Héctor Cordero, ex arquero de Chacarita, se había sumado al cuerpo técnico de Unión de Santa Fe a fines de los 60 para acompañar al entrenador José Guillermo Abbas. Cordero se paseaba por las canchas en las tardes buscando jugadores en la Liga Santafesina y lo sorprendió un joven, de melena espesa, que utilizaba las dos piernas. Era Miguel Ruffine.
Ruffine recorría la banda derecha y también la izquierda- en la Liga Santafesina de fútbol. Era wing de Sportivo Guadalupe. Rápidamente acordó con Unión y pasó a jugar en el año 1969. Compartió cancha con Mario Mendoza (fue campeón con Independiente en la década del 70, jugó en Francia y en San Lorenzo) y con Ramón Zanabria (hermano de Mario Zanabria, histórico goleador del fútbol argentino) .
Luego quedó libre y se fue en 1973 a San Martín de Mendoza, que estaba en Primera División. Las lesiones fueron factores adversos a lo largo de su carrera. Los años que más recuerda, en su carrera como jugador, fueron en San Rafael de Mendoza. “Inauguramos el Estadio Malvinas Argentinas y jugamos en 1978 contra la Selección Argentina de César Luis Menotti”, dice Ruffine a La Opinión Austral.
A los 36 años se retiró en Sportivo Ballofet de Mendoza, luego de conseguir el ascenso a Primera B. No sabía qué hacer. Un amigo le propuso viajar más de 2.500 kilómetros para vender verduras en Río Gallegos. “Me quedé y me quedé. No me quiero ir de Río Gallegos. Yo nací en Paraná, Entre Ríos, pero este es mi lugar”, explica.

Miguel Ruffine patea un corner en la cancha de Hispano Americano.

Ruffine conoció a Carlos Arizmendi y empezó con la escuelita de fútbol en Campus (Porto). El apellido de él suena con frecuencia en los jugadores: lo consideran un maestro del fútbol, pero también de la vida.
Fue entrenador de infantiles, juveniles y primera. Estuvo en Petrolero Austral, AMSA, Boxing Club, El Cóndor, entre otros. Luego trabajó en la Selección de Santa Cruz, buscando jugadores en lo largo y ancho de la provincia. Formador, profesor, maestro. Desde Santa Fe, se emociona al borde de las lágrimas al contar experiencias dirigiendo inferiores. Desmenuza su trabajo y analiza el deporte de Santa Cruz.
LOA: ¿Cómo describirías a Miguel Ruffine?
M.R: La gente que me conoce, sabe cómo me manejé con los chicos. Siempre con respeto, educación y cumplimiento. Era el primero en llegar. No me podían esperar ellos a mí porque si no estaba educando mal. No les fallaba a ellos. Me sirvió para la vida. Para criar a mis hijos con esos valores. Respeto a los chicos de cinco años y a la gente de mi edad. La gente confiaba mucho en mí por eso me dejaban a los hijos. No me puedo describir yo. Pero me gané el cariño y el amor de todos los chicos. Era difícil manejar los grupos, pero me respetaban. Siempre inculqué respeto.

“A la provincia de Santa Cruz, en los torneos, no la pasaba nadie por arriba”.

LOA: ¿Y qué les enseñabas de técnica y táctica?
M.R: Siempre les remarqué el compañerismo. Tenían que trabajar en equipo. Ser solidario con el compañero. Si a mí me gusta que el compañero me la dé, el otro compañero también me la tiene que dar. Quizá dentro del área era otra cosa: si estaba solo el delantero y, bueno, el goleador es un poco egoísta. Y está bien. Que no sobren a nadie. Que hay que ser humilde. Siempre firme en las divididas, pero sin mala intención. Hay que ir firme porque quizá del otro lado hay mala intención. Jamás lo mandé a un jugador a romper a algún chico. Esas cosas las escuché, pero de mi boca no salió nunca.
LOA: ¿Se extraña trabajar con las infantiles?
M.R: Si tuviera que estar hoy, seguiría haciéndolo porque me dio vida. Me tocás un tema sensible y me aflojás. Me hacía feliz. Los chicos te cuentan cosas. Siempre los escuché. Por ahí me contaban que no comían. Me ponía muy mal. Les compraba algo y los alentaba. Les jugaba a los penales para darle gaseosas. Yo en lo que podía ayudaba. Los chicos me escucharon siempre. Eso me llena de orgullo y me dio fuerza para seguir adelante.

“Me gané el cariño y el amor de todos los chicos. Siempre inculqué respeto”.

LOA: También dirigiste a juveniles y jugadores de primera. ¿Dejaste a los más chicos en ese momento?
M.R: Siempre seguí con ellos. El fuerte mío era entre cinco y seis años. Pero luego ellos necesitaban pegar el salto. Nosotros teníamos escuelita y yo le recomendaba los clubes que estaban trabajando bien. Con todo el dolor el alma, pero no podía ser egoísta. Necesitaban crecer. Yo también los iba a ver. Luego me llamó Leonardo Mata y empecé a dirigir más arriba. Busqué la vuelta y dirigí hasta primera. Son todos recuerdos lindos. Yo amo el fútbol y he pasado por etapas. Siempre con gente buena al lado mío. No voy a nombrar para no olvidarme de nadie.
LOA: Luego se te dio la posibilidad de ser el entrenador de la Selección de Santa Cruz.
M.R: Sí. Siempre era lindo juntarme con el ambiente futbolero. Yo escuchaba y ellos me escuchaban a mí. Pensábamos cosas para que los clubes de Santa Cruz crezcan. Salíamos al interior para buscar jugadores para los Epade y para la Araucanía. Los traíamos para que se conozcan con los chicos de acá. La idea era que compartan. Era un trabajo muy lindo. A veces renegás, pero es lo de menos. Dirigí muchos años. A Santa Cruz no lo pasaba nadie por arriba. Le hemos ganado a todas las provincias. Estábamos al mismo nivel que todos. Estoy orgulloso de los chicos de ellos. Si teníamos más tiempo de trabajo, hubiese sido distinto. No había tiempo.
LOA: ¿Qué observás del fútbol santacruceño?
M.R: En Santa Fe y Córdoba voy a las canchas y veo jugadores. Pero en Río Gallegos hay grandes futbolistas. Falta estructura para poder trabajar mejor. Lo hacen todo a pulmón y esto tiene su costo. ¿Cómo hacen los clubes para bancar profesores en todas las categorías? Falta más apoyo. Mirá a (Rubén) Capovilla. Él está en Newells de El Calafate y ahora lo contrataron de Buenos Aires para mirar jugadores. Eso es porque acá hay grandes futbolistas. Hay que ayudar a los chicos. Enseñarles. No tienen que caer en los vicios que hay. El deporte es salud y ayuda.

 

 

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