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En una de las escenas más conmovedoras del reciente temporal en Bahía Blanca, un grupo de médicas y enfermeras del Hospital Penna se enfrentó a la devastación de una inundación histórica para salvar la vida de 15 bebés prematuros. A oscuras, empapadas y con solo la luz de los celulares como guía, las profesionales de neonatología rescataron a los pequeños y sus mamás, arriesgando su propia vida, para luego embarcarse en una odisea de seis kilómetros a otro hospital.

“Nos miramos y sabíamos lo que había que hacer”

Mariana Calahorra, médica de neonatología con 25 años de experiencia en el Hospital Penna, recordó el dramático momento. “Había un grupo trabajando desde las 12 de la noche y el otro turno llegaba a las 6 de la mañana. Todas decidieron quedarse”, explicó en una entrevista con Clarín.

El grupo que llevó a cabo la misión fue compuesto por Sonia Scardapane, también médica, y las enfermeras Mercedes Caredu, Romina Moya, Rocío Lagos, Belén Salazar, Maru Coronado, Clara Marcos, Luciana Marrero, Andrea Ávila, Carolina Cari y Ruth Flores.

El agua empezó a ingresar al hospital sin previo aviso, alrededor de las 6:30 de la mañana. “En un segundo empezó a flotar todo lo que teníamos en los cajones, heladeras, computadoras… era agua, barro y desechos cloacales”, contó Calahorra.

 

En medio del caos, las profesionales no dudaron en arriesgarse para salvar a los más vulnerables. “Nosotras no dimensionamos lo que hacemos porque es cotidiano”, afirmó Luciana Marrero, enfermera del hospital, en diálogo con La Brújula 24. “Nuestra prioridad siempre son los pacientes, no hay otra opción”, agregó.

El rescate en la oscuridad

En condiciones extremas, las 12 médicas y enfermeras lograron llegar a las incubadoras con los bebés prematuros, algunos de apenas 1 kilo de peso, que dependían de oxígeno para sobrevivir.

“Algunos iban a upa. Otros, con incubadoras hasta donde podíamos llegar. La incubadora no se puede trasladar, tiene ruedas, pero no se puede trasladar con agua hasta la cintura, porque por más que sea alta, no la podemos hacer arrastrar”.

Arriba, los bebés se encontraron con sus madres. Enseguida, les proporcionaron calor colocándolos sobre sus pechos, y una enfermera se quedó acompañando a cada paciente. “Nosotros hacemos ‘COPAP’, así se llama, que es contacto piel a piel.”

“Una vez que estaban ubicados con sus mamás, todo el equipo se puso a buscar cosas en la oscuridad, todo lo que pudiéramos salvar”. Mariana cuenta que ese sector está aislado del resto del hospital, y que sí así había que pasar por el subsuelo para ir a la otra parte.

Afortunadamente, no había tantos bebés en neonatología. Los dos en situación más frágil eran Amelí, de apenas 1 kilo, y Mael, de 1,6 kg. “Con oxígeno teníamos cuatro bebés, de los cuales dos estaban con (un aparato) CPAP, que está conectado a un sistema de oxigenación un poco más complejo, y los pasamos a una cánula, que lo resistieron bastante bien. Estaban en incubadoras conectados a monitores, que esos sí, tienen batería que dura muchas horas”.

“La bebé más chiquita empezó a perder temperatura, así que la mantuvimos en contacto piel a piel”, relató Luciana.

De todas formas, los bebés no podían quedarse ahí y debían ser trasladados con urgencia a otro lado.

La odisea del traslado

A pesar de los esfuerzos heroicos para evacuar a los bebés, el desafío no había terminado. El hospital, ubicado en una zona baja de la ciudad, se encontraba completamente aislado por las inundaciones. Las calles se convirtieron en ríos, imposibilitando el acceso a vehículos convencionales.

El equipo de neonatología logró organizar el traslado de los bebés en tres vehículos: primero, una camioneta del personal de servicio, luego una ambulancia y, finalmente, un camión militar del Ejército. “No había manera de salir del hospital, todas las calles eran ríos”, recordó Mariana.

“Nos demoramos porque mientras subíamos a los bebés, hubo que llevarse a los adultos de la terapia intensiva, que también funciona en el subsuelo. A ellos se los pudo cargar más rápido en el camión”, relató Mariana.

A pesar de la angustia y el agotamiento, el equipo se mantuvo unido, compartiendo palabras de aliento entre sí. “A la primera que se caía y se angustiaba, siempre había otra que la abrazaba y le decía, bueno, vamos, ya está, va a estar todo bien, ya nos van a venir a buscar”. Buscaban distenderse haciendo chistes sobre su aspecto o sobre haber perdido las zapatillas y siempre con una sonrisa para acompañar a las mamás, algunas de ellas muy jóvenes.

Mientras la camioneta y la ambulancia no lograron avanzar demasiado, Mariana cuenta que, una vez en el camión, se sentían por fin más relajadas, y pensaban en lo insólito de la situación.

A pesar de las adversidades, el equipo logró llegar al Hospital Dr. Raúl Matera, a seis kilómetros del Hospital Penna a las 19 horas. Allí los bebés recibieron atención inmediata y el equipo de neonatología fue recibido con un cálido abrazo. “Nos esperaron con cosas ricas, fue un final feliz después de tantas horas de angustia”, relató Mariana.

El trabajo en los hospitales públicos

Aunque el rescate fue un éxito, el equipo de neonatología vivió horas de tensión, angustia y cansancio extremo. “No habíamos comido desde el día anterior”, comentó Mariana Calahorra, quien subrayó la difícil situación que enfrenta el personal médico de hospitales públicos en Argentina. “El hospital público está bastardeado. Los sueldos son denigrantes y muchos tenemos que trabajar en otro lugar porque la plata no alcanza”, expresó con dolor.

“El que trabaja en un hospital público lo hace por amor”, expresó Luciana en su testimonio.

La enfermera también contó cómo el desastre afectó a su propia familia. “Pude ir caminando a mi casa, que está cerca del Canal, y el agua había llegado a un metro y medio. Mis cuatro hijos estaban en casa, mi marido en White, donde no podía salir porque el agua le llegaba al hombro. Mi hija de nueve años se desmayó; me enteré estando en el hospital y no pude hacer nada”, lamentó. A pesar de todo, valoró la solidaridad que surgió en medio del desastre: “Ayer recibimos colchones, sábanas, ropa. La gente se portó increíble”.

Cómo ayudar al Hospital Penna

El Hospital Penna, que es el único lugar en Bahía Blanca y la región sanitaria 1 que ofrece atención neonatal sin obra social, sufrió graves daños en su infraestructura debido a las inundaciones. Las salas de partos y el subsuelo, donde se encontraba la neonatología, fueron devastados por el agua.

La ayuda por vía oficial es a través de los siguientes canales:

Asociación de Ayuda al Prematuro NACER:
Nro. de Cuenta: 6229-51109/2

CUIL/CUIT: 3069588327-3

CBU:0140305101622905110928

Alias: LOTE.CONO.TOLDO

Asociación Cooperadora del Hospital Penna:
CUIT: 30522225009

Alias: CONO.NECTAR.GALERA

Banco Provincia de Buenos Aires

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