Era un viernes pre PASO en 2019. En plena veda electoral, la consultora Elypsis, dirigida por quien había sido un funcionario de Cambiemos, Eduardo Levy Yeyati, afirmaba que Mauricio Macri había recuperado diez puntos en el último mes y que le ganaría por cinco puntos en un hipotético ballotage a Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Obviamente, había sido una encuesta trucha difundida al solo efecto de generar una estampida bursátil. El establishment local había recibido el canto de sirena que estaba esperando.

Había sido una encuesta trucha difundida al solo efecto de generar una estampida bursátil

El resultado de las PASO y luego la victoria del Frente de Todos en primera vuelta empujó a varios inversores a demandar a Elypsis por el ¿yerro? Es que parte del establishment local juega a la inestabilidad como negocio.

En el último mes, las acciones que cotizan en la Bolsa de Buenos Aires crecieron de manera acelerada. En agosto, la suba promedio fue del 25 por ciento. En mayo de este año, los papeles de las principales empresas locales habían pegado otro salto del 35 por ciento.

Puede haber varias explicaciones tentativas para entender el rally de estas cotizaciones. El primer análisis posible tiene que ver con el canje de la provincia de Buenos Aires, que marcaría una señal hacia la normalización sostenible de todas las deudas, incluido el FMI.

El segundo punto tiene que ver con la economía real. “Las crecientes reducciones de las restricciones sanitarias, el boom de la construcción, la industria, los precios internacionales que benefician a la agroindustria, y la reactivación fuerte de Vaca Muerta mueven a los principales papeles de la economía real del Merval”, explica el economista Genaro Grasso, investigador del Centro Cultural de la Cooperación.

Genaro Grasso.

Sin embargo, no puede dejarse fuera del análisis el componente fuertemente especulativo. Esta apuesta no sólo incluye una derrota del Frente de Todos, sino a generar un clima de inestabilidad. Ese sería su negocio.

Canto de sirenas

El mercado es esa entelequia que sirve para esconder al poder real detrás del anonimato de una pantalla. Cuando aparece en escena “el mercado”, se habla -en el fondo- de un puñado de personas que saben manipular el sistema financiero local y, por ende, condicionar las políticas públicas.

Un operador de Wall Street suele decir que el mercado local es una suerte de club de amigos donde escuchan sólo lo que quieren oír.

Por eso en los últimos meses compraron los informes más pesimistas mientras que en el período Cambiemos se les hacía agua la boca si leían informes que les hablasen del recorte del gasto público. O las encuestas tipo Elypsis que los llevaron a perder mucho dinero. A veces, compran pescado podrido.

Confiaron en Macri, aunque sabían que todo podía salir mal. Bajo esta lógica también podría describirse la actitud de muchos empresarios de la Unión Industrial Argentina (UIA), que hundidos por las políticas de Cambiemos serían capaces de seguir votando por el neoliberalismo.

La descripción de este comportamiento podría ser anecdótica, pero tanto el operador de Wall Street como un actual funcionario del área económica y un consultor privado coinciden en remarcar que cuanto peores sean los titulares en los diarios, mejor para ellos.

Porque, aunque parezca que pierden plata, nunca lo hacen.
Hoy el precio de los bonos que ingresaron en la reestructuración que llevó adelante Martín Guzmán ronda los 37 dólares cuando llegaron a valer 56 dólares.

El ministro de Economía, Martín Guzmán.

¿Esto quiere decir que sus carteras valen menos? Puede ser. “Pero con que hayan cobrado dos veces al 8 por ciento, ya hicieron el negocio. Los BlackRock, Templenton, Pimco entraron con el macrismo sabiendo que la cosa podía salir mal. Pero el 8 por ciento de interés que les ofrecieron, en ese riesgo, ahí estaba el negocio.

Después se hacen los ofendidos y piden reformas estructurales para que mejoren el valor de los bonos”, sostiene un analista consultado por este periodista.

