Internet cambia vertiginosamente, al punto que la gente de 30 años añora las primeras épocas de la web. La periodista franco-marroquí Marie Le Conte, es una de ellas. En su reciente libro “Escape. Cómo una generación dio forma, destruyó y sobrevivió a internet“, analiza la evolución de la Red en las dos primeras décadas del siglo XXI y cómo el cambio de cultura posicionó a influencers y al consumismo extremo como parámetros del éxito.

 

El resultado es una útil historia cultural de la vida online: ”Internet es como un viejo gran bar. Lo descubres por accidente, ves que es maravilloso, se lo dices a tus amigos, que se lo dicen a lo suyos, las bebidas se vuelven más caras, se llena cada noche y sientes que era grande porque casi nadie lo conocía”, escribe Le Conte.

Marie Le Conte, autora de “Escape. Cómo una generación dio forma, destruyó y sobrevivió a internet”

La autora de “Escape” vive en Londres desde 2009, donde trabaja en periodismo político. Su vida en internet empezó de adolescente en blogs sobre música indie y, rápidamente, la red se convirtió un lugar anónimo que le permitió encontrar amigos, cierta fama y hasta sexo.

Hoy sin embargo no se siente tan a gusto en este universo  online. Aquel desorden desapareció en favor de algoritmos, influencers y un consumo más pasivo. “Internet no era la vida real y ahora ya sí”, explica.

 

Internet como refugio para los frikis

“He identificado dos períodos de internet”, explica Le Conte, “en mis años de formación era en gran medida un lugar para personas que no eran muy avispadas en la vida real: eran muy raros, no tenían muchos amigos y sus pasatiempos eran extraños”. La autora se incluye en esa lista: “Así que todos terminamos en ese espacio diferente porque en la vida real no nos estaba yendo bien”, añade.

Esos años fueron para una microgeneración nacida entre 1985 y 1995 aproximadamente. Fueron los que compartieron adolescencia con la Red, creada en 1989. Ya era un lugar popular, ya existían incluso Amazon, Google y nacía Facebook, pero la vida estaba en foros y blogs que además se leían solo en el ordenador de casa.

En la segunda década, todo cambió: “La segunda fase comenzó probablemente a principios de 2010. Fue cuando literalmente todos los demás se nos unieron. De repente, pasar todo el tiempo online se convirtió en algo completamente normal”, recuerda.

Fue cuando “invadieron” el bar. Estar en internet ya no era especial. Esa distinción entre digital y real se fue reduciendo hasta cero: “La vida real e internet a principios de 2020 finalmente se fusionaron por completo en un solo mundo”, dice. Todo lo que ocurre o se dice en internet ya es real, tiene consecuencias en el trabajo o en la vida privada y queda vinculado a tu identidad para siempre.

 

El anonimato en la red y el distanciamiento de la vida real

La microgeneración afortunada de la periodista vio los últimos respiros de la era anterior. Además, eran bastante jóvenes como para usar internet como un laboratorio controlado de adolescencia. Primero, eran anónimos: “Teníamos esta capacidad infinita de reinventarnos. Debido a la cultura en ese momento, no usabas tu nombre real en línea, pero también podías usar seudónimos distintos en MySpace y en un foro en Messenger”.

Y segundo, ese anonimato conllevaba que la distancia entre vida digital y real fuera enorme. Nada salpicaba el otro lado: ”Hice muchas cosas estúpidas online cuando era joven y participé en muchas peleas estúpidas. Ninguna llegó nunca al mundo real”.

La era del ‘streaming’ para la pornografía fue un cambio más grande que internet en general

 

El capítulo sobre el descubrimiento del sexo y el porno es quizá el que mejor ilustra este salto entre aquel internet y el actual. Con 12 años, en 2003, Le Conte y un grupo de amigos jugaron a un concurso para “encontrar el porno más raro de internet”. Los resultados hoy serían imposibles de describir en un portal web. Pero en la época dieron con vídeos protagonizados por una trucha congelada, hombres disfrazados de pterodáctilo (de cintura para arriba) y una cabeza podrida de oveja (la periodista ganó con este).

La periodista recuerda aquellos descubrimientos como algo positivo para su formación. Le ayudó a descubrir ese mundo, con la colaboración de su madre, que le respondía cualquier pregunta que tuviera. No le parecía una influencia terrible.

Le Conte ve también una separación generacional: “Cuando era niña, la pornografía estaba en todas partes, pero era en ventanas emergentes o imágenes o vídeos que tardaban un millón de años en descargarse. Mientras que si hubiera sido cinco años más joven, de repente todas las páginas de pornografía estaban ahí. Esta era del streaming para la pornografía fue un cambio más grande que internet en general, porque el sexo siempre ha estado en internet a lo largo de la historia. Pero ahora es cuestión de volumen”, explica.

La llegada de los influencer cambió todo

La autora advierte varios momentos progresivos y difíciles de acotar: cuando todos saltamos a Facebook, cuando Tumblr dejó de ser una red de nicho. Sin embargo, el momento clave fue cuando los blogueros dejaron paso a los influencers. Sobre este paso, Le Conte tiene una teoría elaborada: “Si eras bloguero lo hacías porque te gustaba compartir tu vida en exceso y hacer amigos online. Mientras que los influencers quieren dinero, quieren éxito y fama en la vida real. Esto muestra el cambio en la cultura de internet: de querer escribir mis pensamientos y, con suerte, conseguir algunos seguidores, a ser básicamente un fracaso si las grandes marcas de moda no te envían miles de euros en ropa”.

Pero su hipótesis más refinada sobre el momento en que internet se convirtió en el mundo real es “cuando llegaron los lindos”. “Hay estudios que muestran cómo las personas atractivas tienen una vida más agradable. Eso está en los datos, no invento nada”, asegura.

El principio, en una red pre-Instagram, esta prevalencia no existía. “El auge de Instagram marcó ese cambio: ’Oh Dios, lo estamos haciendo de nuevo, hemos reinventado que la gente guapa es popular’. Son hombres y mujeres, y son realmente hermosos y aburridos, y fue como si internet se volviera la típica película de instituto estadounidense”.

El algoritmo te quita poder de decisión

Le Conte usa Twitter, Instagram, Tumblr y la mayoría de apps comunes, pero marcó TikTok como su frontera: “No me gusta. Nunca voy a tener TikTok en mi teléfono porque lo intenté y odio que no permita buscar o ver lo que quieras. Está totalmente impulsado por algoritmos. Es increíblemente frustrante. Yo soy el humano. Puedes sugerirme cosas, pero no puedes dictar lo que veo”, dice. El uso más habitual de TikTok no se centra en a quién sigues o en temas específicos preferidos, sino por lo que el algoritmo decide.

En su libro explica cómo los algoritmos que recomiendan anuncios u otro contenido han entrado en su vida. Como lectora original de blogs, que dependían básicamente de la voluntad del usuario, ve los motores de recomendación controlados por algoritmos como un añadido innecesario, aunque simpático. Para la periodista, su algoritmo es “como un animal de compañía”.

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