Hijo de Raúl Gerardo Brugo y Matilde Francisco Marcó, en Paraná, provincia de Entre Ríos, nació el 8 de noviembre de 1940, el segundo hijo varón: Gerardo María.
El matrimonio Brugo Marcó, proveniente de familias tradicionales de la provincia, tuvo seis hijos, cuatro varones y dos mujeres, una de ellas es Nina.
Cursó la primaria en el Colegio de La Salle de Paraná y la secundaria, siempre pupilo, primero en Esperanza (Santa Fe), y luego, hasta recibirse de bachiller, en el Colegio San José de Ciudad de Buenos Aires.
Fue un apasionado de la natación, compitió en el Robin Club de Paraná e incluso, representando a Entre Ríos, se coronó en el estilo Pecho en un torneo nacional que se realizó en Rosario. También disfrutaba mucho del remo.
Durante sus años en Río Gallegos, Gerardo participó en cine, teatro y política.
Estudió hasta tercer año de la carrera de Ingeniería Química en Santa Fe, luego hizo un año de Marina Mercante hasta que en 1963 se casó y se mudó al sur, a Río Gallegos.
Del 1° de marzo al 5 de agosto realizó el servicio militar en la capital provincial. También incursionó en el cine y en el teatro vocacional, como técnico en la obra “La zorra y las uvas” dirigida por José Campus. A distancia, estudió el Profesorado en Matemáticas de Bahía Blanca.
El 5 de febrero de 1964 comenzó a trabajar en el Banco Santa Cruz hasta 1968, año en que fue trasladado a la sucursal de El Calafate, allí disfrutó de nadar en las aguas del lago Argentino.
A 48 años de la última dictadura cívico-militar y a 43 de la desaparición de su hermano, Nina, de 80 años, abogada y militante feminista cuenta en una detallada entrevista audiovisual a La Opinión Austral la historia de Gerardo, uno de los 19 desaparecidos de Santa Cruz.
Cuando se separa de la madre de su hija, Gerardo pide el traslado a Buenos Aires, para poder estar cerca de ella y estando allá, repasa Nina, “se entera que a (Jorge) Cepernic lo acusaban de haber hecho desfalco, entonces se ofrece como auditor para demostrar que no había ningún desfalco. Se fue a Río Gallegos y estuvo ahí hasta que lo demostraron”.
“A mediados de 1976, eso me lo contó a mí y a mis padres, el gerente lo llamó y le dijo: ‘Mirá pedí licencia y después, renunciá. Vinieron unas personas extrañas a preguntar por vos, si vuelven y te quieren llevar yo no voy a poder hacer nada‘. El temor del gerente era porque había mucha gente que era llevada y desaparecía”.
“Él era una persona de pensamiento libertador, de izquierda de liberación, de los pensamientos de los años 60, no un militante activo, más allá de que haya sido cofundador de la JP en el ’72 – ’73 en Río Gallegos. En broma, le decían el “Montonerito”, cuenta. Cuando en 1967 el Che Guevara fue asesinado, él no ocultó su luto.
Gerardo siguió el consejo, se tomó licencia para luego renunciar. Trabajó un tiempo en una metalúrgica, fue chofer de remise y cuando su padre compró un taxi, comenzó a manejarlo.
“Cuando vino el ’76, él prácticamente no tuvo militancia activa, podía ser un conversador sobre su manera de pensar, pero nada más”, acota.
Averiguaciones
Juan Ferrante, sacerdote que había integrado el Movimiento de Curas del Tercer Mundo y que “había sido muy perseguido en la época de Lanusse y estuvo preso porque las homilías de él terminaban a veces en un ‘Tucumanazo’ o en movilizaciones”, dejó los hábitos y se convirtió por esos años en esposo de Nina.
Por la militancia de ambos, la pareja vivió durante cinco años de manera clandestina. Fue en 1980, un año antes de la desaparición de Gerardo, que supieron que en el Registro Civil de Paraná estaban pidiendo información sobre la familia de ella.
Gerardo Brugo Marcó desapareció el 23 de marzo de 1981 en Buenos Aires.
“Nos viene a avisar Gerardo y mi marido dice: ‘Más vale morir con honor que vivir con vergüenza’. Gerardo dijo: ‘Ustedes se tienen que ir, no pueden estar más acá'”.
Nina, quien tenía dos hijos, uno de dos años y otro de cuatro meses, recuerda que le dijo a su marido: “‘Mirá, yo me voy con mi vergüenza y vos quédate con el honor’. Pero al final se vino conmigo, Gerardo nos sacó clandestinamente a Brasil donde nos refugiamos”.
Su hermano hizo lo que ella considera una “torpeza”, viajó hasta San Pablo para llevarles las valijas. Ahí fue cuando Nina le pidió: “Por favor, Gerardo, quédate. Vos te estás jugando la vida acá. Quédate con nosotros“.
Él dijo que no por dos motivos. “Él había formado otra pareja más, tenía un nene chiquito y su hija que había nacido en Río Gallegos. Me dijo: ‘Yo no voy a dejar jamás a ninguno de mis hijos, y de ninguna manera puedo traerlos, están las madres que no van a venir. Y además en la Argentina en algún momento se va a dar algún proceso democrático nuevamente y yo quiero estar ahí, a lo mejor para participar’. Cuando lo abracé le dije: ‘Gerardo vos acá te estás jugando tu vida'”.
Nina lo define de muchas formas y una muy especial es como su hermano “no patriarcal”. “Con ningún otro hermano tuve la relación que tuve con él, era una relación de confianza, de unidad, de compartir todo lo que pensábamos y todo lo que queríamos de buscar una patria libre y soberana, una patria liberada”.
