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Ariadna Giménez nació en Buenos Aires y reside en Río Gallegos hace 36 años.
Hija de una profesora de Dibujo y Pintura, el contacto con el mundo del arte fue natural. “Cuando empezó la dictadura tuve que salir a la universidad, tal vez eso hizo que no me animara a estudiar artes plásticas. Las decisiones más importantes de la vida a veces se toman con el estómago“, dice al suplemento Arte y Cultura de La Opinión Austral.
Eligió la arquitectura después de que pasó frente a la vidriera de Desalvo y no pudo contener el llanto.
“Tengo mucha vocación por la arquitectura, pero en algún momento no te alcanza. Si también tenés necesidades artísticas, la arquitectura tiene un límite. Siempre me dediqué a laburar a muerte, hice lo mejor de mí en cada trabajo y aprendí todo el tiempo, pero algo faltaba”, repasa sobre su camino como artista.
En 1995 se acercó al Rincón del Arte y habló con Norma Segovia. “Necesitaba sacar de mí un montón de cosas que no sabía cómo expresar y ella me dijo: ‘No te hagas problema, vení a mi taller’. Ahí agarré la carbonilla por primera vez y empezó un camino que no terminó nunca“.
“Hacer arte es el mejor camino que conozco para sacarse los demonios”.
Entre 2000 y el 2010, se abocó a formarse específicamente en Artes Visuales, fue becada por la Fundación Antorchas y sus producciones fueron incluidas en programas de arte contemporáneo. “A medida que encontrás alicientes, es una motivación más para desarrollar tu obra artística”, señala.
Maternidades
Su primer tema de obra fueron las maternidades. “Espantosas, porque para mí la maternidad era espantosa, representó un sufrimiento que no conocía. Hice muchas maternidades, una más terrible que la otra, y sentí tanto alivio porque hay cosas que no se pueden decir, que son tabú, especialmente en esos años”. En este punto, destaca que “entre los artistas no hay tema tabú y eso está buenísimo, nadie te toma por loco porque todos somos locos“.
La primera muestra individual fue en 1998 en el Rincón del Arte, que se ubicaba en calle Bernardino Rivadavia. “La gente se asustaba porque era realmente horrible ver eso, pero fue un gran alivio para mí“.
“Cuando me cansé de las maternidades, empezó el tema de la pareja, el divorcio y fueron pinturas espantosas. Después me liberé de la pareja y empecé con las pinturas sobre las mujeres, qué era ser mujer y así vas transitando, te vas cuestionando, vas poniendo sobre la mesa los temas que te duelen, que querés pensar, sobre los que querés manifestarte“.
Pintura, instalaciones, fotografías, “hice todo lo que tenía ganas de hacer, me di cuenta que el único tema más importante de toda mi vida es mi madre”, señala.
El arte es “un camino de sanación, de liberación, es el mejor camino que conozco para sacarse los demonios que uno tiene adentro y para poner sobre la mesa temas prohibidos, para mí para eso sirve el arte”.
Hoy, sostiene, “todavía hay temas prohibidos, pero por suerte la sociedad ha cambiado tanto y para bien que es una liberación”.
En esos años el público, reconoce, fue muy receptivo. “Estaba ávido de ver qué podíamos decir. La sociedad santacruceña también tiene su particularidad, pude observar cómo es el espíritu de los pobladores de acá y que hoy por hoy sigue permaneciendo”.
En esto particularmente destaca la obra de Carlos D’Amico, artista y amigo a quien le curó muchas muestras. “Fue el primero que se dio cuenta, puso una pintura en la pared con un retrato de lo que era la sociedad santacruceña. ¿Por qué pegó tanto esa muestra? Porque todos nos vimos identificados”.
Arrasar
Años atrás, Ariadna proyectó “Trayecto Patagonia“, una colección de libros sobre el arte de Santa Cruz que quedó trunca.
Pensando en un lugar en el cual plasmar sus opiniones sobre urbanismo, arte e historia, recientemente creó la página de Facebook “Ventarrón“, donde se pueden conocer o recordar y revisitar, a través del registro fotográfico, muestras de varios artistas.
“El viento es lo que más nos jode y es lo que nos identifica absolutamente como lugar. Tiene esa cualidad de arrasar con todo, pero también de limpiar. Me pareció que era algo tan nuestro, tan de putear y de, al mismo tiempo, identificarnos, por eso el nombre”.
Profundiza en lo que significa el arte y dice que es “una fuente de acción de conocimiento, de autoconocimiento y de conocer el mundo. Hacer arte es un modo de estar en el mundo, es el modo en que ves la realidad y en el que querés comunicarla que es únicamente tuya, es original, pero al mismo tiempo estás siendo la voz de otra gente, todo eso es simultáneo en el hecho artístico”.
“Hoy por hoy todos podemos ser artistas, es democrático, no hay una censura, todos los que queremos hacer arte podemos hacerlo. Me interesa mucho el tema de la protesta del arte, los contenidos sociales y políticos, me parece que es un buen canal de expresión, para decir un montón de cosas que de otra manera no las podés decir porque está explícito que eso no se puede decir o porque nadie se anima a decirlo o a escucharlo”.
Con las visuales, el mensaje es “más directo y más accesible. Es una herramienta de comunicación tan maravillosa… y no termina nunca, el que quiere manifestarse de esa forma, siempre puede continuar haciéndolo”.
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