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“El voto de cada uno es un compromiso con el futuro, con la vida, con sus hijos“, dijo Raúl Ricardo Alfonsín en el marco de lo que eran las elecciones legislativas de medio término en 1985. Hoy, casi 40 años después, aquella frase cobra más envergadura, a la luz de los resultados electorales de este domingo 22 de octubre.
En Santa Cruz el voto en blanco “ganó” las elecciones para diputados y senadores nacionales. En el primer caso cosechó el 34% de los votos totales emitidos, mientras que fue el 32% en el caso de la categoría a senador nacional.
El partido Por Santa Cruz fue la lista más votada en ambos casos, ubicándose detrás del voto en blanco con el 29% en la primera categoría y el 30% en la segunda. Detrás quedó Unión por la Patria con el 23% y el 24% respectivamente.
En el caso de la elección a presidente, donde Sergio Massa de Unión por la Patria fue el más votado en la provincia, el voto en blanco fue mínimo, llegando apenas al 6%, contra el 35% de UxP y el 33% de La Libertad Avanza.
Sólo los positivos
El voto en blanco, que algunos ven como la salida para expresar la insatisfacción o el voto “bronca” por parte de los ciudadanos a la hora de determinar los resultados que marcarán la distribución de bancas (en el caso de las legislativas), es a la postre como si no existiera.
Tanto los votos blancos como los nulos se equiparan a los “ausentes” y no son tenidos en cuenta para calcular los porcentajes finales de los candidatos. Lo que quiere decir que el triunfo del que sale primero se profundiza, al poder ostentar porcentajes mayores a los que realmente obtuvo.
De esta forma, la lista de Por Santa Cruz, que en realidad fue votada por el 29% de los electores que concurrieron el domingo 22, se consagró ganadora con el 44,99% y en el caso del Senado 46,12%. En tanto que Unión por la Patria cosechó el 36,81% y el 35,89% respectivamente. La diferencia entre unos y otros porcentajes se explica, precisamente, en ese universo de votos en blanco que no fue contemplado.
En el balotaje
Camino al balotaje, uno de los grandes desafíos de los dos candidatos que se disputan la presidencia es que la gente no sólo asista a los comicios, sino que también su voto sea “positivo”. Es que en el medio de quienes se definen por uno o por otro, hay otros tantos que plantean no votar a ninguno. Incluso hay partidos y frentes que impulsan esa postura. Algunos comunicadores y referentes partidarios hablan del voto en blanco como la “tercera opción“, pero eso, a la hora de las urnas, es erróneo.
Según la ley electoral, tal como ocurre en las generales, los votos en blanco no se cuentan como votos afirmativos en el balotaje, lo que significa que no se suman al total de votos que reciben los candidatos. Los votos impugnados y anulados tampoco se suman al total de votos afirmativos. En este sentido, el universo de votos válidos se reduce, lo que podría favorecer al candidato que haya obtenido más votos afirmativos.
Y aunque el “no votar a ninguno” debe ser tomado como una “señal“ de disconformidad por los sectores involucrados en el balotaje, la realidad es que termina siendo una expresión “efímera” y sin resultados concretos en términos electorales.
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