Celina, la menor de los tres hijos de Ramón Torres Molina y Celina Lacay, nació en La Plata en 1974, mismo año en que se mudaron a Río Gallegos.

En la capital santacruceña, Torres Molina fue asesor directo del gobernador Jorge Cepernic, tiempo después sería fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Santa Cruz, mientras que Lacay era profesora de Historia y enseñaba en el Instituto María Auxiliadora, el Colegio Ladvocat, el Centro Polivalente de Arte y el Instituto Universitario.

Celina Torres Molina sostiene una de las obras de “Ellas saben”, muestra que se expuso en marzo-abril de 2023 en la Biblioteca 28 de Noviembre. Foto: Walter Díaz

 

Cuenta a La Opinión Austral que de sus primeros dos años no tiene recuerdos y que los siguientes transcurrieron entre casas de familiares y visitas a la cárcel. Desde la detención, Celina maternó a sus tres hijos. Hace poco más de 10 años, la más chica comenzó a recuperar y reconstruir la historia de su mamá y sus compañeras presas políticas, que plasmó en la muestra “Ellas saben”.

LOA: ¿Qué pasó el 24 de marzo de 1976 en tu casa?

Celina Torres: Vivíamos en unas casas que les daban a los funcionarios, hoy son oficinas del Estado. Esa misma noche del 76 a mi papá lo detienen, entran los militares y se lo llevan.

Mi hermano Javier (NdR: tenía tres años y medio) tiene un escrito de esa noche, el primer recuerdo nítido que tiene es de cuando entran y se lo llevan. Recuerda a los militares con una ametralladora que golpea la luz, el movimiento y mi papá que sacaba el bolso para sacar cosas del placar.

 

REENCUENTRO. Celina Torres Molina y Maritza Stirnemann en Río Gallegos. Foto: Walter Díaz

Mi papá era hijo único, toda nuestra familia estaba en La Plata y mi mamá no quería irse de Río Gallegos porque sino él se iba a quedar solo.

Él cuenta que cuando lo detienen, les va marcando el camino a la cárcel a los militares, por su trabajo se lo sabía de memoria. A la vez, iba viendo cómo los militares iban tomando los edificios públicos y cómo empezaba la dictadura.

Celina Lacay daba clases en el IMA, el Colegio Ladvocat, el Polivalente y el Instituto Universitario

A los meses a mi papá lo trasladan a la cárcel de Rawson, donde queda alojado durante casi toda la dictadura (NdR: el último año y medio estuvo en la Unidad 9 de La Plata).

El 3 de junio del 76 a mi mamá le llegó una citación de la Policía. Mi papá era compañero con Orlando Stirnemann, él ya estaba detenido. Mi mamá y la mamá de Maritza (Stirnemann) se veían cada tanto y mi mamá le dijo a su mamá que se quedara con nosotros, que en un rato volvía, se fue a la comisaría y ahí la detuvieron y la trasladaron a La Plata. A su detención la habían pedido desde La Plata.

 

Una de las cartas de Celina Lacay a sus hijos, fechada el 9 de julio de 1977 o 1978. Foto: gentileza familia Torres Molina

Fue alojada en la Comisaría 1 y 60 Coordinación Federal y después pasó a la Comisaría 8va en Villa Elvira, entre los dos centros clandestinos de detención estuvo alrededor de dos meses. Al poquito tiempo pasa al Penal de Olmos, ahí es “blanqueada” como presa, puesta a disposición del Poder Ejecutivo y trasladada a la Cárcel de Villa Devoto, donde está seis años.

Mientras tanto, nosotros estábamos en Río Gallegos, en la casa de la familia Stirnemann, y nos va a buscar el doctor Paradelo. Mi papá y el doctor Paradelo habían estudiado juntos en La Plata, se habían conocido en la facultad y se habían hecho muy amigos. El doctor Paradelo no tenía ninguna militancia política, como sí la tenían mi papá y mi mamá, pero sí se tenían mucho respeto.

