“No hay que olvidarse nunca del paciente. No hay que olvidarse nunca del humanismo médico. La medicina sin humanismo médico no merece ser ejercida”.

René Favaloro dijo esa frase en una conferencia de prensa delante de varios médicos y de su equipo de trabajo en la puerta de su Fundación, sobre la calle Belgrano al 1746, en la Capital Federal. Dijo la última palabra, dio media vuelta, emocionado, y se fue ovacionado y casi llorando.

Favaloro, era así, a corazón abierto.

La Opinión Austral recorrió ese edificio el mismo día que Favaloro cumplía 100 años.

Desde el ingreso,  se advierte el brillo de una obra de arte.

LA FUNDACIÓN FAVALORO. En la entrada sobre la calle Belgrano al 1700, la obra de arte de Gyula Kosice, Corazón planetario.

Cuando estaba en plena construcción de la Fundación, Favaloro fue con el doctor Guillermo Masnatta al taller de su amigo y artista Gyula Kosice. Quería elegir una obra para instalar en el frente de la Fundación. Eligió una de piedra. Favaloro le pidió que fuese de acero inoxidable y mucho más grande que la original. Kosice la bautizó Corazón planetario y hoy es un símbolo en el ingreso por la calle Belgrano. Kosice, así habló de él hace unos años: “Fue un benefactor de la humanidad. Siempre me contaba que cuando viajaba por Europa, Latinoamérica o Estados Unidos, siempre lo reconocían, pero cuando volvía a la Argentina sólo lo conocían. La diferencia era abismal.”

En el acceso al hall central se respira, se siente a Favaloro. A la derecha, el enorme mural de Raúl Soldi, Concierto en el jardín. Favaloro siempre fue un apasionado del arte, las pinturas, y de los artistas argentinos.

EL MURAL DE RAÚL SOLDI. Es enorme y está en el acceso al hall central. La obra se llama Concierto en el jardín. Favaloro siempre fue un apasionado del arte, las pinturas, y de los artistas argentinos.

Así, se exhiben “varios corazones”, casi como un homenaje eterno:  Corazón de bronce de Berta Jakubowicz; Latidos urbanos, de Silvia Lorena Mirasole y El mundo según Lin, de Fuhr Evelin.

MÁS CORAZONES. Se exhiben varios, casi como un homenaje eterno: Corazón de bronce de Berta Jakubowicz; Latidos urbanos, de Silvia Lorena Mirasole y El mundo según Lin, de Fuhr Evelin.

También hay un busto del General don José de San Martín, el prócer que más admiraba,  y una bandera argentina.

LA ADMIRACIÓN POR SAN MARTÍN. También hay un busto del General don José de San Martín, el prócer que más admiraba, y una bandera argentina. Hasta escribió un libro, ¿Conocés a San Martín?

En la recorrida, se advierten dos vitrinas, unidas por una gigante foto de él, en blanco y negro, de perfil. Dentro, pins, lápices rojos con formas de corazón y varios ejemplares de sus libros: Recuerdos de un médico rural (1980, su primer libro autobiográfico. Lo que vivió en el campo entre comienzos de la década del 50 y 1962. Reflexiones sobre el ejercicio de la medicina en algunas zonas postergadas de Argentina), La memoria de Guayaquil (1991, otro de los legados: vio en los planes de San Martín y Bolívar el propósito firme, básico, de convertir América en una inmensa nación que fuese el refugio de la libertad), ¿Conoce usted a San Martín? (1986, y con total vigencia. Favaloro decía: “Dentro de mis lecturas, ocupa un lugar preferencial el general don José de San Martín, con quien durante largos años hemos estado dialogando a través de diversos libros, folletos y artículos. El análisis cuidadoso de su vida, a mi entender, demuestra que la gran mayoría de los argentinos ‘civiles y militares’ no la conoce en profundidad y, por el contrario, en infinidad de ocasiones San Martín ha sido y es utilizado para defender intereses bastardos, en especial a través de comparaciones y paralelismos, tratando de justificar desviaciones perniciosas de nuestro pasado lejano y reciente. Sólo espero que contribuya a que los argentinos encontremos el camino que nos lleve a ubicarnos correctamente, para que no seamos engañados como tantas veces.”), De La Pampa a los Estados Unidos (1997, recuerdo de sus diez años de trabajo en equipo con eminentes personalidades de la medicina durante su estadía en la Clínica de Cleveland, que derivaron en las técnicas quirúrgicas para el implante del by-pass de safena).

UNA FOTO , DOS VITRINAS Y CUATRO LIBROS. La imagen de Favaloro, en blanco y negro, de perfil. Dentro, pins, lápices rojos con formas de corazón y varios ejemplares de sus libros: Recuerdos de un médico rural, La memoria de Guayaquil, ¿Conoce usted a San Martín? y De La Pampa a los Estados Unidos

En cada piso, en cada consultorio, en cada quirófano, está Favaloro. Todos lo saben. Y hay un agradecimiento constante de pacientes y familiares.

