Pasaron 17 años, pero cuando Ignacio Damián Medina habla de Santa Cruz y Tierra del Fuego el rostro se le ilumina. De los seis años en los que fue párroco de “La Inmaculada”, sus recuerdos son vívidos. Tras haber sido elegido por Francisco como obispo diocesano, este fin de semana visitó la ciudad y a fines de septiembre regresará para quedarse y, el 14 de octubre, hacer la toma de posesión de la Diócesis de Río Gallegos.

Medina nació el 17 de marzo de 1967 en Tandil, es el mayor de los tres hijos de un matrimonio que, por cuestiones laborales, se establecería en Capital Federal.

Después de tomar la primera comunión y la confirmación, continuó participando de las actividades juveniles de la parroquia Santa Adela en el barrio de Palermo.

Cuando finalizó los estudios secundarios se inscribió en Abogacía, cursó un año, pero una inquietud se le despertó y confió en su párroco, el padre Eduardo, para decidir. “Descubrí que había una vocación cierta al sacerdocio”, afirma a La Opinión Austral.

En cuanto a cómo fue recibida su decisión, dice entre risas que “mi padre no la tomó de la mejor manera” y continúa “mi madre bien, aceptando que era la vocación que elegía y mis hermanos, acompañando. Esta vocación siempre es una especie de shock para la familia”.

La confianza que el papa deposita en mí, es una gran responsabilidad

Ingresó al Seminario Metropolitano de la Inmaculada Concepción de Villa Devoto en 1987 y el 26 de noviembre de 1994 fue ordenado sacerdote por el cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires. Fue concelebrada por los seis obispos auxiliares de Buenos Aires, entre ellos, el entonces monseñor Jorge Mario Bergoglio.

Después fue vicario parroquial en San Rafael Arcángel en Villa Devoto y en Santa Ana de Villa del Parque, donde surgiría el deseo de hacer misión en el sur, por esos días ya había tenido algunos viajes breves a Gobernador Gregores, Río Turbio, 28 de Noviembre y Puerto San Julián.

En el Obispado de Río Gallegos, monseñor Medina accede a la entrevista y responde apaciblemente cada una de las preguntas realizadas. Una constante en sus respuestas será la alegría manifiesta de volver a la diócesis y también cómo ha sido que sus inquietudes y las figuras de monseñor Buccolini y el papa Francisco le han marcado el camino.

 

BUENOS AIRES 1994. González Balsa (3ro de Der a Izq.) y Medina (Abajo 2do. de Der. a Izq.) en la ordenación sacerdotal.

LOA: De 2000 a 2006 fue párroco en Río Gallegos, ¿cómo fue que llegó a la diócesis?
Ignacio Medina: Todo comienza con un discernimiento con el entonces arzobispo de Buenos Aires, monseñor Quarracino. Él me dijo: Mirá, esperá, tenés pocos años de cura, vamos a ver. Y después con monseñor Bergoglio se dio la oportunidad, me dio el permiso y ahí vine definitivamente, estuve seis años en la parroquia de Inmaculada con las capillas de Jesús Misericordioso y una incipiente, María del Rosario de San Nicolás.

Fue un desafío acomodarme a otro ritmo de vida. Por ejemplo, cuando hacíamos las colectas de Cáritas era una maravilla porque los chicos de catequesis se ofrecían y salíamos emponchados con las cajitas por todo el barrio Belgrano. Después volvían para tomar un chocolate o un mate cocido con facturas.

Las comunidades van teniendo esa esencia que es propia del lugar, las comunidades parroquiales no tienen que ser moldes estancos. No somos una estructura fija, la iglesia vive.

El 14 de octubre, monseñor Medina tomará posesión de la Diócesis de Río Gallegos

 

Recuerdo mucha participación juvenil, también había mucha vitalidad en Cáritas. La pastoral juvenil tenía eventos de una convocatoria muy grande, eso también hizo que uno fuera madurando con los jóvenes, con la comunidad que tenía a cargo, a uno como pastor eso le llena el corazón, porque vos estás para acompañar a la gente.