Las familias Stirnemann y Paradelo nos cuidaron y nos salvaron

Él se había enterado que quizás lo iban a detener, pero no quería irse porque no quería dejarnos a mi mamá y a nosotros tres solos. Le había pedido al doctor Paradelo que si le llegaba a pasar algo, la llevara a mi mamá con su familia, que la ayudara. El doctor nos fue a buscar, nos llevó a su casa y nos quedamos con su esposa, con su hijo mayor Mario y con una abuela.

Con todo el riesgo, el doctor Paradelo se va a La Plata a avisarle a la familia. Fue por tierra porque ir de otra manera era peligroso. Nosotros pensábamos que habíamos estado una semana en la casa del doctor Paradelo, pero aparentemente fue más tiempo, entre que pudo ir, encontró a la familia y que mis abuelos paternos nos pudieron ir a buscar, todo eso tardó bastante tiempo.

RECUERDO. Mamá Celina y papá Ramón junto a Celina, Javier y Lucrecia en su última foto familiar en Río Gallegos. Foto: gentileza familia Torres Molina

Él corrió un riesgo por la palabra que le había dado a mi papá. Los Paradelo tomaron un riesgo. Contaba Mario que su madre y la casa estuvieron mucho tiempo vigiladas. Destaco y agradezco a las familias que nos cuidaron y de alguna manera nos salvaron, no sé qué hubiera pasado con nosotros.

Después de que nos vienen a buscar nuestros abuelos paternos, Ramón Torres Molina y María Villa Abrille, nos instalamos en La Plata. Al principio vivíamos en la casa de mi tía “Coca Lacay, con su marido y sus tres hijas, mi abuela materna se fue a vivir a la casa de mi tía para darle una mano con nosotros. Nos dividíamos entre las casas de mi abuela materna y de mi abuela paterna, vivíamos como si fuésemos hijos de padres separados.

A mi mamá la podíamos ver porque estaba relativamente cerca. Mi abuela hacía el esfuerzo de llevarnos cada vez que podía, todas las semanas o cada 15 días, mantuvimos un vínculo, no así con mi papá que estaba muy lejos.

LOA: ¿En Río Gallegos, vieron a tu papá en la cárcel?

CT: Mi papá cuenta que íbamos a verlo cuando estaba detenido. Cuando lo detienen, yo tenía dos años y cuando vuelvo a verlo, tenía seis, era una persona desconocida.

Si bien nos mandábamos cartas, no era seguido, por las distancias tardaban mucho tiempo en llegar. Tampoco había tantas fotos como hay ahora, entonces me imaginaba a alguien como yo me lo quería imaginar, rubio y de ojos claros… mi papá es bien morocho.

PRIMEROS AÑOS. Celina junto a su papá, Ramón Torres Molina. Foto: gentileza familia Torres Molina

Cuando por fin nos pudieron llevar a verlo, me dejaron entrar a mi primera por ser la más chiquita. Había que pasar por ese pasillo donde están los presos y ver cuál era mi papá, a ver si me reconocía, pero seguí de largo; él, en vez de llamarme por mi nombre, me llamó por el nombre de mi hermana Lucrecia, es que en ese momento yo tenía la edad de ella cuando lo habían detenido.

Ella pudo seguir maternando a través de las cartas que nos escribía

Era una visita a través del vidrio y se hablaba a través de esos locutorios redondos. Me acuerdo de estar sentada frente a él y callada, porque no sabía qué decirle.

LOA: ¿Cómo eran las visitas a tu mamá?

CT: Me acuerdo de las requisas. La veíamos a través del vidrio, en visitas de contacto recuerdo haberla visto tres o cuatro veces, al principio no se permitían.

Lo que hacíamos mucho era escribirnos, todas las semanas. Un poco las cartas permitieron que ella pudiera seguir maternando y todo lo que nos contaba en ellas, me enteré cómo había sido el día de mi nacimiento porque me lo contó en una carta, me enteré cómo habían pasado cosas familiares o cómo era nuestra vida en familia en Río Gallegos.

