Ser diagnosticado con cáncer es una de las peores noticias que se le pueden dar a una persona. Asimilarlo. Afrontarla. Todo lleva su proceso. Cada uno lo atraviesa de manera diferente. El apoyo familiar y la fortaleza mental son clave.

Adrián Riestra poseía todo ello. Una familia “de fierro” que lo acompañó siempre y estuvo a su lado, y una mentalidad ganadora envidiable, digna de cualquier piloto de automovilismo de su jerarquía. No por nada fue campeón del mítico Gran Premio de la Hermandad, competencia de la que son parte argentinos y chilenos, año a año.

 

Fue su carrera más difícil. Las prioridades fueron otras, conseguir información para tratarla de la mejor manera. Viajar adonde fuese posible para atemperar el deterioro.

Luchó contra muchos monstruos, hizo lo que estuvo a su alcance para ver una sonrisa en las caras de sus damas.

Viajó, disfrutó del sol, de la madurez de sus hijas. Un buen whisky…. un hombre que cautivó con su forma de hacer las cosas: en familia.

 

Tras muchos años de lucha, su cuerpo ayer dijo basta, para la tristeza y desazón incontrolable de Maribel, su esposa, y sus dos hijas, Rocío y Candela.

Como ellas, cientos de santacruceños -y personas ligadas al mundo tuerca de la Patagonia- sintieron lo mismo al conocerse la lamentable noticia: Adrián Riestra se había ido, pero dejó recuerdos imborrables. Las redes sociales se inundaron de mensajes para homenajearlo y apoyar a la familia.

Hoy, desde RAMS (Cochería del Sur, en calle Ameghino), a las 12:30 horas, habrá una caravana hasta el cementerio para despedirlo. Se espera la participación de cientos de vecinos.

Adrián creció escuchando ruido de motores. Su padre Teddy, una leyenda automovilística en la Patagonia, le transmitió esa pasión. Participó en cuanta competencia se le cruzó, destacándose tanto en Pista como en Rally.

Junto a su fiel compañera de toda la vida, Maribel, tuvieron dos hijas: Rocío y Candela.

Sin varones a la vista, descubrieron que la más pequeña era la que quería probar. La acompañó como en cada inquietud de sus niñas y descubrió que había transmitido ese ADN particular por los motores.

La vio crecer y apasionarse. A los 15, charla familiar mediante, le dieron a elegir entre un auto de Fórmula o la fiesta de 15. La niña no lo dudó. Hoy, sobresale entre varones, y en marzo se llevó la primera -y única- carrera de la Fórmula Santacruceña.

Así, entre competencias binacionales en las ediciones del Gran Premio de la Hermandad, estaba atento a lo que su hija hacía en pista. El grupo se movía al compás.

Hablar de automovilismo lo calmaba, tenía muchos detalles para contar. Algunos se los callaba. Con voz calmada, paciente, se acomodaba y daba sus relatos a quien estuviera interesado en escuchar.

Rocío, Maribel, Candela y Adrián: primera victoria de la “Peke” en la Fórmula Santacruceña. 8 marzo del 2020, Día de la Mujer. Toda la familia unida, en una de las últimas competencias juntos.

Mostraba con orgullo sus trofeos, sus conquistas en las vitrinas de su local.

En una de sus últimas charlas con La Opinión Austral, contó que comenzó de joven, a los 18 años, y que “no quería que mi viejo se entere, pero tuve que hacerlo, se lo dije cuando le pedí plata para nafta”.

Con amigos, trabajando en sus autos, obtuvo buenos resultados, pero no sólo en lo deportivo sino en lo humano. Hoy, todos comparten la misma pena. Recuerdos imborrables, tanto como él. ¡Que en paz descanse!

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