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Un viaje que nació de una promesa. Cuando Marcelo Agüero decidió ponerse en camino desde Ushuaia el pasado 6 de julio, no lo hizo buscando un reto deportivo ni un récord personal. Lo hizo movido por una promesa y una fe que, según él, “mueve montañas”.
“Lo hago por fe, por mi familia, por los enfermos, por las personas desaparecidas, por la paz en el país y en el mundo. También por Loan”, repetía en cada entrevista. Su objetivo es llegar caminando a la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro, la cita religiosa más importante de su provincia, Salta, que se celebra cada 15 de septiembre y reúne a cientos de miles de fieles.
En su mochila llevaba ropa térmica, un botiquín, provisiones mínimas, un teléfono satelital y un sistema de geolocalización. No había vehículo de apoyo ni caravana detrás de él: solo su paso firme y la solidaridad que encontraba a lo largo del camino.
El antecedente de 2024
La travesía de este año no fue su primera experiencia como peregrino de largas distancias. En 2024, Agüero caminó 1.700 kilómetros desde Concordia, Entre Ríos, hasta la ciudad de Salta. Fue el cumplimiento de una promesa personal, documentada en redes sociales, que lo llevó a llegar a los pies del Señor y la Virgen del Milagro.
Esa experiencia le sirvió como entrenamiento físico y mental para afrontar un desafío mucho mayor en 2025: unir los dos extremos del país, desde el fin del mundo hasta el corazón de los Valles Calchaquíes, a pie y en un tiempo récord de poco más de dos meses.
Del fin del mundo al corazón de la Isla
El 6 de julio de 2025, Marcelo inició su marcha desde Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, rodeada por el Canal Beagle y la cordillera de los Andes fueguinos. Las primeras jornadas fueron exigentes: calles cubiertas de nieve, viento cortante y temperaturas bajo cero. Con paso firme avanzó por la Ruta Nacional 3, dejando atrás el casco céntrico y adentrándose en paisajes de bosques y montañas.
Su primera gran parada fue en Tolhuin, conocida como el corazón de la Isla por su ubicación estratégica a mitad de camino entre Ushuaia y Río Grande. Este pequeño pueblo, fundado en 1972, está asentado en la cabecera oriental del lago Fagnano, un espejo de agua que se extiende por más de 100 kilómetros hasta cruzar a territorio chileno. Rodeado de bosques andino patagónicos y montañas, Tolhuin combina la tranquilidad de una comunidad pequeña con paisajes majestuosos. Es también un lugar de encuentro para quienes transitan la isla, famoso por su hospitalidad y por la panadería “La Unión”, que desde hace décadas recibe a viajeros de todo el mundo.
En Tolhuin, Marcelo fue recibido por residentes salteños y vecinos que lo alentaron en su travesía. “Encontré gente de mi tierra hasta acá, en el corazón de la isla. Me emocionó mucho”, recordó. Allí pudo reponer energías antes de continuar hacia Río Grande, la ciudad industrial y portuaria más importante de Tierra del Fuego, donde también lo esperaban mensajes de apoyo. Desde allí cruzó a Río Gallegos, capital de Santa Cruz, y posteriormente el estrecho de Magallanes, ingresando a la vasta Patagonia continental.
La parada en Caleta Olivia
El paso por Caleta Olivia marcó uno de los primeros grandes recibimientos en su travesía continental. Allí, el Centro Social Salteño y autoridades locales lo esperaban con banderas y muestras de afecto. “Encontré salteños en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande, Tolhuin… por todos lados me recibieron bárbaro”, contó.
En la ciudad del Gorosito compartió charlas, fotos y mates. Recibió la bandera de Caleta Olivia y la de Santa Cruz, que prometió llevar hasta Salta como símbolos de unión. También hubo vecinos que lo acompañaron caminando un tramo de la ruta.
De Trelew al Golfo Nuevo
Tras pasar por Comodoro Rivadavia, llegó a Trelew, donde fue alojado por Sergio Alancay, salteño radicado en la ciudad. Allí aprovechó para recuperarse de una lastimadura en la planta del pie. “Lo recibimos como a un hermano. Es un orgullo tenerlo acá, porque representa la fe y la perseverancia”, dijo Alancay.
En Trelew también visitó la Capilla Inmaculada del barrio Norte, donde desde 2015 se venera una imagen de la Virgen del Milagro. La comunidad local lo recibió con oraciones y palabras de aliento.