Durante los años en que Celina Lacay estuvo detenida, todas las cartas que recibía y enviaba a sus familiares eran censuradas. Foto: gentileza familia Torres Molina

Ella nos contaba que cuando yo era chiquita y usaba pañales, no se los podía olvidar afuera porque al otro día estaban congelados. También que como estaba acostumbrada al frío, las veces que venía a La Plata sufría mucho el calor y transpiraba un montón, me fue contando todo sobre nuestra corta vida en familia que habíamos tenido en Río Gallegos, por eso para mí siempre fueron tan importantes las cartas, por eso las retomé cuando fui madre (NdR: es mamá de MorenaJoaquín y Ana), me hizo un “clic”, las empiezo a juntar, a las de mis hermanos, de mi papá, empiezo a releer, a clasificarlas y a hacer este trabajo.

Cuando mi mamá sale de la cárcel, después de haber estado seis años detenida, sale con una enfermedad terminal, vive cuatro años más y después fallece. En esos cuatro años hizo un montón de cosas, volvió a trabajar a la Facultad de Humanidades de La Plata, de donde era egresada, ganó una beca y escribió un libro: “Sarmiento y la formación de la ideología de la clase dominante”. En ese corto tiempo, tengo la sensación de que ella volvió a rearmar su vida y siempre con amor, siempre contenta, es la imagen que tengo y por eso la quiero mostrar así en mi muestra.

Tarjeta por el Día de la Madre. Foto: gentileza familia Torres Molina

LOA: ¿Cuántos años tenías cuando salió de la cárcel?

CT: Ella sale en septiembre del 81 y mi papá, en enero del 82. Cuando a ella la detienen yo tenía dos años, cuando a ella sale, tenía ocho y cuando fallece, tenía 12. Fue mucha ausencia con mucha presencia, mi mamá no estaba, pero a la vez estaba y de hecho ahora mi mamá no está, pero a la vez está en la muestra, en el libro que pudimos publicar, en esta nota, está muy presente a pesar de la ausencia.

Cuando estaba detenida, también estaba muy presente, de la manera que podía, muy presente siempre.

LOA: ¿Entendías que tus papás eran presos políticos?

CT: Era tan chica que no lo entendía, pero una de las cosas que tengo que agradecer es que a nosotros siempre nos dijeron la verdad, nunca nos dijeron: “Tus papás están de viaje”, siempre supimos que nuestros padres eran presos políticos y eso era lo que yo repetía sin entender. A todo el mundo le decía que mis padres eran presos políticos, sin saber lo que significaba.

 

HERMANOS. Celina (2), Lucrecia (7) y Javier (3 y medio), meses después de la detención de sus padres. Foto: gentileza familia Torres Molina

Cuando era chica tenía un imaginario de que mis padres estaban presos porque habían quemado unos libros, lo repetía con mucha naturalidad.

Me apegué mucho a la figura de mi abuela Celina, suplanté, de alguna manera, la figura de los padres. Cuando mis padres salen en libertad y nos pudimos ir a vivir juntos, tenía miedo de no ver más a mi abuela, me acuerdo de esa sensación.

De grande comencé a ser consciente de todo lo que había pasado. Cuando mi mamá fallece, no podíamos hablar mucho porque nos causaba mucho dolor. Cuando empecé con esta muestra, empecé a sacar todo y a poder contar, a la vez fue muy gratificante para mí y para mi familia.

Era una resistencia ante la dictadura, una resistencia del amor

Empecé a enterarme cosas que no sabía y a conectarme con compañeras de mi mamá que tienen una colectiva que se llama Expresas políticas.

En Villa Devoto estuvieron alrededor de 1.200 presas políticas de todo el país. Mi mamá era una de las presas más grandes y una de las pocas que estaba recibida, daba clases clandestinas de historia. La compañera que era maestra enseñaba lo que sabía, la que sabía bordar, enseñaba a bordar y así armaban entre ellas una resistencia amorosa. Era una resistencia ante las adversidades, ante la dictadura, una resistencia del amortodo lo hacían entre todas, todo era solidaridad. Ahora lo viven de la misma manera, cuando me ven se alegran y me abrazan como si me conociesen de toda la vida, por más que sea la primera vez que me ven. Hay algo implícito que se gestó en Villa Devoto que aún hoy perdura.

LOA: ¿Cómo se va armando Ellas saben?