Timba

En Corrientes, se sabía que la reelección de Valdés estaba asegurada. No se esperaba ninguna sorpresa en términos de resultado electoral. No así el atentado contra el legislador provincial Miguel Arias.

Al día siguiente de la victoria del radical, las acciones de las empresas cotizantes en la Bolsa de Buenos Aires se dispararon. En todo agosto, subieron más del 25 por ciento promedio.

El mercado se envalentonó. En 2016, Hilary Clinton era mucho más pro establishment que Bernie Sanders y mejor vista que Donald Trump. En ocasión de la cumbre de primavera del FMI de aquel año, el JP Morgan organizó una reunión para 500 inversores, donde estaban los Fondos más grandes.

La jefa de Research global del banco, Joyce Chang, preguntó quién ganaría las elecciones en los Estados Unidos y cuál era la mejor economía emergente del momento.

Los inversionistas respondieron en un 95 por ciento que la ganadora sería Clinton. Y un 80 por ciento sostuvo a la Argentina como la mejor economía emergente. En dos años de gestión, Macri chocó toda la calesita. Para algunos, ese fue (y es) el verdadero negocio.

Según la interpretación que hace un inversor de Wall Street, no se trataría de una coincidencia ideológica sino de la aparición en escena de un discurso que podría calzar mejor con sus expectativas de ganancias.

Las acciones de las principales empresas que cotizan en Bolsa valen un tercio comparado con su cotización en 2017. Durante agosto subieron porque el mercado apostó en contra del Gobierno, con la expectativa de que cuando les toque vender, hagan una gran diferencia.

Wall Street.

El negocio es generar un clima de incertidumbre. No les importan los niveles de pobreza, ni los planes sociales, ni siquiera un plan económico de largo plazo que genere crecimiento y una distribución más o menos equitativa. Como tampoco les importaron los muertos tras el estallido social de diciembre de 2001.

Subtítulo

Otro tema a tener en cuenta son las especulaciones de las últimas semanas y la corrida cambiaria, que pudo ser controlada por el Banco Central al vender casi 900 millones de dólares en los últimos 12 días, está relacionado con la posibilidad de un acuerdo con el FMI, que se encuentra vinculada a la necesidad de establecer un plan económico que consolide las cuentas fiscales.

El organismo ya no pide explícitamente ajuste fiscal o déficit cero, algo imposible en Argentina con un 40 por ciento de pobreza.

La última semana, el FMI presentó una auditoría interna en la que sostuvo que era necesario considerar la situación social de cada país a la hora de pensar los planes de seguimiento de sus economías.

Pero no es menos cierto otro informe del organismo en el que habló de las tan mentadas “reformas estructurales” que deberían aplicarse en el país. Otro canto de sirena para el establishment.

Se necesita un plan macroeconómico estructural creíble y sólido, que pueda ser apoyado por la comunidad internacional para mejorar la posición externa de Argentina en el mediano plazo. Las políticas deben equilibrar la necesidad de apoyar la recuperación y fortalecer la estabilidad interna y externa.

Fondo Monetario Internacional.

Una consolidación fiscal favorable al crecimiento, combinado con políticas monetarias prudentes, es esencial para mantener un fuerte superávit comercial, reconstruir las reservas internacionales, recuperar el acceso a los mercados y garantizar la sostenibilidad de la deuda”, puede leerse en el reporte del organismo.

Para lograr todo esto, indica el FMI, “se requerirán reformas estructurales para impulsar la capacidad exportadora de Argentina y fomentar la inversión extranjera directa; y será necesaria una reducción gradual de los controles a los movimientos de capital y la baja de impuestos a la exportación”.

La pregunta que se abre es cuánta espalda tendrá el Gobierno para soportar los embates del sector privado que reclama como reformas estructurales la reducción del gasto público o la eliminación de las indemnizaciones. De ahí que el resultado electoral será clave. En las próximas horas, empezará a develarse el misterio.

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