Pocos días después, el 8 de agosto, el peregrino llegó a Puerto Madryn, puerta de entrada a la Península Valdés y famosa por el avistaje de ballenas. Allí fue recibido por integrantes del Centro de Residentes Salteños, vecinos y el intendente Gustavo Sastre, quien le entregó una camiseta como gesto de bienvenida. “En cada pueblo hay alguien que te recibe con un mate, un plato de comida o una palabra de aliento, y eso vale más que cualquier otra cosa”, aseguró Marcelo.
Un viaje sin apoyo logístico
Marcelo caminaba entre 100 y 160 kilómetros por día, a veces incluso de noche para aprovechar las horas sin viento. “Durante la marcha no como ni tomo agua, para no perder ritmo. Me hidrato con bebidas azucaradas o suero oral y recién me alimento cuando llego a destino”, explicaba.
Su equipamiento era mínimo: ropa térmica para temperaturas bajo cero, provisiones básicas, un botiquín, teléfono satelital y sistema de geolocalización. No usaba carpa y muchas veces dormía a la intemperie, en estaciones de servicio, casas de familias solidarias o directamente sobre el suelo, envuelto en mantas.
El desgaste físico era constante: ampollas, dolor en las articulaciones, desgaste del calzado. Sin embargo, su motivación espiritual parecía más fuerte que cualquier adversidad. “Cada paso es una oración, cada kilómetro es una esperanza”, resumía.
La compañía en la ruta
Aunque viajaba solo, rara vez se sentía solo. Los camioneros cumplían un papel clave: lo saludaban con bocinas, le indicaban rutas más seguras y a veces le ofrecían agua o comida. La Gendarmería y la Policía se acercaban para asegurarse de que estaba bien. Automovilistas, ciclistas y peatones se detenían para saludar, conversar o tomarse una foto.
Recibía mensajes de toda Argentina y de países vecinos como Bolivia y Perú. Eran pedidos de oración que él anotaba y llevaba consigo. “Rezo mientras camino y, al llegar a destino, entrego todas las plegarias en las iglesias”, aseguraba.
La meta: el Milagro salteño
El destino final de Marcelo era la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro. La tradición comenzó en 1692, cuando un fuerte terremoto destruyó la ciudad de Esteco y afectó a Salta. Ante el temor de nuevos temblores, el sacerdote jesuita José Carrión pidió sacar en procesión al Cristo Crucificado y la Virgen. Los movimientos cesaron y el pueblo atribuyó el hecho a un milagro.
Desde entonces, cada 15 de septiembre, Salta recibe a más de 800.000 peregrinos que llegan para renovar el Pacto de Fidelidad: “Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos”. En 1902, el Papa León XIII concedió la coronación pontificia de las imágenes, consolidando la devoción.
El sentido de peregrinar
Peregrinar era más que recorrer kilómetros. Era un acto de fe, un desafío personal y una experiencia de transformación. Entre las motivaciones más comunes estaban:
- Reafirmar la fe y agradecer bendiciones.
- Enfrentar un desafío físico y mental.
- Conocerse a uno mismo y redefinir prioridades.
- Vivir una aventura y descubrir nuevos lugares.
- Forjar amistades y vínculos duraderos.
- Explorar culturas y ampliar la mirada.
- Transformar la vida y volver renovado.
“Es un viaje que te cambia. No volvés siendo el mismo. Yo ya sé que no seré el mismo cuando llegue a Salta”, reflexionaba Agüero.
La recta final hacia Salta
Este miércoles 13 de agosto, Marcelo llegó a San Antonio Oeste, en la provincia de Río Negro. “Quiero agradecerle a todos que me recibieron muy bien y a Gustavo Maciel, Carola y Victoria, que me dieron alojamiento en el albergue municipal”, dijo en dialogo con medios locales.
Según explicó, ahora continuará rumbo a Santa Rosa, La Pampa, donde alcanzará los 2.800 kilómetros recorridos. Desde allí le restarán 1.200 kilómetros para llegar a la Catedral de Salta. Calcula que necesitará unas tres semanas más para cumplir su promesa y participar de la procesión del Señor y la Virgen del Milagro.
“Cada día es un paso más cerca. Y cada paso lo doy por alguien. Eso es lo que me mantiene en marcha”, afirmaba antes de ajustar su mochila y retomar la ruta.
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