CT: Cuando me recibí de profesora en Artes Plásticas no me interesaba ser licenciada, me interesaba hacer la tesis. Quería hacer algo con la temática de las cartas de las presas políticas, pero no encontraba la manera de contar la dictadura. Hasta que en un momento me hizo un “clic” y me di cuenta que no era “ella sabe”, no era solamente mi mamá, sino también “ellas saben”, sus compañeras, esa frase la saqué de una poesía que escribió mi madre estando detenida.

En sus cartas, mi mamá decía que cada compañera que salía en libertad, salía con un mandato: que vaya a tomar cerveza a una plaza, que coma una pizza, que se ponga un vestido.

“Me gusta trabajar con objetos que me regalan, que junto, que encuentro y que después resignifico”, dice Celina Torres Molina, sobre “Ellas saben”. Foto: Walter Díaz

Cada mujer que hago en la muestra tiene algún detalle. Sé que a mi mamá le gustaban las flores, los vestidos, las obras tienen muchas cosas familiares, hay vajilla rota de mi abuela. Las cabezas de las mujeres son pastillas de freno. Me gusta trabajar con objetos que me regalan, que junto, que encuentro y que después resignifico.

En cada uno de los cuadros hay textos que mi mamá escribió estando en libertad, que es lo que retomo para hacer mi obra, parto de la obra de mi mamá para hacer mi obra, es una obra de la que formamos parte las dos.

LOA: ¿Qué respuesta recibe?

CT: Todavía no soy muy consciente, esta es una historia privada que pasó a ser pública, esto pasó porque en determinado momento decidí ser testimoniante.

FAMILIA. Javier, Celina, Ramón Torres Molina y Lucrecia hoy. Foto: gentileza familia Torres Molina

Con mi familia sostenemos que el hecho de que ella haya salido enferma también es una de las causas de la dictadura militar, estando detenida nunca fue a ver a un médico, tampoco ninguna de sus compañeras. Que mi mamá no esté acá es una de las causas de la dictadura militar, por eso decidí ser testimoniante, contar la historia de mi mamá, que ella no pudo contar, y visibilizar todo el trabajo amoroso que hacían, a pesar de estar en las peores condiciones en un lugar espantoso.

Siento que mi mamá estaba detenida, pero a la vez era libre a través de su escritura, a través de lo que había estudiado y que pudo poner en palabras con el libro que hizo. Con mi familia editamos en pandemia “Los Cercos”, tiene 12 cuentos y poesías, ocho los escribió estando detenida. El libro es histórico porque está hecho en un contexto de encierro, habla sobre la historia argentina, que era una de sus pasiones.

Toda la correspondencia era censurada, aún así pudo escribir un libro que hablaba sobre Malvinas, escribir cuentos que salieron de la cárcel. De cada cuento hacía dos copias, una se la mandaba a mi papá por carta a la cárcel y otra quedaba en manos de sus compañeras.

Lo que pasa con la muestra es maravilloso, siempre. Creo que es muy importante ser testimoniante y contar cómo sucedieron las cosas, cómo fueron nuestras infancias. Muchos, jóvenes sobre todo, no tienen idea cómo es durante toda tu infancia ver a tus padres a través de un vidrio. Ellos estaban detenidos por razones políticas, no porque hubiesen hecho algo malo, sino por querer un país mas inclusivo para todos.

“Ellas saben” en la Biblioteca de la Cámara de Diputados de Santa Cruz 28 de Noviembre. Foto: Walter Díaz

Al principio estuvieron cuatro años sin poder escribirse porque no estaba permitido hacerlo de una cárcel a la otra, así que nosotros y mis abuelas éramos el medio de comunicación entre ellos. En una de las cartas que leí hace poco, mi papá, que siempre fue una persona muy optimista, le decía que ellos tenían que estar contentos por el momento histórico que habían podido vivir. Me admira eso, él, estando detenido, sin poder estar con sus hijos, sin poder escribirse ni ver a su mujer, estaba orgulloso de lo que estaba haciendo por el país y del momento histórico que estaban viviendo. Todo ese orgullo lo siento así, estoy muy orgullosa de mis padres.

