Eran las 6 de la mañana del 6 de septiembre de 2015. Unas horas antes, Marcela Chocobar y su amiga Cindy habían ido al boliche Russia de Río Gallegos para disfrutar la noche, sin saber lo que le iba a ocurrir.

También era el cumpleaños de Oscar Biott, un guía turístico que junto a su amigo Ángel Azzolini habían comprado un tequila que mezclaron con coca. Ellos empezaron a tomar la bebida en una cabaña que les habían “prestado” en la calle Gregores, a metros de la concesionaria Fiat, de nuestra ciudad capital.

Noche de siluetas” había puesto Azzolini en un estado de Facebook, en una clara referencia a un conocido diálogo de la serie Los Simpson, indicando que se trataría de una velada tranquila. Lo cierto es que no. Entre las 6 y las 8 de la mañana, terminaron con la vida de Marcela.

Luego de comenzar a beber, Biott y Azzolini fueron al pool Bola 8 y, cerca de las 6, fueron a las inmediaciones del boliche Russia a ver a las chicas que salían del boliche. Fueron a probar suerte, a ver si alguna de las jóvenes les daba bola y se “la levantaban”.

Esperamos que alguno de estos hijos de p… nos diga dónde está

Linda, ¿te llevamos?” le dijo Biott a Marcela que, momentos antes, ya se había despedido de Cindy. Ella no le contestó. “Dale, no seas mala, hablemos”, le dijo el hombre, y luego de intercambiar algunas palabras, ella accedió y se subió al auto.

Según la declaración de Azzolini, Biott iba tocándole los muslos y los tobillos a Marcela que viajaba en el asiento trasero del Renault 9, pero “en un momento creo que le tocó el bulto”, aseguró el hombre que hoy está detenido en San Julián.

El día después, las hermanas de Marcela intentaron contactarla, pero ella no atendía. Fueron al departamento que ella alquilaba en la calle Muratore, pero no había indicios ni nada que pueda decir que se había ido por sus propios medios o signos de violencia que den cuenta de un caso grave.

La denuncia por desaparición de persona y averiguación de paradero fue radicada en la Comisaría Primera, en ese momento a cargo del comisario Andrés Fernández Demársico, pero poco avanzó. Los días pasaban y la familia no tenía noticias sobre el paradero de la joven. “Fuimos primero solas, pero como vimos que la puerta estaba cerrada e íbamos a necesitar un cerrajero, llamamos a la Policía”, dijo en su declaración testimonial Graciela, una de las hermanas de Marcela.

Marcela tenía dos celulares, uno para sus seres queridos y familiares, y otro que era exclusivamente para sus clientes. El primero blanco y el segundo negro, respectivamente. Sólo uno fue encontrado en su departamento de la calle Muratore. El restante nunca se halló. Según dijo Azzolini, Biott lo tiró en la laguna Ortiz pero, tras rastrillajes, el mismo no fue hallado.

No fue hasta el 14 de septiembre cuando vecinos del barrio San Benito llamaron a la Policía porque habían encontrado un cráneo. Luego de las pericias realizadas en la Morgue Judicial a cargo del doctor Francisco Echandí, y un análisis de ADN con una de las hermanas, se supo que el mismo era de Marcela.

“Fue una decapitación post mortem realizada con un instrumento cortante con un plano de sección en la unión de la segunda vértebra cervical. La muerte no se originó en el cráneo”, indicó parte del testimonio de Echandi, reconocido profesional a nivel nacional e internacional.

Con el cráneo y las filmaciones de Russia como únicas pistas, los días posteriores, la Policía detuvo a algunos “perejiles”, personas que tenían un auto parecido al de Azzolini, pero no mucho más que eso. El 29 de septiembre de ese mismo año, agrupaciones de izquierda denunciaron que las fuerzas de seguridad eran racistas y xenófobas debido a que los detenidos por el caso eran de provincias del norte del país.

