Por Juan I. Martínez Dodda
Algunas familias de los que han ido poblando estas tierras han ido desapareciendo. El legado se fue desvaneciendo. Otros, por suerte, han podido mantener la llama de la producción encendida logrando una mixtura entre experiencia e innovación.

Ambos condimentos son importantes para no olvidar el camino recorrido, pero tampoco apocarse y dejar que pase el tiempo sin incorporar nuevas herramientas productivas.
En este camino está Martín Roa y su familia, incluso la familia de su mujer Ariana Avilez, que proviene de la producción de frutales y el agroturismo. Junto a sus padres, ya jubilados e instalados en el campo, Roa es productor ovino y bovino.
Su familia es de las históricas de Santa Cruz que en los años 60 fundaron El Milagro, en la zona de Perito Moreno, la familia Westerlund, inmigrantes finlandeses.
“Hasta que nacimos mi hermana y yo vivimos en el campo con mis padres y abuelos, después nos instalamos en Bajo Caracoles (Departamento Río Chico, a 130 km. de Perito Moreno), pero pasábamos todos los veranos en el campo”, recordó Roa, que actualmente dedica gran parte del tiempo a su actividad en INTA Los Antiguos donde es extensionista y el resto de su tiempo lo dedica al campo familiar, a 15 km. de Bajo Caracoles, sobre la Ruta Nacional 40.
Más lana sin perder carne
En lo que respecta a la ganadería ovina, históricamente tenían raza Corriedale, luego Merino y los últimos años incursionaron en la raza MPM (Merino Multipropósito). También tienen un pequeño rodeo de vacas Hereford, para producir terneros.
“Veníamos del Corriedale con lanas de 25 micrones y ahora con el MPM logramos lanas de 20,5 micras a 17,5 en los borregos y con corderos de 11 y hasta 14 kilos, todo gracias a la genética y la alimentación, mejoramos el ingreso de lana por animal sin perder carne”, remarcó Roa.
El cambio de la mentalidad en el uso de los mallines, ha sido fundamental
“En las dos actividades -ovina y bovina- hicimos mucho hincapié en la genética, comprando machos de buenas cabañas, también se trabajó la alimentación con suplementación estratégica, a partir del uso de balanceado y bloques multi nutricionales, además del uso intensivo de los mallines”, repasó.
Martín Roa y su mujer Ariana Avilez en los trabajos de campo.
El cambio de mentalidad para el uso de los mallines ha sido fundamental: “Apotrerarlos, hacer sectores más chicos durante menos tiempo con periodos largos de descanso”. Roa también ponderó la incorporación de perros protectores “algo que han hecho varios productores por los problemas de depredación que van en aumento”.
Explicó que el avance de áreas protegidas de la minería “hace que queden campos donde la fauna nativa, pumas y zorros, explota y va a campos vecinos”.
El campo es chico para las extensiones que se manejan en la Patagonia, unas 17.000 hectáreas en donde llegaron a tener 5.000 animales, pero hoy no se soportan más de 3.000. “Tratamos de mantenernos en ese número, pero nos han tocado años secos y una mala señalada como la que tuvimos hace unos años nos requiere 4-5 años para reponernos, y en eso estamos”, refrescó Roa.
¿Costo o inversión?
“Para nosotros (suplementar) es una inversión, lo hacemos con un esfuerzo financiero importante, de hecho, no lo hacemos todos los años pero sirve, sobre todo en los años que vienen con primaveras secas, que hace que ya en agosto-septiembre no tengas pasto, y te queda un bache de un mes hasta octubre-noviembre que es el pico de producción de nuevo, ahí, hay que suplementar estratégicamente”.
La suplantación ha ido evolucionando, al principio los animales comían de la misma bolsa, después compraron unos comederos de lona y ahora armaron unos comederos caseros de autoconsumo con tachos de chapa y una cubierta de camión cortada.
Desafíos
Cuando mira hacia adelante, y se plantea desafíos, Roa apunta sin dudarlo a “facilitar las tareas en el campo”. ¿Cómo? “Buscamos tecnologías y sistemas que permitan hacer un manejo más dinámico, por ejemplo, apuntamos a tener la mayor cantidad de cuadros posibles, más chicos, para facilitarnos el control y manejo de la hacienda”, relató Roa.
Así, además, se pueden ver todos los animales en poco tiempo. Para eso, también incorporaron la moto como vehículo de trabajo.
Otro de los desafíos para Roa y su familia es completar los papeles para calificar a algunas de las certificaciones de procesos, de bienestar animal y lana sustentable, “algo que demanda el mercado y tenemos que hacer”.
Genética y alimentación, claves para mejorar el ingreso de lana por animal sin perder carne
Roa también mencionó el trabajo con otros productores en ámbitos como la Sociedad Rural, para abordar problemas comunes. Asimismo, ponderó la creación del Instituto de Promoción de la Ganadería (IPG), “algo que ya ha generado avances y a futuro creo va a tener mayor impacto”.
Cerezas con aroma de (su) mujer
Ariana Avilez, la mujer de Roa, lleva adelante “La Querencia” una chacra familiar que pusieron en marcha sus abuelos hace más de medio siglo y que hace unos años también es emprendimiento agroturístico.
Desde los últimos días de diciembre hasta la primera semana de enero se cosechan cerezas “que este año vino muy linda para todos los productores del valle, porque no hubo heladas en los momentos críticos y plantas bien cargadas desde la base hasta la copa”.
Después vienen los corintos, la frambuesa, el damasco y al final del verano pera y manzana, entre otros frutos que producen allí. Con estos productos luego se hacen dulces caseros.
“En Los Antiguos, perdimos una temporada y media de turismo y esta temporada, que pintaba mejor, justo tuvimos un brote fuerte de Covid en la localidad que nos agarró de mitad de diciembre en adelante y hoy nos tiene complicados”, lamentó Roa.
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