LOA: Seis años es mucho tiempo, ¿cómo fue tener que retornar?
IM: Son un montón de años. Nunca le dije que no a lo que la iglesia me pide, nunca. Vine porque monseñor Bergoglio me lo permitió y cuando él me pidió que volviera, porque había una necesidad en la arquidiócesis, no lo dudé, con dolor, obviamente, porque uno ya había hecho querencia y eso hacía que estuviera contento de estar acá, feliz. Cuando sos feliz en tu vocación, todo fluye, no hay otra cosa más linda. Si hay algo a lo que Dios nos llama, su voluntad, es a que seamos felices, esto es importante para cualquier vocación, no solamente para la sacerdotal.

 

 

HACE 17 AÑOS. Medina y González Balsa, hoy obispos, padres Francisco y Sergio Soto, hna. Ana María Lagiocola y hna. Reguia.

LOA: En 2019, el papa Francisco lo nombra obispo auxiliar de Lomas de Zamora y ahora, tras el nombramiento de García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires, como obispo diocesano de Río Gallegos, ¿cómo se viven las designaciones?
IM: Es un impacto porque es un cambio de vida, no es lo mismo ser sacerdote párroco que estar ayudando en el gobierno de la iglesia y entiéndase gobierno como servicio. Una diócesis implica más de vos, mayor oración, otra forma de atención y de cercanía, tenés que estar preocupado por los sacerdotes, por los laicos, son muchos los ámbitos. Junto a monseñor Lugones (NdR: obispo diocesano de Lomas de Zamora) aprendí este oficio pastoral de ser obispo.

Por otro lado, que me llamen para ser obispo de Río Gallegos sin duda fue una conmoción al corazón, primero porque llevo tres años y medio como auxiliar, pero también por la confianza que el papa Francisco deposita en mí, es una gran responsabilidad.

Los obispos Ignacio Medina y Fabián González Balsa. FOTO: JOSÉ SILVA/LA OPINIÓN AUSTRAL

LOA: ¿Y qué el destino sea Río Gallegos?
IM: Eso ayuda más a la conmoción, no es algo desconocido, pero tendré que redescubrirla y también con otras armas de mi parte, ya no es ese cura joven con cinco años de ordenado, ahora son ya 29 años de sacerdote y tres años y medio de obispo.

LOA: Que Fabián González Balsa, con quien compartió seminario y se ordenó, ahora sea su auxiliar, ¿qué le significa?
IM: Te da una enorme tranquilidad. También hemos sido, en Capital Federal, párrocos vecinos y hay mucha confianza, hay mucho trabajo pastoral hecho entre los dos y en esto también incluyo a los sacerdotes que conozco. El obispo con lo primero con lo que cuenta es con su presbíterio y es al que tiene que estar sirviendo.

LOA: Monseñor Buccolini ha sido una figura importante para usted, ¿qué recuerdos tiene de él?
IM: Monseñor Buccolini marcó mi vida sacerdotal en varios aspectos. Una de las cosas que uno veía en el padre Alejandro era la ternura que tenía para tratar a la gente, después, el hombre de diálogo que era, sabía vivir la unidad en la diversidad y, por último, su gran misericordia, era un hombre realmente misericordioso. De hecho, elegí el mismo lema episcopal que él: La caridad de Cristo nos apremia.

Cuando sos feliz en tu vocación todo fluye, no hay otra cosa más linda

Tanto marcó mi vida que cuando él renunció por edad a la diócesis (NdR: por el código de derecho canónico están obligados a renunciar al cumplir 75 años), viene a vivir conmigo a la parroquia en Capital Federal. Estuvo dos años y medio, prácticamente hasta que falleció. Hay un lazo muy importante. También cierta espiritualidad salesiana, fue como pegándose de manera natural en uno. Un hombre de oración, de diálogo, de encuentro, que es lo que queremos vivir como iglesia y como nos propone el papa.