Favaloro:  “Los médicos que no conocen la realidad  social de su país no sé si merecen ser médicos.”

Favaloro también fue el médico del pueblo. Cada día se lo extraña más.

Vida, muerte y jamás el olvido

El 29 de julio de 2000, su muerte causó conmoción. Tenía 77 años.

¿Quién podía creer que se había suicidado?

El periodista Facundo Pastor, en aquella época redactor destacado de la revista La Primera, había conseguido un documento revelador: la factura de compra del arma que Favaloro había elegido en un negocio cercano a su Fundación.

En el diario Crónica, el título de una nota Para Landriscina, un balazo en el corazón de la indiferencia, fue una síntesis tremenda de un amigo que, a 23 años de su muerte, mantiene viva su imagen y recuerdo. Amistad eterna. Y ha sido uno de los voceros más calificados para recordar sus 100 años.

Landriscina: “El amigo que más extraño y el hombre que más falta le hace al país”

En un mano a mano con Nelson Castro en Telenoche, Luis Landriscina se emocionó con cada una de sus palabras: “Fue el último héroe, el último prócer. Es un ejemplo en todo. No quería festejar los cumpleaños. La mejor manera de celebrarlo era salvando alguna vida: operando. Cuando le dijeron que había que prescindir de 300 personas, él se opuso. Fue el viernes anterior a su muerte. “No, son 300 familias. Ustedes saben que yo no nací para eso.” Según Landriscina,  “en ese momento tomó la decisión.” De ahí, a cómo se enteró de su muerte: “Estaba en una cinta, haciendo gimnasia y me dijeron: ‘Para la máquina, sentate acá y mirá la televisión.” Desgarrador.

Favaloro:  “Hay que invertir en ciencia y en tecnología y en educación porque tiene que volver a los valores tradicionales del hombre. Si no, no habrá futuro.”

También hizo un repaso del momento clave de su vida. Así lo encontró: “Cuando le pidieron una coima estaba colorado. Cuando llegué a grabar un programa con él, le pregunté:. ‘¿Qué le pasó?’ ‘Déjeme’, me dijo. ‘Estoy caliente. He peleado toda la vida contra la corrupción. Y un mediocre, me sugiere un vuelto para que él me pueda pagar lo que me debe, que era un millón y medio de dólares. Perdí los estribos y le dije lo que pensaba.’ Recuerdo que me contó que se le murió un abuelito: ‘Cada día me duele más cuando se me muere algún paciente.’ Fue muy poco tiempo antes del desenlace fatal.”

Hace unos días, Landriscina le sacó una foto con su celular a una imagen histórica de Favaloro y su guardapolvo blanco. “Se la mandé a los sobrinos. Y les escribí: “El amigo que más extraño y el hombre que más falta le hace al país”. Landriscina se enorgullece de decir que “el bypass es uno de los 400 inventos más grandes de la historia de la humanidad. Pero éste salva vida. No es un tren eléctrico. René fue un  médico argentino que estudió en La Plata, fue a Estados Unidos y vino a devolver lo que habían invertido en él. En la Universidad de Cleveland hay una placa que lo recuerda por su capacidad de trabajo y talento. Allá le decían que no volviera al país y lo hizo igual. Volvió a su patria, a su país. Ese era Favaloro.”

Landriscina: “Favaloro nos dejó el hijo, que es la Fundación Favaloro, donde la atención es de excelencia.”

En La  Nación Más, con Hugo Macchiavelli, Landriscina también habló de su amistad y recordó cuando Favaloro era su columnista en Radio Nacional: “Favaloro nos dejó el hijo, que es la Fundación Favaloro, donde la atención es de excelencia. Ahora está el proyecto para ampliarla:  dos subsuelos y más de 10 pisos. Lo más caro va a ser lo que va a estar adentro, el instrumental. Porque hay que ayudar a la Fundación, para ayudar a ayudar”. y además  reveló dos ideas para colaborar con la Fundación: “El que tenga un bypass, a partir de los 100 pesos que done lo que él considere que vale su gratitud de haberle salvado la vida. Que le ponga precio a cuánto vale su vida para que él haga la donación. Pongo la base de 10 pesos porque hay gente que no puede más de eso.” Y piensa en un programa solidario, más allá de las redes sociales y de las billeteras virtuales: “Hice durante ocho años El cumpleaños por la vida en Canal 7. Queremos hacerlo un día, durante dos horas, y que a los teléfonos los atiendan artistas, periodistas, gente de todos los rubros conocidos. Los 100 años terminan el 31 de diciembre. Vamos a hacer una carrera en el TC, un partido de polo, de fútbol, juntando voluntades que puedan aportar en base a su pasión.”

