocina y me dijo: ‘Tenés tres opciones: Podés trabajar conmigo. Podés terminar la escuela. O podés probar otro año más con el fútbol. Pero si no funciona, vas a tener que venir a trabajar conmigo’. No dije nada. Era una situación complicada, necesitábamos la plata. Pero ahí saltó mi mamá y dijo: ‘Un año más en el fútbol’. Eso fue en enero. En diciembre de ese año, en el último mes del plazo que nos habíamos puesto, debuté en Primera con Rosario Central”, agregó Di María a la emotiva carta.
“Mi sueño estuvo cerca de morir tantas veces. Pero mi papá siguió trabajando bajo el techo de chapa… mi mamá siguió pedaleando…. Pero pude seguir jugando”.
Y así fue como triunfo y llegó a lo máximo a los que puede aspirar un futbolista, ser campeón del mundo.. Sufrió, también, en el derrotero de su carrera. Debió ir al psicólogo por las lesiones recurrentes, y mucho peor fue de villano a héroe. Fue víctima de humillaciones y críticas despiadadas que sufrió en su estadía con la celeste y blanca.
Apuntado durante mucho tiempo como uno de los responsables de los fracasos en las finales. Hasta un mediocre periodista televisivo se arrodillo en cámara rogándole a Scaloni que no lo fuera a convocar a la selección.
Hasta aquel día glorioso del Maracaná en que pudo decir que se “rompió la pared”, que lo frenaba para llegar a ser lo que es hoy uno de los más grandes ídolos de la historia del fútbol nacional.
Un jugador impresionante al que dos de las más grandes figuras de este deporte Maradona y Menotti lo elogiaran.
“A Di María me lo resistían”, afirmó Maradona en 2010 cuando dirigía la Albiceleste y había apostado por el desgarbado juvenil pese a las críticas.
– Sí, pero yo lo veía. Yo lo veía. El pibe pasaba la línea de la pelota con una facilidad bárbara y te encaraba. De punta, como dicen los italianos, te hace destrozos. Tiene enganche para adentro, para afuera… y tiene un remate bárbaro y unos centros bárbaros. Y es guapo. Es así (levanta su dedo meñique), lo marcan estos marcadores de punta portugueses y él los encara, le pegan y los vuelve a encarar.
Menotti destacó la capacidad de resiliencia de Di María para superar momentos adversos en los que fue cuestionado: “Ha sido irrespetuosamente tratado, sin ningún reconocimiento cuando para mí era la figura de la Selección Argentina. Jugaba mejor que todos.
Parece ser que como prometió, 15 años, 10 meses y 8 días después de su debut, Ángel di María se sacará la camiseta albiceleste. Con la Final de la Copa América 2024 ante Colombia, el ‘Fideo’ pondrá fin a su carrera con la selección desde lo más alto.
Di María, que jugará en la final su partido 145, ha tenido ocho seleccionadores y ha vivido casi 10.000 minutos vestido de albiceleste. El ‘Fideo’ llega a su último partido convertido en una leyenda, ganador de un Mundial Sub-20, una medalla de oro olímpica, una Copa América, una Finalísima y una Copa del Mundo.
Es, además, el único en la historia del fútbol argentino que ha marcado en cuatro finales (Pekín 2008, Copa América 2021, Finalísima 2022 y Qatar 2022).
Asistiremos a su gran despedida con mucha tristeza, por ahí, quien dice pueda rever su decisión y seguir un poco más, porque tiene cuerda, aunque sea para los partidos de las eliminatorias.
El equipo de Scaloni, está en condiciones de conquistar una copa más, pese al duro rival que es Colombia, es un conjunto que esta afinado y que se siente capaz bajo la batuta de Messi, de darle otra alegría al país, que está pasando un momento muy difícil en lo político, en lo social y en lo económico, pero que puede otra vez encontrarse unido por estos “muchachos” que pueden repetir lo de Qatar 2022.
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