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Miguel Gallo (57) y Marcelo Chilemi (54) viven en Río Turbio y fueron la primera pareja en acceder al matrimonio igualitario, tras su sanción y promulgación, en la Cuenca Carbonífera en 2012. En el 12° aniversario de la sanción de la ley, compartieron su historia con La Opinión Austral.

Cuando era bebé, Miguel, que nació en Santiago del Estero, vivió en Río Gallegos, para luego crecer en Río Turbio, en tanto que Marcelo nació y creció en Berazategui.

Ambos recibieron el apoyo y el amor de sus familias cuando compartieron su orientación sexual, la discriminación la padecieron en la escuela, como fue el caso de Marcelo o los Falcon rojos y las redadas policiales de la División Moralidad en los boliches a mediados de los ochenta, como ambos recuerdan en CABA.

LOA: ¿Cómo se conocieron?

Miguel: Yo pasaba por la puerta del café, fue como un flechazo que nos pegamos mirándonos. Fue en la avenida Corrientes y Uruguay, en la salida de un café de abogados que hay cerca de la zona de Tribunales, hoy ya no existe, pero cada vez que pasamos por esa esquina nos acordamos que fue ahí.

Marcelo: Fue algo muy loco porque en épocas donde no había redes sociales, estas formas modernas de conocerse, el modo era ámbitos sociales o en la calle. Nos cruzamos, tuvimos un cruce de miradas y espontáneamente nos pusimos a hablar. Nos pasamos los teléfonos fijos y quedamos en encontrarnos en otro momento.

Pasaron los días y nos llamamos, creo que yo llamé primero al trabajo de Miguel, acordamos encontrarnos a tomar un café y así empezamos a conocernos.

En los primeros tiempos fuimos amigos. Nos conocimos en el año ’93 y recién en julio del ’96 empezamos a ser pareja. En el ’95 él se vino a vivir a Río Turbio, me quedé en Buenos Aires, inicié una pareja que duró poco tiempo, me separé y decidí llamarlo a Miguel para ver qué era de su vida.

Marcelo y Miguel se conocieron en 1993, en la esquina de un café en Buenos Aires

Justo tenía un viaje de trabajo a Ushuaia y acordamos un encuentro para vernos, después de casi dos años. Nos encontramos y como que surgió de repente, nos enamoramos. Pasó de ser una relación de amistad a una relación de pareja, la vivimos durante un año y medio a distancia, hasta que pudimos organizarnos y decidir cómo íbamos a hacer. 

Era auditor de marketing estadístico y visitaba comercios para hacer estadísticas de ventas de productos. Tenía un trabajo muy seguro y estable, estaba en la categoría más alta, con un sueldo muy bueno y una posición económica bastante aceptable, pero el amor es más fuerte. En marzo del ’98 renuncié a mi trabajo, dejé mi departamento y me mudé a Río Turbio.

LOA: ¿Qué les llamó la atención del otro? 

Miguel: Nos vimos, nos hablamos, a mí me gustó el estilo que tenía. Después estaba la tarea de conocerse un poco más. Empezamos en coincidir en un montón de cosas, nos gustaba la misma música, el mismo cine. Teníamos los mismos intereses, hablábamos más o menos en el mismo código, uno va buscando cosas que tenés en común y te vas acercando a la otra persona. Nos empezamos a gustar, como pasa con cualquier persona hetero cuando conoce a alguien.

Marcelo: Lo que me acuerdo es que me divertía y me reía mucho con él, cosa que no me pasaba con otras personas, éramos como muy cómplices en algunas cosas.

Cuando estaba con él la pasaba muy bien, eso se distinguía de los chicos que había conocido en aquella época y me parece que fue clave durante la relación, durante muchos años y hasta el día de hoy nos divertimos juntos. Más allá del aspecto físico que me impactó cuando lo vi, creo que el recuerdo más vívido de aquella época es de sentir eso. Recuerdo habérselo contado a amigos. Me divertía mucho con Miguel.

LOA: ¿Cómo se llevaba una relación a distancia en los noventa?

Miguel: Era gracioso, obviamente no existía el mail, así que los únicos medios de comunicación eran la línea telefónica o las cartas. Como las cartas eran extensísimas, optamos por usar la tecnología del momento que fue grabarnos casetes. Nos contábamos desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos durante toda la semana, hasta completar el lado A y él me respondía en el lado B cada una de las cosas que le había comentando. Así estuvimos un año y medio mandándonos casetes por correo.

Con llamadas telefónicas y casetes, sostuvieron la relación durante un año y medio

Marcelo: Hay una gran diferencia a mandar un WhatsApp o un audio a esperar 15 días a que llegue un casete y terminar de grabarlo. Capaz hoy no pasaba nada destacable, así que íbamos juntando anécdotas para contar qué pasaba durante esos días, entonces pasaba una semana.