Efectivamente, nadie nunca supo cómo mataron a Marcela. Biott nunca dijo una palabra ni reconoció que la mató. Su crimen podría haber quedado impune de no ser porque debido a “necesidad de aprobación” (actitud acreditada tras la pericia psicológica) Azzolini contó a un conocido que su amigo “había descuartizado a un travesti”.

Recién en mayo del 2016, luego de nueve meses del hecho, la Policía detuvo a Biott y a Azzolini, tras un procedimiento en la cabaña donde ellos vivían. La jueza Rosana Suárez, a cargo de la causa, finalmente los procesó con prisión preventiva solamente por “homicidio simple”.

El juicio se hizo a principios de junio del año pasado en las instalaciones de la Cámara Oral N° 1 y fue encabezado por el juez Jorge Yance. Junto a él deliberaron Joaquín Cabral y Enrique Arenillas, éste último como subrogante.

Esta fecha siempre nos duele, nos toca, la extrañamos

Referentes de izquierda, feministas, incluso funcionarios públicos provinciales, llegaron al recinto para exigir el cambio de carátula y justicia para la joven trans. Finalmente, luego de años esperando, Biott fue condenado a prisión perpetua, mientras que a Azzolini sólo le dieron siete años como “partícipe secundario”. De igual manera, la condena no está firme (Ver recuadro).

Ahora bien, más allá del cráneo, ¿cómo mataron y qué hicieron con el cuerpo de Marcela? En el juicio el ahora condenado dijo que sólo peleó con ella cuando la llevó al barrio San Benito, adonde iba a juntarse con “el merquero”, según indica el expediente.
Aunque se hicieron rastrillajes con canes especializados, tanto en el barrio antes mencionado, en la cabaña donde vivían Biott y Azzolini e incluso en una precaria construcción que quedaba camino a Punta Loyola, nunca surgieron indicios sobre los restos de la joven trans.

A un lustro del crimen Judith, una de las hermanas de Marcela, dialogó con La Opinión Austral y dijo cómo pasa los días extrañando a su familiar y continúa reclamando justicia. “Espero que algún día estos hijos de p… (por Biott y Azzolini) salgan a decir dónde está el cuerpo de mi hermana”, aseveró.

“El 6 de septiembre es una fecha que nos toca, nos duele, porque ya no la tenemos, esperamos que haya gente buena que nos pueda decir dónde está Marcela, nosotros queremos tenerla para darle una sepultura, nosotros solamente la tenemos en recuerdos, le rogamos a alguien que sepa, que se apiade y nos tenga algo de compasión”, dijo emocionada Judith.

Azzolini dijo que Biott le aseguró que había tirado el celular en la laguna Ortiz

 

Por otro lado, la hermana de Marcela remarcó la línea del “tercer ADN”, una de las muestras encontradas y que nunca siguió investigada a fondo. “Es obvio que hubo un tercer involucrado, nosotros siempre decimos que fue Fioramonti (un amigo de Biott que vivía a unas cuadras, cerca de la Laguna Ortiz y al que le dictaron la falta de mérito). Seguramente si teníamos a los tres detenidos, alguno se quebraría y sabríamos dónde está el cuerpo de mi hermana”.

La hermana cree que los restos de Marcela no están muy lejos. “Debe estar enterrado por el San Benito, por donde dijo Biott que la dejó”, en referencia a la reconstrucción que se hizo entre las calles 25 y 32, en la avenida que separa al barrio antes mencionado con el Bicentenario II, cuando se celebró el juicio el año pasado.

Judith fue muy crítica con el Poder Judicial: “Desde la etapa de instrucción hubo muchas irregularidades y hay gente que dejaron libre (por Fioramonti), la verdad da vergüenza, ver cómo liberan a violadores y asesinos. Parece que la muerte de mi hermana no valió nada, da mucha bronca también”, concluyó la hermana que todavía no puede despedir los restos de Marcela.

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