El último café
En Buenos Aires, Gerardo se había recibido de Profesor de Natación y estaba dando clases en la Facultad de Derecho, además de manejar el taxi. Todos los días tomaba un café en un barcito frente a Plaza Italia, en Borges y Santa Fe. “Un día le dijo al encargado al que conocía: ‘Mañana me tengo que levantar temprano a hacer un viaje. Te voy a dejar un teléfono, si yo mañana no vengo a tomar mi café acá, llama a ese teléfono’“.
El teléfono era el de la madre de su hija. “Seguramente él vio algo que lo asustó, que lo tenía atemorizado”, señala Nina. “Donde él guardaba el taxi, a una cuadra, fueron personas extrañas a mirar, daban vuelta alrededor del auto y tomaron todos los datos. Lo habían ubicado como una persona a la cual querían seguir”.
Ese 23 de marzo de 1981, Gerardo desapareció.
“Fueron argentinos con brasileros con una foto mía, me buscaban a mí”NINA BRUGO, HERMANA DE GERARDO
“Mi familia sabiendo que estaba próxima a irme de Brasil hacia Canadá, no se animó a decirnos”.
Nina hace un párrafo aparte para lo que sucedió cuando Raúl Gerardo Brugo, su padre, quien había sido secretario de Acción Católica en Entre Ríos y era apoderado de la Escuela de La Salle en Buenos Aires, solicitó una audiencia con el nuncio apóstolico Ubaldo Calabresi.
Cuando el nuncio lo recibió, Brugo le dijo que no había realizado denuncia pública ni tomado contacto con organismos de DDHH.
La respuesta del nuncio fue una felicitación: “Qué bien hijo mío. Mejor que nadie sepa nada de la desgracia de su familia“, repasa Nina sobre lo que le contó su padre. “Eso era entregarlo”, sentencia.
Ocho meses después la madre de Nina viajó a Montreal, Canadá. “Cuando llegó, dije: ‘Ésta me viene a traer una mala noticia‘. Ella le tenía miedo a los aviones, era una mujer ya de 75 de años y tenía dificultades para caminar”.
Esa noche, Matilde Francisco Marcó estaba revolviendo su cartera cuando se le cayeron cuatro fotos chiquitas de Gerardo. Nina terminó de confirmar que algo había pasado.
– Contame qué pasó con Gerardo.
– ¡¿Quién te ha contado algo?! ¡Yo no quería que nadie te contara porque te podía pasar algo a vos!
– Mamá, Gerardo no me ha escrito, vos vas con la foto de Gerardo. Yo lo sé, adentro mío.
“Ahí es donde ella me contó lo que te estoy contando. Él vivía a una cuadra y media de ese bar, había tomado el cafecito y se fue 22:30 – 23:00 y de ahí nunca más nadie supo. Nunca llegó”.
Hay algunos datos que para Nina son relevantes a la hora de pensar que a Gerardo lo llevaron a Brasil.
Por un lado, señala que el viaje que él hizo para llevarnos las valijas “queda registrado en Migraciones”.
El día que estaban tomando el avión para ir a Río de Janeiro y luego a Canadá, al edificio donde vivían en San Pablo, supo después, “fueron argentinos con brasileros con una foto mía, me buscaban a mí“.
“Él sabía que nos íbamos a Canadá. Presumo que por unas horas no me encontraron a mi y estoy acá hablando con vos, pero a él le costó la vida. Por algo ese anónimo que le llega a mi padre que dice: ‘Se quedó en Brasil, no lo busquen‘ ¿Por qué ‘se quedó en Brasil? ¿Quiere decir que estuvo en Brasil? ¿Lo llevaron a Brasil dentro del Plan Cóndor?“.
Este 23 de marzo se cumplieron 43 años de su desaparición. “No vamos a tener una respuesta nunca”, dice Nina. “Fueron a a Brasil y al ver que a mí ya no me encontraban, le costó la vida. De los seis hermanos que éramos, el que era unido a mí era Gerardo y eso era muy fácil de saberlo“, marca.
“El Paisa”
Estudioso, militante, deportista, Gerardo era versátil. “Siempre solidario, encontraba algún conocido y no le iba a cobrar en el taxi. Era una persona muy afable con todo el mundo, jamás hizo una distinción de diferencia ideológica. Era muy solidario, no por nada, la gente que lo conoció en Buenos Aires le puso dos sobrenombres, aparte de el del banco, le decían ‘El Paisa’, de paisano, y ‘El Gaucho’, era un gaucho siempre buscando ayudar, esa era su manera de ser”.
“Lo que puedo decir es que yo estoy viva, gracias a él, pero a él le costó la vida. Soy dura para emocionarme, pero hay veces que uno no puede dejar de emocionarse”, dice contenida.
“Su pensamiento hoy sería como el mío, el de seguir buscando una sociedad democrática, en todo sentido, participativa y no solamente representativa, solidaria, sin discriminaciones y sin injusticias, eso fue lo que él hizo de su vida y es lo que yo sigo pensando. Sé que tendría a Gerardo al lado mío buscando esa liberación para nuestro país, para que no haya pobreza, ni ningún tipo de discriminación social, ni de género”, manifiesta y destaca “él jamás jamás hizo diferencia conmigo, al contrario, se daba más conmigo que cualquiera. Él estaría siguiendo la ilusión y la lucha que también tenía mi marido. Ellos y mi padre que no era patriarcal son las personas que me marcaron la vida y me enseñaron con ejemplo”.
Nina cierra con una sonrisa diciendo: “Me alegro que en Santa Cruz se lo reconozca porque él quiso mucho a Santa Cruz y ahora estaría bañándose en los vestisqueros, esa era su pasión”.
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