Una sensación térmica de -22°C, voladeros de nieve y calles bloqueadas eran el escenario del jueves 27 de julio de 1995 en Río Gallegos. Los primeros copos habían comenzado a caer la noche anterior y aquellos que se fueron a dormir temprano, amanecieron con un escenario totalmente inesperado.
Cuando la estación más fría del año llega, ese evento meteorológico es evocado y cuando todo se cubre de blanco, como lo está ahora hace ya una semana, la pregunta vuelve a aparecer: “¿Te acordás de la nevada del 95?“.
Hace 28 años, mientras Santa Cruz vivía uno de los eventos meteorológicos más dramáticos de su historia, a más de 3 mil kilómetros, en Chaco se disfrutaba un “verano” con 34°C.
Desde la capital de Chaco, Resistencia, en 1989, habían llegado Juan Bernardo Martínez y Roberta Lemos con sus cuatro hijos. En Río Gallegos nacería el quinto.
Los memoriosos saben que previo al del 95, hubo un temporal en 1933, pero era demasiado lejos en el tiempo como para que los Martínez pudieran imaginarse que algo así podía sorprenderlos en su nuevo hogar.
Roberta de 40 años tenía cinco hijos: Alejandra de 23 años, Adolfo de 18, Mariela de 17, Rubén de 11 y Martín de 2 y medio, y Alejandra, dos hijas: Natali de 5 y Araceli de 2 y medio.
“Amanecimos con la nieve, no lo esperábamos. Para nosotros, que no somos de acá, era la primera vez en la historia. Nos sorprendimos con la altura de la nieve acumulada”, recuerda Roberta a La Opinión Austral.
Su esposo, que había migrado en busca de oportunidades laborales, había conseguido trabajo como encargado de la chacra de Bancruz, a un poco menos de 10 kilómetros de la ciudad. En las dos semanas de receso invernal, su esposa e hijos dejaban su casa en el barrio 240 Viviendas y lo acompañaban en la chacra.
Así los halló “la nevada del siglo”, en familia.
“Mi marido se fue al patio, no había agua, se había escarchado todo, tampoco había gas. Ahí empezamos a llevar hielo a la casa para descongelarlo y hacer la leche”, cuenta.
“Nos levantamos y teníamos la nieve tapando la puerta. La chacra es como un pozo y la casa estaba ahí. Mi papá quiso abrir la puerta y no podía porque estaba tapada de nieve, entonces empezó como a sacar un poco con escurridor”, detalla Alejandra, la mayor de los cinco hijos.
Los siete (NdR: Adolfo estaba en la Marina) integrantes de la familia Martínez estuvieron aislados durante horas, calculan que fueron ocho. No temieron porque confiaban en que el único vecino que tenían les enviaría ayuda.
“Teníamos un vecino que trabajaba en la municipalidad, él fue quien nos socorrió. Fue una odisea porque nos sacaron con los vehículos del Ejército, subimos al Carrier y era salir de ahí sí o sí“, afirma Alejandra.
“Tuvieron que entrar (al predio), había camiones y camionetas. Nos sacaron y nos llevaron hasta la ruta, donde nos esperaba otra camioneta que nos llevó al gimnasio Rocha”, agrega.
En el albergue del gimnasio Juan Bautista Rocha había cerca de medio centenar de evacuados. Allí, los Martínez permanecieron una semana. “Compartimos con los chicos, teníamos una cabezuda y un cabezudo, los dos más chicos, que teníamos que cuidarlos y estar ahí”, comenta Roberta entre risas.
A su casa en el barrio 240 Viviendas no podían regresar. “Era imposible poder entrar, los caminos estaban todos cerrados, estaban limpiando las calles. Nos tenían en el gimnasio hasta que pudiéramos ir a nuestra casa”, suma Alejandra.
La mamá de cinco hijos asegura que durante esa semana: “Estábamos tranquilos, en lo que más pensaba era en mi marido, él estaba solo, se había quedado cuidando la chacra, era su trabajo y no podía dejar el lugar abandonado, tenía que quedarse”.
Después de una semana, los Martínez pudieron regresar a su casa, pero pasó un mes hasta que lograron reencontrarse con el padre de familia.
“Siempre nos acordamos de esa semana. Tenemos anécdotas de adentro del Rocha cuando los chicos eran chicos, había un montón de gente. Nos tocó estar con otras personas que eran de zona de chacras y se juntaron todos los chicos. A los chicos, que no se acuerdan, les contaba de las odiseas que hacían cuando se trepaban, ya no veíamos las horas de ir a la casa“, recuerda entre risas la mayor de las hijas de Roberta y Juan.
¿Nueva nevada?
La de 1995 fue la nevada del siglo XX… ¿Podría haber una del siglo XXI? “Creo que sí, pero estamos más preparados, no fue como en el 95 que no teníamos la comunicación que hay hoy. La ciudad creció un montón, mirá lo que es el barrio San Benito. Antes la ciudad terminaba en la Italia, hoy ya no”, dice Alejandra.
“Se puede dar, cómo no. Ahora por lo menos uno se prepara más para cómo va a estar el tiempo. Ese día en la mañana nos levantamos a ver cómo estaba y la nieve pasaba la puerta. Hoy ya sabemos qué es lo que va a pasar la semana que viene, si va a llover o no”, suma Roberta.
Cada vez que nieva, los Martínez recuerdan la nevada del 95. “Todos los años pasamos un poquito de lo que pasamos ese 95”, dice Alejandra con referencia a las dificultades para transitar.
Los Martínez no tienen fotografías de aquella nevada, pero conservan el ejemplar de La Opinión Austral. “Tenemos presente que salimos en la tapa, hasta tenemos guardado el diario original. Además, la foto recorre el país, siempre alguien te llama y te hace acordar”.
Cuando alguna persona menciona la nevada, dice Alejandra que siempre es un revival. “Es recordar todo lo que vivimos ahí, cuando nos sacaron hasta la ruta y el no saber adónde íbamos a ir a parar”.
La nevada es parte de las anécdotas de la familia Martínez. Hoy siguen pasando de generación en generación los recuerdos de aquella odisea que vivieron durante la nevada del siglo, en la que fueron protagonistas y que quedó inmortalizada en la tapa de La Opinión Austral.
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