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Puede parecer una disquisición filosófica. Podría serlo, pero no en este caso. La pregunta puntual no es una divagación sino una reflexión sobre el accionar de una persona. En este caso nada menos que quien comanda el país. Su Presidente.

¿Cómo construir una estructura que se pretende destruir?

Es más, ¿cómo se mejora aquello que se odia por ser el enemigo?

Javier Milei es el Jefe de Estado argentino. Lo comanda. Pero según sus palabras es “el topo que destruye el Estado desde adentro”.

Es como estar infiltrado en las filas enemigas, la reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado y yo odio tanto al Estado que estoy dispuesto a soportar todo este tipo de mentiras, calumnias, injurias, tanto sobre mi persona como mis seres más queridos, que son mi hermana y mis perros y mis padres con tal de destruir al Estado”, le explicó, enfático, a la periodista norteamericana Bari Weiss.

Javier Milei brindó una entrevista a un sitio de noticias estadounidense llamado “The Free Press”.

En la entrevista dijo, además, sentirse como “un Terminator que llegó desde un futuro apocalíptico para evitarlo”, en alusión al personaje que inmortalizó Arnold Schwarzenegger, una suerte de humanoide que viaja en el tiempo para cumplir con una misión.

El Jefe de Estado descree del Estado. Y en todo sentido, hace unas semanas definió como “héroes” a quienes fugan dólares del país porque logran evitar “las garras del Estado”.

El medio norteamericano al que brindó la entrevista calificó a Milei como una figura inusual, “un ultraliberal con una retórica populista de derecha”.

Se autodenomina anarcocapitalista, lo que básicamente significa que cree que el Estado, como me dijo, es una organización violenta que vive de una fuente coercitiva que son los impuestos”, describió la periodista.

Por eso uno entiende que Milei detesta ser presidente y lo que ello implica, prefiere su rol de profeta global anarco capitalista. Y desde ese pedestal le habla al mundo.

Por eso en medio del “ajuste más grande de la historia”, advierte que gobierna “sin lidiar con las emociones”.

Está claro, quiere gobernar como un Terminator que no registra emoción ni empatía con los otros. Quizá por eso durante el reportaje que hacíamos referencia, cuando la periodista le pregunta sobre los niños que no llegan a tomar leche da la siguiente respuesta: “Yo no tengo por qué lidiar con las emociones. Yo hablo de números y de realidad, no de emociones. Supongamos que una persona tiene un Lamborghini. Entonces: ¿Cuáles son las emociones de quien tiene un Lamborghini? No lo sé, porque probablemente si está en un lugar donde fue muy pobre, puede ser que se sienta muy bien con sus Lamborghini. Pero si vive en un lugar donde todos tienen 15 Lamborghinis, se siente miserable. Entonces, digo: no puedo lidiar con las emociones, yo solamente puedo lidiar con la realidad”, desarrolló.

Le preguntan sobre leche y responde sobre los lujosos Lamborghinis. Respuesta coherente del autor de la frase “si la gente no llegara a fin de mes, se estaría muriendo en la calle“.

Esta falta de empatía es común en el Gobierno. La canciller Diana Mondino acaba de festejar el cierre del área dedicada al género y la diversidad con la frase “Saluden al Ministerio de Mujeres y Sandwichitos que se fue”.

Similar a lo que hizo el vocero presidencial, Manuel Adorni, ante los cientos de despidos y el cierre de la agencia Telam. “Saluden a Telam que se va”, fue su comentario público.

Un Gobierno sin emociones. Un Gobierno cruel.

Manuel Adorni, vocero presidencial.

Si se une esta falta de empatía con el odio al Estado, se pueden encaminar las respuestas sobre el por qué de la crisis actual que vive el gobierno de Javier Milei, con decenas de funcionarios que se van -renuncian o los echan-, falta de administración, denuncias cruzadas, ineficiencia y un choque con el Congreso que hace resquebrajar los acuerdos sobre la tan postergada Ley Bases.

Esta crisis es acompañada por un fuerte aumento del riesgo país, suba de los dólares financieros e inversiones que no llegan, además de las advertencias del Fondo Monetario que ya pide un cambio de rumbo.

Ante este cuadro, el Presidente acelera.

Y entonces se encienden las alarmas sobre la gobernabilidad que persiguen a Milei desde la campaña.

¡Me importa tres carajos, les voy a vetar todo!”, amenazó Milei a la conjunción de diputados que votaron el proyecto previsional. Aumenta el conflicto, respaldado en un apoyo de gran parte de la sociedad que todavía mantiene pero que no es eterno.

Y vuelve a tomar fuerza la pregunta clave del 2024: ¿Llegará la recuperación económica antes de que se agote el apoyo al Gobierno?

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