Cesárea, la abuela de Favaloro

Cuando René Favaloro fue al programa de Mirtha Legrand recordó la importancia que tuvo su abuela Cesárea. Así, cuando hacía los “cortos” de la Fundación para la lucha contra la droga, mostró un cuadro de Fernando Fader, donde se veía a “una abuela pensando”. Y aquella vez, Favaloro dijo, como si hablara de su abuela: “Ella también fue protagonista.  ¿Esta viejecita en qué estará pensando? ¿En la tierra de sus padres, en los campos de su infancia, en los amores adolescentes?, que muy bien puede representar una abuela inmigrante de cualquier nacionalidad. Miremos la con atención y soñemos con ella.” De ella aprendió “a tener cierta modestia, a ser honesto, a trabajar todo el día, de sol a sol.”

LA ABUELA CESÁREA. En el programa de Mirtha Legrand recordó la importancia que tuvo en su vida y la relacionó con una obra de Fernando Fader: “De ella aprendí a tener cierta modestia, a ser honesto, a trabajar todo el día, de sol a sol.”

Reconoció que “ella me transmitió su amor por la tierra y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. Por eso le dediqué mi tesis del doctorado: A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca. Sin dudas, “una de las grandes mujeres que he tenido la suerte de conocer, quizá la mejor”.

Favaloro, Maradona, Gimnasia y Esgrima: la pasión por el fútbol

El destino lo quiso así: a Favaloro y Maradona, no sólo los unió el fútbol con Gimnasia (uno como hincha y otro, como DT), sino también por dos creaciones populares que marcan la relevancia de sus nombres y trayectorias.

Marcelo Muchi, periodista de Crónica HD recordó en el portal El Provincial la historia de las dos postales del país: los murales de Maradona y Favaloro, que están en el centro de la ciudad de Buenos Aires y en una distancia no muy lejana uno de otro. “El mural más grande que se haya creado hasta el momento en honor del 10 es el que se observa la imagen pintada por el reconocido muralista Martin Ron, en San Juan y Solís.  Tiene 40 metros de ancho por 45 de alto y es única por sus dimensiones en todo el planeta. Se despliega en una medianera de un edificio de 12 pisos situado en las inmediaciones de la plaza Lola Mora. Se inauguró el 30 de octubre de 2022 cuando Diego hubiera cumplido 62 años. Por su parte, otro impactante mural, pero de René Favaloro fue realizado por el muralista Maxi Bagnasco. Ubicado sobre una de las paredes laterales de la Fundación, en Belgrano y  Entre Ríos.”

LOS MURALES DE FAVALORO Y MARADONA. El de Diego, creado por el muralista Martin Ron, está en San Juan y Solís. Tiene 40 metros de ancho por 45 de alto y es única por sus dimensiones en todo el planeta. El de René, realizado por Maxi Bagnasco. Ubicado sobre una de las paredes laterales de la Fundación, en Belgrano y Entre Ríos.

¿Qué hubiera sido de ese encuentro imaginario entre el Director Técnico del “Lobo platense” y el hincha más célebre?

Sólo Dios lo sabe.

Muchi: “Cuando era chico iba a la cancha con mi viejo y había un hincha muy peinado, de ‘sobretodo’, y gritando – no insultando –  en los tablones de madera. Era Favaloro. Uno más ahí.”

Muchi, además, subió a las redes una foto emblemática: René Favaloro con la camiseta de Gimnasia y Esgrima apoyada sobre su corazón. Gabriel Prósperi, hoy periodista de América, hizo un posteo emotivo, al hacer referencia a esa imágen: “Estuve allí cuando se sacó esa foto. Fue un almuerzo de ‘gimnasistas’ en el club Platense de La Plata, en 21 entre 51 y 53. Fue en 1999. Yo era uno de los mozos que servía las mesas. Me hacía unos mangos así. Obviamente, atendí al Doctor Favaloro. Sencillo y humilde, se sentó casi en la punta de una larga mesa y desde ahí, iluminó la jornada.” Y también le dijo a Crónica: Esa noche estuvieron varias glorias de Gimnasia, además de Favaloro: Gregorio Pérez, el Topo Sanguinetti, Diego Bayo. Faltó Carlos Timoteo Griguol. Imborrable. Fue un año antes de su muerte”.

Muchi, platense de ley, recordó a este medio, emocionado, lo que vivió: “Cuando era chico iba a la cancha con mi viejo y había un hincha muy peinado, de ‘sobretodo’, y gritando – no insultando –  en los tablones de madera. Era Favaloro. Uno más ahí.”

Y era  así. Siempre. Un apasionado.

Hace un tiempo fui a hacerme unos estudios a la Fundación. En la charla inevitable con el médico que me atendía surgió hablar de Favaloro. “¿Lo conociste?”, me preguntó casi eufórico.  El joven profesional se interesó de tal manera que mi consulta médica pasó a segundo plano. Y ahí le conté algunas anécdotas, pero hubo una especial: cuando Gimnasia y Esgrima estaba en la “B” tuve que ir a cubrir varios partidos. Y era muy común ver a Favaloro. Y así fue que un día le hicimos una nota y una foto festejando un gol, con  su tradicional poncho marrón.

Favaloro: “Hay que invertir en ciencia y en tecnología y en educación porque tiene que volver a los valores tradicionales del hombre. Si no, no habrá futuro.”

 

El título, inevitable: Grito de corazón.

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