Por Mario Alejandro Scholz

La prensa local e internacional no deja de señalar de manera insistente la aparición de una gran nueva potencia mundial a partir de su notable crecimiento económico en el presente siglo, con tasas de aumento del PBI del orden del 7% anual. El PBI de la India se estima en el orden de los USD 3 trillones americanos (miles de billones) y de mantener aquel ritmo se duplicaría en una década, previéndose que la India constituya hacia 2040 la tercera potencia económica, por encima entonces de las actuales Alemania y Japón, y sólo detrás de Estados Unidos y China (hoy todavía en ese orden).

Este año la India, con más de 1.400 millones de habitantes, tiene la mayor población mundial, por lo que es considerada la democracia más grande del planeta, contando además con una amplia mayoría de jóvenes, lo cual se entiende como un “bono” especial en un mundo desarrollado en el que el envejecimiento poblacional plantea nuevos problemas, como el del riesgo en la sustentabilidad de sus regímenes previsionales.

Las razones de este despegue se encuentran en parte en cuestiones económicas, pero en buena medida también en la importante política educacional que ha logrado la provisión creciente de técnicos, ingenieros y especialistas en materias duras, dejando atrás el pasado en la preparación de burócratas, abogados y demás actividades simbólicas. Este éxito se advierte a simple vista al repasar la fuerte presencia de hindúes en los altos puestos de gestión de las grandes multinacionales y ya también de los gobiernos, donde el caso más notable es el del primer ministro de ese origen en Gran Bretaña, Rishi Sunak, de padres de esa nacionalidad.

Las reformas económicas de la India tuvieron el sesgo liberal de los años 90, aunque con una importante presencia del proteccionismo y de la acción estatal en la promoción y asociación con emprendimientos privados. Esas reformas fueron lideradas por quien fuera ministro de Economía en los 90 y ya en el nuevo siglo y hasta 2014 primer ministro, Manhmohan Singh, del Partido del Congreso, de carácter liberal.

Desde entonces y tras su renuncia y consecuentes elecciones, llegó al poder el actual primer ministro Narendra Modi, del populista Partido Nacionalista Hindú (BSP), que acentuó el perfil de la política proactiva en favor de las actividades nacionales, tanto en la industria como en las nuevas tecnologías y servicios.

La India se ha convertido en uno de los líderes en el segmento de la robótica mundial.

India, como ya es bien conocido, lidera diversos sectores industriales tradicionales, casos por ejemplo del acero, automotores y los textiles, o de nuevos desarrollos como la farmacéutica, pero en paralelo ha volcado su atención a servicios como el software o el entretenimiento (cinematografía especialmente) y en los últimos años ha prestado atención también al desarrollo agrícola y hasta el de la producción de carnes. En la actualidad el aporte al PBI de los sectores productores de bienes representa más del 80%, pero la exportación de servicios se encuentra en franca expansión. En tiempos más recientes la India ha afrontado el desafío de incorporar la producción de tecnologías de punta, sea robótica, aviónica, armamentos o computación.

Este avance hacia la frontera tecnológica es todavía una posible última prueba ácida que la India debe pasar para alinearse de igual a igual con las grandes potencias, pero a hoy todo indica que podrá hacerlo.

India tiene sus propios desafíos internos, fundamentalmente reducir aún más la pobreza, que hoy llega a un 22% de la población, y lograr que sus jóvenes capacitados no busquen destinos en el exterior y den prioridad a su desarrollo personal dentro del país, así como consolidar el orden interno e integrar las minorías étnicas. Por lo pronto, el constante crecimiento económico con el aumento de la riqueza disponible es una buena base para alcanzar nuevos logros.

Una política internacional ambivalente

La intelligentsia hindú sostiene su posición internacional como “multialineamiento”, algo distinto en apariencia al “multilateralismo”, asumiendo que el país defiende sus intereses en su relación con el mundo antes que posiciones ideológicas apriorísticas. Los críticos en cambio advierten que si bien la India sólo tiene alianzas específicas y sin compromisos de hierro con los distintos núcleos de poder o de comercio del mundo, eso puede parecerse más a una política ambigua que a una inserción mundial planificada.

