Ahora aguantate el sogazo”, le dijo el diputado de SER, José Luis Garrido, a la diputada Liliana Toro, en un pasillo de la Legislatura. Ella se dio vuelta y sonrió, creyendo que se trataba de una gastada, pero el diputado hablaba en serio: “Sí, ahora aguantate el vuelto”, retrucó, dando una escena de la que fueron testigos tres personas más.

Momentos antes, Toro había pedido que el proyecto para crear la “Ley Locomotora”, presentado por Garrido, no pasara a despacho porque tenía errores groseros. No especificaba quienes estaban alcanzados con el beneficio de una suerte de pensión para deportistas que hubiesen logrado algún éxito representando a Santa Cruz, ni decía de dónde iban a salir las partidas presupuestarias, si era una ayuda vitalicia o como contrato, entre otras cosas que hacían parecer que se trataba de algo armado a medida del boxeador Jorge Castro.

Toro no cuestionó, ni entonces ni ahora -ni ella ni ninguna de las demás diputadas-, que Castro iba a tener una ley siendo una persona que fue condenada por un homicidio culposo en el que perdió la vida Zulma Duarte, ni tampoco que tuvo denuncias por violencia de género.

¿Curioso, no? Sobre todo teniendo en cuenta que la Legislatura viene de realizar la capacitación de la Ley Micaela.

A esa impugnación la plantearon las mujeres organizadas, entre ellas Araucarias, que ayer mostró su disconformidad, “no en contra de los beneficios que puedan recibir lxs deportistas destacadxs de nuestra provincia, sino hacia la fundamentación que pretende homenajear a la figura de Jorge Roña Castro”, porque “creemos que homenajear y jerarquizar a las figuras que hayan cometido violencias de género es una actitud de negación y complicidad con la misma violencia”.

Cuando se supo que el proyecto no iba a ser tratado ayer, el ex campeón del mundo amenazó a la diputada: “Sos una cara rota seguro que querés fama. Si fama querés, yo te voy hacer famosa. Esperá el vuelto que voy a empezar hablar”.

Luego de eso y aún cuando el tema estaba en los medios, ninguna diputada pidió la palabra durante la sesión de ayer, sino que fue Martín Chávez quien, a instancias de un repudio a “Baby” Echecopar por sus dichos contra CFK, aprovechó para poner el foco en las amenazas del boxeador y solidarizarse con Toro.
De lo de Garrido, nadie dijo nada.

La diputada habló luego con esta periodista, asegurando que ella nunca había hablado de Castro en términos personales y que sus cuestionamientos eran hacia el proyecto.

Pero el punto no es ese y Toro también reconoció que hasta que no hubo repudios, no se había dado cuenta de lo que estaba pasando. Que ahora veía que había sido claramente amenazada.

Y es que hay una dimensión en la que las mujeres no se reconocen como víctimas, probablemente porque aquello de lo que son objeto no las sorprende.

No se trata de Liliana Toro, se trata de lo que las mujeres no debemos tolerar. Porque si una diputada recibe amenazas por hacer algo que incomoda a un varón, ¿qué queda para las demás?

Tampoco es tan importante lo que diga el boxeador, acá lo grave es lo que sucedió con un diputado en un pasillo frente a varios testigos.

Eso se llama violencia política y fue sancionada en noviembre del año pasado por el Congreso.

No hay excusas, cualquier acto que menoscabe la tarea de las mujeres en el ámbito político es violencia de género, algo incluido en la Ley 26.485 e inadmisible.

Por eso ahora debieran salir a la luz las disculpas y de no ser así, la diputada podrá llevar el caso a la Justicia. Y puede hacerlo porque las mujeres logramos que la violencia política esté en la ley. Como se sabe, ninguna conquista es gratis y desde ahora, amenazar a una diputada tampoco.

Leé más notas de Sara Delgado