LOA: ¿Y el papa Francisco?
IM: A Bergoglio primero lo conozco como obispo auxiliar de Flores y después como arzobispo de Buenos Aires. Con él un diálogo franco siempre, profundo y sincero que también me permitió ir haciendo ese primer discernimiento para acercarme a la diócesis, siempre acompañando. Todos los años iba a visitarlo y le contaba cómo me iba, porque estaba incardinado en Buenos Aires, él siempre acompañó la tarea y creo que también lo hizo con mucha generosidad porque faltaban sacerdotes en Río Gallegos, pero también en Buenos Aires y él me decía: Mirá, no te preocupes, Dios va a bendecir. El papa es también otra persona que me marcó y talló mi vida.

LOMAS DE ZAMORA. El 29 de febrero de 2020 fue ordenado obispo auxiliar.

LOA: Estas designaciones son decisión de él, ¿cómo vive esto?
IM: Es una doble responsabilidad, pero no lo vivo como una carga. El papa Francisco sabe de mis aciertos y de mis limitaciones, entonces lo vivo con honestidad espiritual, sabiendo que estoy tratando de hacer lo mejor posible y entrando en contacto con todos y todas y viendo cuál es la necesidad. Este tiempo es de escucha y de discernimiento, junto al presbiterio.

LOA: En el país, el escenario es difícil en muchos aspectos, principalmente el económico, pero también a nivel político y en cuestión de derechos, ¿es otro el desafío para la iglesia y para un pastor?
IM: Hoy la iglesia nos invita a vivir la fraternidad que no solamente es eclesial, sino también social. La iglesia es un lugar de encuentro y eso también nos ayuda a seguir caminando juntos. A pesar de que vivimos tiempos más o menos duros, del 2000 del 2006, fueron también tiempos duros en algunos momentos, no hay que perder la esperanza, ni la alegría y creo que lo podemos hacer hermanados. La iglesia nos propone vivir esta cultura del encuentro y es algo que tenemos que aprender a hacer. La pandemia, como dice el papa, nos enseñó que no nos salvamos solos, necesito del otro, es fundamental.

LOA: Hacía mención a los recuerdos que tiene de la juventud en la diócesis, hace dos semanas, miles de jóvenes participaron en la Jornada Mundial en Lisboa, es un signo importante, ¿cómo está el vínculo de la iglesia con la juventud?

IM: No puedo referirme a Río Gallegos, pero creo que hace falta invitar y dar lugar a los jóvenes. Para don Bosco el sistema era de patio abierto, la capilla era el centro y las aulas estaban alrededor, sigue siendo lo mismo hoy. La iglesia tiene que estar abierta a los jóvenes.

En Lisboa, el papa invitó a los jóvenes a que cambien el mundo y creo que no es solamente a los jóvenes, sino también a los que tienen un espíritu joven, es algo que todos tenemos que tomar como un norte.

LOA: Hace unos años fue beatificado Carlo Acutis, un joven que utilizó la tecnología para evangelizar
IM: Ese es un signo de los santos de nuestros tiempos. Esto te lleva a que uno pueda ir mirando también que la santidad tiene que ver con lo cotidiano, porque a veces ponemos como muy arriba el cielo y muy abajo la Tierra, a una distancia tan grande que decís no llega nunca. Sin embargo, la santidad no se construye con cosas extraordinarias, sino con lo ordinario que va haciendo que eso sea extraordinario. Dice el Evangelio: quien es fiel en lo pequeño, es fiel en lo mucho”.

LOA: Regresa a fines de septiembre ¿cuáles son sus expectativas?
IM: Una vez que llegue, de a poquito irme acomodando, si hay algo que tengo es tiempo, no hay ningún apuro. ¿Las expectativas?, las que Jesús y el Espíritu Santo vayan marcando ¿y qué significa esto? Es lo que la iglesia de Santa Cruz y Tierra del Fuego me vaya diciendo, es un tiempo de escucha y de discernimiento, es muy favorable para la iglesia que tenemos que vivir hoy.

Leé más notas de Belén Manquepi Gómez