India tiene problemas fronterizos con China, con frecuentes escaramuzas entre los respectivos ejércitos y con Pakistán, algo casi ancestral en la relación con una región que otrora estuviera bajo su dominio y donde grupos rebeldes de la minoría musulmana encuentran refugio. Por eso no extraña que integre un grupo de seguridad en el Pacífico con Estados Unidos y Australia. Pero ello no obsta para que su gran corriente de importación provenga de China, donde adquiere el 40% de su aprovisionamiento externo.

Pero es Rusia la otra potencia con la que India mantiene una estrecha relación, en parte por razones de seguridad para el aprovisionamiento de armamentos que se suman a su propia producción y en los que India gasta fortunas para proteger sus fronteras, en parte por ser el mayor comprador de petróleo del mundo, siendo absolutamente dependiente de las importaciones energéticas. Sin duda un punto débil para un aspirante a gran potencia planetaria. De paso ahora se advierte a la India como intermediario de la venta de petróleo ruso a Occidente, luego de las sanciones recibidas por el país euroasiático con motivo de la guerra en Ucrania.

Y con China y Rusia, más Brasil y Sudáfrica, integra los famosos BRICS”, acuerdo basado en relaciones económicas principalmente. Al mismo tiempo, es parte activa de la asociación con el Pacífico también en materia comercial.
Planteado el ya mencionado conflicto en Ucrania, India adoptó una posición de neutralidad, decepcionando en alguna medida a las potencias occidentales que esperaban una actitud de mayor compromiso con ellas. Ese tema estuvo sin duda en la mesa en la reciente reunión entre el primer ministro Modi y el presidente norteamericano Joe Biden. La prensa ha comentado que a pesar de ello la posición hindú no se movió un centímetro.

Pero occidente, en particular Alemania y ahora los Estados Unidos, piensa no ya en la exclusión de China de sus relaciones económicas, cuando es el gran rival actual y futuro en materia comercial, sino en la denominada “reducción de riesgos”. En efecto, la industria de occidente depende de las importaciones chinas para más del 25% de sus aprovisionamientos, muchos de ellos de carácter estratégico, otros simplemente mercancías a bajo costo. Descartando el corte abrupto de la relación comercial, la estrategia de reducción de riesgos implica una mayor diversificación de las fuentes de abastecimiento, rol que para la India constituye una oportunidad para abordar ese último frente de desarrollo hacia la frontera tecnológica, dando cabida así a nuevos inversores extranjeros (es decir, norteamericanos y europeos) en tecnologías de punta.

Argentina, una relación para potenciar

Hubo, como siempre, estadistas visionarios que previeron el potencial hindú y las oportunidades que ello podía abrir para Argentina en ese momento como gran proveedor de productos primarios, pero avizorando otras alternativas para el desarrollo. Primero Arturo Frondizi en 1961 y posteriormente Raúl Alfonsín en 1985, visitaron la India priorizando las alternativas comerciales y en el caso último, la asociación con países intermedios “no alineados” como el nuestro.

En su presidencia, Mauricio Macri fue también a la India en 2019, en el marco de una ya significativa relación comercial, en principio con fuerte presencia exportadora argentina, con productos destacados como los aceites vegetales.

 

Argentina tiene un superávit comercial con la India, con exportaciones por USD 7 mil millones

En este momento Argentina tiene un gran superávit comercial con la India, con exportaciones que rozan los USD 7 mil millones, lo cual la constituye en el cuarto socio comercial de nuestro país. La base de esas colocaciones está en los alimentos, fundamentalmente aceites de soja y oliva, amén de granos.

Por ello al pensar en la oportunidad de profundización de una relación estratégica con una potencia, que posiblemente en menos de dos décadas sea la tercera en el orden mundial a nivel individual, aunque todavía por debajo de la Comunidad Económica Europea en su conjunto, debe analizarse la necesaria ampliación y diversificación de las corrientes de comercio y más todavía en la asociación con capitales hindúes, al reconocer las posibles limitaciones -al menos en el corto plazo- para el despegue de la iniciativa privada argentina.

