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Por Belén Manquepi Gómez

bmanquepigomez@speedy.com.ar

En julio de 2010, en una sesión maratónica, el Senado debatía la ley de matrimonio civil, la que reconocía el
derecho a casarse a personas del mismo sexo. En las calles, en las casas y en el Congreso, las palabras se polarizaban, por un lado, el rechazo y el odio, y por otro, los derechos y el amor.

 

 

En Río Gallegos, Cristina Medina y Claudia Báez seguían atentas la aprobación de la Ley 26.618 aunque ellas ya estaban casadas, al menos simbólicamente.

 

 

Años antes, en Bariloche, Cristina se lesionó la mano y en busca de una kinesióloga dio con Claudia, se hicieron amigas, ambas estaban en pareja con hombres.

Claudia y Cristina, el 31 de julio de 2010 con libretas en mano.

 

Desde hacía un tiempo, Claudia estaba pensando en separarse, y fue un día que, sin darse cuenta, un abrazo hizo que sintieran algo diferente a la amistad, fue natural, se miraron y se dieron cuenta que algo les estaba pasando. Cristina se animó y avanzó para darle un tímido primer beso. Era una situación nueva para ambas.

 

 

Caminaron horas y horas conversando por las calles de Bariloche pensando qué hacer. “Probemos” dijo Claudia, y dio así el segundo empujoncito para tomar una decisión, se separaron de quienes eran sus parejas y decidieron mudarse juntas.

 

 

Querían ir a España, pero era costoso, entonces por una cuestión laboral, el primer destino fue Río Grande, allí estuvieron un tiempo, pero se dieron cuenta que no era el lugar en el que querían vivir. Sabían de Río Gallegos porque la mamá de una paciente de Cristina vivía en la capital provincial, entonces vinieron a la capital provincial. Amaron Río Gallegos.

 

 

Pasaron cinco años, tenían una inquietud, la que durante décadas ha embargado de angustia a parejas conformadas por personas del mismo sexo ¿Qué pasaría si a él o a ella le pasa algo? La inexistencia de un vínculo legal negaba la posibilidad de ser reconocida como familiar ante un problema de salud o peor, el fallecimiento. Ser ignorada por la ley, les preocupaba.

 

Casamiento: (Arriba) Irma, madre de Cristina, Cristina, Claudia y su mamá Guillermina. (Abajo) Geremías y Nehuén, sus hijos.

En 2009, el matrimonio igualitario se metió en la agenda, confiadas comenzaron a planear su matrimonio, querían ser las primeras. Es que la Secretaría de Turismo de México había anunciado que a la primera pareja gay que se casara en Argentina le obsequiaría la luna de miel con todos los gastos pagos. En diciembre la ley no se trató, pero tenían todo listo para casarse, entonces lo hicieron. Simbólicamente se casaron el 12 de diciembre de 2009 en el salón de Casa España.

 

 

En mayo de 2010, hubo media sanción en Cámara de Diputados. La ley finalmente se aprobó el 15 de julio, esperaron que entrase en vigencia y pidieron el primer turno en el Registro Civil de Río Gallegos. Con ley en vigencia, fue el primer casamiento de dos mujeres en Argentina y en Latinoamérica. En el país hubo una pareja de hombres que se casaron antes que ellas, por lo que no obtuvieron la luna de miel en México,
pero años después pudieron conocerlo.

 

 

Mientras su sobrina Roxana ceba los mates, Franchesca, una basset de cuatro años, busca mimos y da vueltas alrededor de las entrevistadas y del equipamiento de kinesiología.

 

 

En el Día de San Valentín, Claudia (50) kinesióloga, y Cristina (48) instructora de gimnasia adaptada, cuentan las idas y venidas de 15 años de vida en pareja y de trabajo juntas. Tienen memorias prodigiosas, recuerdan fechas, describen las sensaciones, cada momento atesorado lo cuentan con picardía y con frescura como si hubiese sucedido ayer.

 

Analizan y responden también las preguntas de La Opinión Austral.

 

¿Qué creen que las hace permanecer unidas?

Claudia: La comunicación y la paciencia, tratar de entender al otro más allá de uno. En cada situación que se da, poder conversarla, tomar una decisión, resolver y seguir adelante.

 

 

Cristina: La perseverancia, es algo que me caracteriza. Obviamente sin amor no se podría, si no amas al otro… Nos une el amor. A 15 años, nosotras lo seguimos sintiendo hasta quizás más fuerte que el primer día,
esa conexión que lleva ya quince años.

 

 

¿Qué les significó cada casamiento?

Claudia: El simbólico fue simbólico porque no tuvimos chance, nos brindó la posibilidad de abrirnos a la sociedad y entrar en la comunidad gay con la que nosotras no teníamos mucha relación.

 

 

El legal nos otorgó una seguridad que no sentíamos antes. Si bien nuestro amor y nuestra fuerza estaba siempre presente, a partir de que nos dieron la libreta, nos sentimos completas, fue el punto culmine de nuestra relación, pero a partir de ahí también la seguridad de manejarnos con la ley, quizás es la edad, la cultura, la sociedad, de decir, de poder decir “estamos casadas y esto es legal”.

 

 

Cristina: Y no hay vuelta atrás, es la seguridad de que si algo le pasa a ella, vos vas a estar resguardada, ya sea en lo material o no. Porque nos casamos tenemos obra social.

 

 

¿Qué es, para ustedes, el amor?

Claudia: El amor es la fuerza que te alienta, segundo a segundo, minuto a minuto a decir que vale la pena estar vivo, todo lo demás se va, uno no sufre, no padece. Vive y sé feliz.

 

 

Cristina: Soy más “Susanita”, es un todo donde va la cuestión de piel, la cosquillita en la panza, el aceleramiento del corazón y eso tenerlo todos los días en un montón de situaciones, no es todo el día, pero pasa algo y florece.

 

 

El amor es algo que con la única persona que lo vivo y lo vivo hace 15 años es con ella. Los logros, hacer cosas juntas, ir de la mano, nosotros tenemos nuestros desencuentros, pero cuando vuelven los encuentros son (chasquea los dedos) fuegos artificiales. Soy humana y necesito eso, cuestión de piel, el tacto, los mimos, el salir de compras es una paz. El amor tiene un montón de facetas.

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