Desde que uno grababa un casete hasta que recibía la respuesta pasaban 20 días, un mes y en el medio estaban las llamadas telefónicas, pagando fortunas, a larga distancia de un teléfono fijo. También nos veíamos en las vacaciones de la escuela cuando él podía viajar (NdR Miguel es docente y actualmente secretario en un colegio secundario), hasta que me vine a Río Turbio.

Tenemos algunos casetes guardados con conversaciones de aquellas épocas que ahora no tenemos donde reproducirlos, porque ya no tenemos ningún grabador con casetera.

“Estoy feliz con lo que hice y con lo que construimos entre los dos”, dice Marcelo Chilemi

Hace unos años fuimos de viaje a Punta Arenas, no nos andaba la radio y justo en el auto había un casete de esos, lo pusimos e íbamos escuchando nuestras conversaciones. Íbamos con una amiga y nos reíamos mucho porque las cosas que nos contábamos en esa época eran buenísimas.

En esos años era un poco divertido y otro poco de sufrimiento, porque son 3 mil kilómetros, era mucha distancia y las ganas de ver al otro eran muchas. Te aferrabas a ese audio como oro, no era algo tan cercano, pero era la única comunicación que tenía y con el tiempo quedó como una anécdota más divertida.

LOA: ¿Qué significó mudarse de Buenos Aires a Río Turbio?

Miguel: Le costó el cambio de ciudad a pueblo, Río Turbio en el ’95-’96. Pasó de un ritmo de vida con un montón de cosas para hacer a estar todo el día en casa. Sé que lo padeció y a veces lo sigue padeciendo porque lo extraña, estaba acostumbrado al cine, al teatro, a salidas con amigos.

Marcelo: Pero a la vez se equiparaba con el entusiasmo de lo nuevo, de los paisajes, iniciar una relación, de estar viviendo con él, tener un comercio nuevo. Cuando pasó el entusiasmo fue cuando me empecé a dar cuenta que había un montón de cosas que no tenía, pero no me arrepiento de la decisión que tomé, me parece que fue la mejor. Al día de hoy estoy feliz con lo que hice y con lo que construimos entre los dos.

Miguel: Somos muy compañeros.

LOA: ¿Cómo llegó la decisión de casarse?

Marcelo: Tenemos unos amigos que viven en España y allá ya tenían el matrimonio. Nosotros decíamos: “Acá nunca se va a dar ese tema”. Nos parecía que no estaban dadas las condiciones para que se tratara y se aprobara. Cuando se empezó a tratar, por supuesto, dijimos: “Si llega a salir, nos casamos”.

Marcelo y Miguel en su casamiento, el 10 de diciembre de 2012, Día de los Derechos Humanos.

En diciembre de 2008 tuve un problema de salud bastante importante y estuve varios días internado en el hospital de Río Gallegos. Toda mi familia estaba en Berazategui y la única familia que tenía acá eran Miguel y su familia. Nos dimos cuenta que ante cualquier decisión que hubiese que tomar sobre mi salud en ese momento, Miguel no podía tomarla. Vimos que el matrimonio no era sólo una cuestión de unión romántica, sino que además en lo legal protege muchísimo a la pareja, sobre todo en situaciones como estas. Confirmó lo que nosotros ya sabíamos, que queríamos casarnos no sólo por una unión de amor, sino también legal que proteja nuestros bienes, nuestras decisiones y nos equipare en derechos con el resto de la sociedad.

LOA: ¿Cómo siguieron el tratamiento del proyecto de ley?

Marcelo: Seguimos paso a paso todo el debate por los medios y después la votación en el Congreso.

El día que se aprueba estaba recuperándome de una cirugía, mi hermana estaba acá y los tres estábamos siguiendo el debate por televisión. Cuando se aprobó, abrimos una botella para brindar, lo festejamos y ahí dijimos que cuando saliera de mi post operatorio íbamos a ir a sacar turno.

El primer turno que pedimos no era viable porque algunas personas allegadas no podían ir, así que nos dieron una alternativa, se nos ocurrió el 10 de diciembre porque es el Día de los Derechos Humanos, nos pareció que era un día perfecto para casarnos.

“Muchos de mis alumnos querían ir a la ceremonia”, recuerda Miguel Gallo

Miguel: En el Registro Civil trabajan amigas mías de la infancia y ya nos esperaban. Cuando entramos, nos dijeron: “Sabíamos que iban a venir”. Pusimos la fecha y empezamos a organizar todo.