Por lo pronto, tal como hemos señalado, la India es dependiente del exterior para su provisión energética y tiene como gran abastecedor a Rusia con su petróleo. Pareciera de interés común que Argentina asumiera un rol en ese aprovisionamiento para la lógica diversificación del abastecimiento hindú, lo cual implica no sólo la colocación de excedentes de nuestra futura creciente producción de petróleo y gas, sino la asociación para la producción de nuevas fuentes de generación energética, tales como el ya bien conocido aprovechamiento del litio y de otras energías limpias.

En tiempo reciente la industria farmacéutica hindú se hizo presente atendiendo las demandas de vacunas contra el Covid-19 a través del sistema COVAX, una industria de gran volumen y desarrollos propios que no sólo provienen de la llamada “tecnología reversa” (copia), lo que permite advertir una posibilidad de asociación para nuevos desarrollos con empresas de nuestro país.

Para abordar lo más notorio y sin perjuicio de pensar también en que el software y las nuevas tecnologías no debieran estar ausentes en una creciente relación comercial mutuamente conveniente, debe repararse también en el incentivo al turismo. Argentina es, a pesar de nuestros descuidos, un territorio vasto en contacto con la naturaleza y muy atractivo para los extranjeros que desean ver nuevos paisajes con aire limpio y sin aglomeraciones y otros males urbanos. Por supuesto, ese atractivo lo destacamos sin olvidar el enorme encanto de nuestra Buenos Aires y de otras ciudades del interior, tanto de lo moderno como de lo tradicional y, por supuesto, de los vestigios del mundo colonial.

La riqueza creciente que genera la India tiene su contrapartida en los ingresos personales y por ello cuenta con un sector minoritario, pero a su vez numeroso de alto poder adquisitivo, para el cual trasladarse a regiones alejadas, pero con infraestructura adecuada para recibir visitantes no es un sueño remoto, sino una posibilidad concreta. No sólo para los hindúes, pero también para ellos, debemos hacer ese doble esfuerzo de “vender” los atractivos argentinos en el exterior y de mejorar y explotar la infraestructura de atención a esas demandas.

Por supuesto que la iniciativa privada, en cuanto se le abre puertas, sean desde India o desde Argentina, descubre y encuentra más oportunidades que aquellas que saltan a simple vista. Pero a la vez debe pensarse en que ese acercamiento para ser fiable y permanente debe basarse en cuestiones más amplias que el simple atractivo comercial, es decir, el acercamiento no debe ser sólo crematístico.

La cultura hindú es histórica, es conocida en grupos pequeños del tipo “élites de nuestro país y su encuentro con la nuestra es una forma de estrechar lazos, más allá de la preservación de nuestros creencias y tradiciones (y otro tanto los hindúes desde su perspectiva). Y eso abarca todo el quehacer humano, desde los fenómenos religiosos a los más prosaicos como la cocina, donde ambos países cuentan con sus propios manjares y secretos culinarios. Como hecho más que anecdótico en un mundo donde las nuevas alternativas medicinales son reconocidas, la India destaca a través de sus representantes el aporte de la medicina yurbeda como un tesoro a descubrir por occidente. Pero es sólo un ejemplo de aquello que el intercambio cultural, que se extiende a las artes, como la música y la danza, puede aportar en ambos sentidos para fortalecer lazos.

Por último y sin abarcar todos los asuntos posibles, debe atenderse a la cuestión educacional. India se ha vuelto uno de los líderes en el segmento de la robótica, lo cual, sumado a la fortaleza de su sistema educativo, implica la posibilidad de cooperación para la capacitación de nuestros técnicos y profesionales, sea para el aprovechamiento de la tecnología, sea para sumarse a los que apuestan a nuevos desarrollos vía “startups”.

 

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