Siempre hablo de mi mamá y me siento con culpa porque no hablo de mi papá, pero él puede contar su historia, fue abogado de Abuelas, ha tenido la suerte de encontrar un montón de nietos y nietas, él pudo contar su historia, cuento más sobre mi mamá porque ella no pudo. Siento que tengo la necesidad de seguir con el legado de mi mamá, visibilizar su libro, sus poesías, sus cartas y el trabajo que hacían en la cárcel.

Siento que este es mi aporte para seguir con memoria, verdad y justicia.

LOA: ¿Qué mensaje querés transmitir con la muestra?

CT: Me gustaría transmitir lo que siento que me transmitió a mí y a mis hermanos, cómo esa generación, aún en las peores circunstancias, podía seguir haciendo cosas lindas, cómo pudieron ver un poco más allá de ese momento que estaban viviendo.

Celina Torres Molina en la inauguración de la muestra en la Biblioteca 28 de Noviembre, frente a ella, los libros “Sarmiento y la formación de la ideología de la clase dominante” y “Los cercos”, escritos por su madre. Foto: Walter Díaz

La muestra es todo el trabajo amoroso que hacían las presas políticas: mi mamá y sus compañeras se sostenían entre ellas.

Quiero que se conozca lo que pasó y que se visibilicen otras infancias como la nuestra. Cuando empecé con este trabajo tenía la sensación de que no se hablaba mucho de los presos y las presas políticas, ahora se habla más, hay más información, sentía que en ese momento la sociedad no era del todo consciente de todas las secuelas que había dejado la dictadura. Que mi mamá no esté hoy acá es una secuela, tenía la necesidad y tengo la necesidad de que se sepa y no se olvide.

EL PRIMER RECUERDO NÍTIDO DE JAVIER TORRES MOLINA

¿Se puede saber cuál es el primer recuerdo nítido que conserva cada uno en su memoria? ¿Y se puede conocer a ciencia cierta su fecha?

Yo sí sé. Recuerdo estar acostado en mi cama, la parte de abajo de una cucheta. Veía a mi papá entrando y saliendo de la habitación que compartíamos con mis hermanas. Ya estaba vestido y, como siempre, se lo veía tranquilo. En cambio mi mamá iba detrás nerviosa y tenía puesta una bata sobre su camisón.

Desde mi cama casi recto a la cabecera veía la puerta por donde entraban y salían. Antes de esa puerta estaba la cuna donde dormía mi hermana más chica -la más grande lo hacía en la parte superior de la cucheta-. Al lado de la entrada y enfrente de las camas estaba el ropero, de donde mi papá sacó un pequeño bolso de color marrón que se encontraba en el extremo superior derecho. De la habitación lo único que recuerdo es esa situación; mis juegos en la pieza, mis cosas o los colores de las paredes o las cortinas – si es que había alguna ventana- no los tengo presente. En realidad tampoco me acuerdo del resto de la casa, ni de lo que hacía a esa edad, ni cómo era estar en familia en ese momento.

Pero volvamos a esa noche: Mis viejos no entraban y salían solos de la habitación. Eran tres personas las que iban detrás y no los perdían de vista. No recuerdo sus vestimentas ni mucho menos sus rostros. Lo que sí me acuerdo perfectamente era que estaban armados: dos llevaban revólveres cortos que los tenían apoyados sobre sus hombros apuntando hacía el techo y el restante tenía un arma que aún hoy me la represento como muy larga, sosteniéndola de igual forma que sus acompañantes. Era tan larga que incluso chocó con la lámpara colgante que iluminaba la pieza, logrando que se mueva de un lado a otro hasta que la misma persona que lo provocó sin querer la detuvo con la mano que tenía libre.

Luego de varios años supe que eran muchos más que los tres que vi quienes fueron a buscar a mi papá que otra vez se convertía en un preso político; a partir de esa noche cumpliría su período más largo de detención completando una década de su vida en cárceles de las dictaduras. Mi mamá esperaría unos días más para estar durante un mes desaparecida en un centro ilegal para recuperar su libertad luego de seis años, pero con una enfermedad terminal provocada por la tortura….

Lo que no recuerdo y siempre me pregunto es qué carajo pensaría yo en ese momento. Tenía tres años y medio de edad.

¿La fecha? Eran las primeras horas del 24 de marzo de 1976.

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