Marcelo: Cuando nos dieron el turno y lo confirmamos, le dijimos a la chica que nos dio el turno: “Te das cuenta que estás haciendo historia en Río Turbio. Somos el primer matrimonio igualitario en la cuenca”. Ahí cayó ella y caímos nosotros.

Para nosotros era natural estar juntos. Todo el mundo siempre supo que éramos pareja, nunca lo ocultamos ni lo negamos y abiertamente lo decíamos a quien preguntara, pero en ese momento nos dio como un baldecito de agua fría de decir: “Estamos haciendo algo importante no solamente para nosotros, sino también para la historia del pueblo”.

Hicieron nuestra despedida de solteros, nos pintaron, nos disfrazaron y nos sacaron a pasear en la caja de una camioneta, hacía un frío terrible. Para el día del casamiento, un viernes, teníamos tanta gente invitada que tuvimos que alquilar un salón para hacer la ceremonia.

Eligieron el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, para casarse

Los recuerdos son todos muy emotivos. Además de estar muy felices, fueros dos días de mucha emoción, de llorar mucho nosotros, nuestros amigos, familiares. Fue profundamente emotivo.

En el civil mi hermana dijo unas palabras y leyó las de mi otra hermana, que no pudo viajar, e hicieron llorar a todo el mundo. En la fiesta todo el que agarraba el micrófono y hablaba, lloraba. No solamente era la emoción natural de una pareja que se casa, sino también era la conclusión de años y años de esperar algo que todo el mundo tenía y nosotros no, entonces verlo concretado y estar rodeado de quienes nos querían, que estaba ahí para celebrar nuestra unión y nuestra felicidad, fue realmente muy emotivo.

Miguel: En ese momento yo estaba trabajando en dos colegios religiosos y dije: ‘Se me viene la noche’. Cuando empecé a trabajar había avisado a los directivos cuál era mi condición sentimental para evitar cualquier clase de conflicto y cuando decidí casarme también. Para sorpresa mía, que iba preparado a recibir cualquier clase de rechazo, me felicitaron. Por su condición de religiosos, se reservaron su presencia en el Registro Civil, pero apoyaron nuestra decisión.

En la Cuenca Carbonífera fundaron la agrupación Casa Prisma.

También trabajaba en una escuela pública y cuando salió la ley, sabiendo que estaba en pareja, me preguntaron si me iba a casar y cuando decidí la fecha, les conté y me aplaudieron, lo festejaron. Justamente una de las razones de alquilar un salón fue que muchos de mis alumnos querían ir a la ceremonia.

A medida que íbamos organizando e íbamos a pagar algunas cosas, nos decían: “No, esto es regalo de tal”, no lo esperábamos, festejábamos que la gente nos acompañara.

Marcelo: Eso nos ayudó muchísimo porque hicimos todo muy a pulmón. Nuestra situación económica no era la mejor y nos embarcamos a hacer una fiesta que realmente no podíamos pagar, mucha gente nos ayudó, muchos estuvieron colaborando. Todo fue hecho entre gente amiga, en comunidad, eso también fue muy lindo.

LOA: ¿Cómo surge crear la agrupación Casa Prisma?

Marcelo: Pensándolo en retrospectiva, hay algo que pasó el día de nuestro casamiento que fue inconscientemente las bases de lo que estamos haciendo ahora. Cuando faltaban un par de días para el civil nos contacta una periodista para el canal local y nos dice que nos quería hacer una entrevista el día del casamiento y al principio dijimos que no, porque nos parecía una cuestión privada.

Después lo repensamos y nos dimos cuenta que es algo público, estamos representando una conquista de derechos que está beneficiando a mucha gente. Lo que vamos a lograr mostrándolo es que gente de la comunidad LGBT que no sabía si salir del armario o si iba a poder tener una vida como cualquier otra persona, al ver que había dos personas que se podían casar y podían ser felices, podían tener un poco de esperanza y decir: “Si ellos pudieron, yo también voy a poder hacerlo”.

En octubre de 2020 fundaron Casa Prisma, una agrupación LGBTQI+ independiente

Cuando nos convocaron para participar de la Mesa Provincial Permanente por los Derechos LGBTI, empecé a sentir que teníamos una responsabilidad social por ser el primer matrimonio igualitario y que había algo para devolverle a la sociedad que nos abrazó en nuestra identidad sexual y en nuestra pareja. No solamente para con el resto de la sociedad, sino también con la comunidad LGBT que venía atrás nuestro.

Nuestra intención es acompañar y ayudar, no solamente en momentos de celebración y recreación, sino sobre todo en momentos de conflictos que quizás estaban vulnerados sus derechos o que no sabían con quién hablar. Es una buena oportunidad para devolverle a la sociedad un poco de lo que nos dio y ayudar a todas esas personas de la comunidad LGBT. 

 

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