O Rei, eterno: Pelé, el astro del fútbol mundial, falleció luego de una larga lucha contra el cáncer, pero su legado sigue vivo. Anécdotas, historias y mensajes inundan las redes sociales por estas horas, luego de la partida de uno de los mejores jugadores de la historia. Entre ellos, hay uno muy particular, de Puerto San Julián, que narró el periodista Osvaldo Mondelo, quien en su infancia vio al Rey Pelé y el mundial 70 de una manera muy especial.

En su relato describe el contexto mundial y nacional en que se dio la primera transmisión por televisión en color de una Copa del Mundo.

Narra, así, que por ese entonces “en la incomunicada Patagonia nos conformábamos con la transmisión radial”.

Recuerda, que pese a que Argentina fue eliminada por Perú, en su casa habían comprado una Tonomac 7 mares “para poder escuchar (ver con imaginación) los partidos en la radio sin interferencias”.

Pero la historia no pasa allí, sino en el bar “Sportman”, un histórico lugar de la ciudad portuaria construido en 1920, “ubicado a media cuadra del cine-teatro Talía, ocupaba la principal esquina del pequeño centro comercial de San Julián. Era para nosotros como el Titanic. Luminoso y soberbio”.

El bar Sportman, fundado en 1920, en Puerto San Julián.

Relata que su mobiliario destacaba por su “estilo y glamour” y que estaba dividido en dos sectores: un sector comedor reservado “solo para las familias de estancieros” y otro más popular, “donde la muchachada jugaba al cacho, consumía vermouth y comentaba los chismes sociales”.

A este último lugar, concurría el personaje de la historia que a continuación se comparte: Geniol.

Gracias al ingenio de un empleado del Correo, decenas vieron el mundial

Un joven que trabajaba de cartero en la sucursal del Correo Argentino. Su parecido con el personaje de una conocida marca de analgésico, había borrado su nombre para siempre. Todos lo llamábamos Geniol. Además de repartir cartas, postales y telegramas, Geniol era un entusiasta inventor. Una vez, antes que llegaran las FM, leyendo las instrucciones de la revista “Mecánica Popular” diseñó una emisora experimental donde irradiaba la música de su gusto.

Faltando pocos días para el inicio del mundial 70, el Gobierno nacional anuncia que los partidos de fútbol podrán ser vistos en Balcarce y sus aledaños donde está la central receptora satelital, y como una forma de afirmar “nuestra soberanía nacional” en la remota Ushuaia. La señal será retransmitida a través de cables de alta tensión y una línea de torres, dispuesta como fortines que atravesando la Patagonia unen a Buenos Aires con Tierra del Fuego.

La noticia fue comentada al pasar en una de las mesas del sector popular donde se jugaba a la generala. “Puchito”, que tenía la particularidad de fumar el cigarrillo completo, manteniendo la pavesa hasta el final del incandescente Particulares 12, afirmó: al fin a Santa Cruz siempre la joden. El “Chicato” Suárez, que jugaba al fútbol como los dioses, asintió. Nadie dio importancia a la noticia. Sólo Geniol preguntó a qué distancia del pueblo estaba la torre de alta tensión más cercana. “Como a diez kilómetros en plena meseta”, respondió el zapatero Suazo quien solía cantar boleros -a excepción de los velorios- en cuanto cumpleaños o reunión social hubiera.

Al domingo siguiente, fue la fiesta de inauguración en el estadio azteca de la ciudad de México. Corridos, rancheras y mariachis sirvieron de prólogo al fútbol. Primer partido, empate 0 a 0 entre el equipo local y la selección rusa.

“Gracias a Geniol, muchos tuvimos la maravillosa experiencia de ver jugar al Rey”

Al pie de la Tonomac, expectante seguí la transmisión por Radio El Mundo con los relatos del maestro Fioravanti. A la tardecita nos encontramos en el Sportman con los muchachos a comentar lo que habíamos escuchado. De pronto, nos percatamos que el que más sabia de detalles de la ceremonia y de las jugadas del partido, era Geniol. En uno de sus comentarios dijo que el arquero ruso Lev Yashin, la legendaria “araña negra” estaba de suplente en el banco moscovita porque ya tenía 40 años y sus reflejos no eran como antes.

Loco,- dijo Puchito- y vos cómo sabés tanto, ¿acaso lo viste?
Sí, claro -respondió Geniol-.
Todos quedamos perplejos, menos Puchito.
¿Y dónde la viste?
En la torre de alta tensión. Puse un cable y bajé la señal a un televisor.
Al otro día jugaba. Brasil vs. Hungría.

Allá viajamos todos apretados en una camioneta, confiados que en pleno invierno patagónico, la Ford F 100 no nos dejara a pie. Luego de la trepada a la torre y las conexiones milagrosas de Geniol, en medio de la meseta, pegando saltitos sobre la escarcha para que no se nos congelaran los pies, mirábamos maravillados el partido en el televisor.

Para la final del mundial de fútbol, una treintena de personas, en la estepa nevada estaba vivando por Brasil y festejando los goles de Pelé, Gerson, Jairzinho y Carlos Alberto. La Municipalidad había puesto un colectivo con calefacción, donde estaban algunas de las personalidades del pueblo: El intendente, el cura párroco, el gerente de la ArgenSud, el jefe del Correo Argentino que ese año en agradecimiento y reconocimiento aumentó el sueldo y la categoría al cartero Geniol.

“El jogo bonito” fue maravilloso, irrepetible e inolvidable. Brasil 4, Italia 1. Pelé fue la estrella del mundial y Geniol nuestro pequeño héroe local.

Pero su prestigio se desvaneció a los pocos meses. Un nuevo invento electrónico había fallado y dejado por una semana sin luz al pueblo, al volar un motor de la usina de electricidad.

Muchos años después lo vi en Río Gallegos, iba en una de las pocas bicicletas con motor que se veían por entonces en el sur. Se notaba por el humo que echaba que era un injerto casero.

Le grite desde la vereda. ¡Vamos Geniol. Vamos San Julián! Él levantó las dos manos como si fuera un campeón a la manera de saludo. Y tal vez era un campeón. Nunca supo que gracias a él, muchos pibes tuvimos en nuestro despertar de adolescentes la maravillosa experiencia de ver jugar al Rey “Pelé” en Puerto San Julián.

De esta historia pocas cosas quedan; Geniol ya no vive, las torres y el cableado de alta tensión han sido levantados. La pandemia, corrió a los escasos clientes del Sportman que cerró sus puertas para reperfilarse en su decadencia en un comité político. Testimonio de las últimas elecciones nacionales aún puede leerse en una de sus ventanas, un descolorido cartel amarillo: Macri Presidente.

Siempre pasa lo mismo, el tiempo destiñe todo, menos los recuerdos.

EN ESTA NOTA Pelé

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