Entre 1955 y 1986, un grupo de bebés vino al mundo en una clínica clandestina en Gerli, Avellaneda. La partera Fina Andrade Riviere engañaba a las madres, haciéndoles creer que los recién nacidos habían fallecido, para luego venderlos a familias que no podían tener hijos. Estos destinos crueles los unieron y décadas más tarde, se transformaron en “los buscadores de la verdad” – hombres y mujeres que compartían el deseo de reconocer sus derechos y descubrir su propia identidad.
Karina Galluccio comenzó esta misión. Desde temprana edad conoció su historia; sus padres adoptivos nunca se la ocultaron y a los 9 años, le revelaron la verdad. Sin embargo, ella anhelaba conocer la identidad de sus progenitores y poner fin a años de incertidumbre.
Finalmente, reunió coraje para enfrentar la realidad. El año pasado, un domingo de junio, Karina viajó 30 kilómetros desde su hogar en Ciudad Jardín hasta la casa de dos pisos en Gerli, al sur del conurbano. Esta dirección estaba en su partida de nacimiento y llevaba el nombre de la partera.
Frente a un cartel que indicaba que allí funcionaba una clínica, con un profundo temor por lo que podría descubrir, tocó dos veces la puerta marrón. Un joven de ojos claros y cabello rubio la recibió. “Quiero saber si yo nací acá”, le expresó, convencida de que no recibiría respuesta.
“Fina murió” fueron las únicas palabras que el joven pronunció. Karina recuerda el odio en su mirada, lo cual la intimidó. Tras esa respuesta, él cerró la puerta, poniendo fin a la posibilidad de obtener información que la llevara a la verdad. No obstante, no se rindió.
Karina se adentró en la búsqueda incansable, tocando timbres y golpeando puertas, pero ninguna pista sólida parecía presentarse. Determinada, decidió explorar el barrio a fondo. Sus ojos se posaron en las casas de la zona, y una en particular capturó su atención: una fachada pintada de un intenso rojo. Sin poder explicar la razón, un instinto interno la impulsó a dirigirse allí.
“Me bajé del auto, caminé hasta la casa y vi a una mujer estaba barriendo las hojas de la vereda, junto a un hombre sentado en la reposera. No dudé, corrí desesperada. Le pregunté si conocía a la partera que vendía bebés. Al hombre se le abrieron los ojos y con tono enojado me dijo ‘sí, pero cómo vas a preguntar eso, es un tema serio, no se juega con eso’. Después me miró a los ojos, se puso a llorar y me dijo: ‘Yo compre a mi hija ahí’”, reveló a TN.
En ese momento, Karina contó que abrazó al hombre de la casa roja, y juntos comenzaron a llorar. Después de tantos rechazos y desalientos en su búsqueda, finalmente había encontrado a alguien dispuesto a hablar sobre sus raíces. “De tantas veces que recorrí el barrio, de tantas puertas que golpeé, al fin alguien me dijo ‘sí, vos naciste ahí’ y me llenó de esperanzas”, dijo.
La necesidad de conocer la verdad
Estos bebés que hoy son adultos. Tienen entre 40 y 50 años. La tecnología y el deseo de conocer la verdad los reunieron en un grupo de Facebook llamado “Nacidos en Gerli, partera Fina Fidelina Andrade Riviere”. Juntaron fotos y pruebas para enfrentar su pasado y encontrar respuestas.
A medida que se sumergían en la historia, hallaron más vidas afectadas por la crueldad de una mujer que parecía estar desprovista de remordimientos.
El relato de Karina marcó el punto de partida para muchas otras historias. Una de ellas es el caso de Virginia B., quien durante varios años fue atormentada por una duda hasta que descubrió que su madre biológica no la había dado a luz.
“Yo era adolescente cuando empecé a dudar de mi identidad. Tenía 12 o 13 años cuando le pregunté a mi mamá donde había nacido. Todas mis compañeritas del colegio lo sabían, pero yo no podía decir lo mismo. Un día, estábamos hablando de otra cosa le hice una pregunta clave: ‘¿Dónde nací, mamá?’. ‘No sé, ni me acuerdo’, me contestó”, recodó.
La respuesta de su madre marcó un hito. Veinte años más tarde, tras el nacimiento de su primer hijo, Virginia recordó aquel episodio en el que su madre no pudo proporcionarle detalles sobre su lugar de nacimiento.
Estando juntas en la sala de maternidad, volvió a hacer la pregunta. “Dónde nací, má”. Recibió la misma respuesta. Eso la inquietó y volvió a preguntar : “¿Cómo no te vas a acordar, es el momento más hermoso de la vida y no tenés ningún recuerdo? Es casi imposible”, contó.
Con el tiempo, pudo ver la partida de nacimiento. Aunque allí decía que había nacido en su casa, había nacido en la clínica. El documento era falso y tenía la firma de Fina Andrade.
Otro de los casos notables en esta red es el de Rossana Ottaviano y su hermano Carlos. Ambos nacieron en la clínica de Gerli, pero una tragedia los separó.
“En el año ‘84, mi mamá me cuenta que soy adoptada. Le pedí tanto que me deje hablar con la partera que un día me llevó a su casa. En breves palabras y con su forma de ser manipuladora y envolvente, ella me dijo que no sabía quién era mi mamá biológica, y que tenía que saber que mi mamá era la que le daba de comer, la que la llevaba al colegio y me cuidaba cuando estaba enferma. Que deje de buscar. Había un fichero de cuatro cajones detrás de ella y le pregunté si ahí no había datos de mi mamá. Me dijo un rotundo ‘no’, y eso fue todo”, contó Rossana.
“La volví a ver a los 31 años. Ahí me enteré que mi mamá llegó a la partera por mi padrino. Me dijo que le tuvo que pagar, pero nunca le pregunté cuánto. Supongo que mucho. Cinco años más tarde hizo lo mismo y fue a buscar a mi hermano”, reveló.
Rossana Ottaviano nació el 25 de noviembre de 1974, pero su registro oficial data el 21/11, el cumpleaños de su abuela, como un tributo a ella. Su hermano, en cambio, se quitó la vida cuando ya era adulto y también sabía que había sido comprado. “Para mí, no pudo superar ese dolor”, expresó Rossana entre lágrimas.
Otra de las personas que descubrió que había nacido en la clínica clandestina de calle Ushuaia 428, y que fue adoptado ilegalmente, es Norberto Ferreiro. Él, como la mayoría de los bebés que nacieron allí, fueron prematuros. Según contó a TN, en ese lugar decían que se realizaban abortos, pero en realidad los bebés estaban vivos, solo que sus madres no lo sabían.
Luego los dejaban en incubadoras y lucraban con ellos: “Si lográbamos sobrevivir, nos vendían y los que no los enterraban allí o quién sabe donde. Muchas mamás no sabían de esto y también han sido engañadas”, explicó.
Norberto, a través de sus propias investigaciones, logró descubrir que era primo de Karina Galluccio, lo que insinuaba que sus madres podrían ser hermanas. Adicionalmente, expuso que la partera estaba respaldada por el poder de la época. “Fue dueña de por lo menos un prostíbulo y entendemos que tenía muchos arreglos con la policía, jueces y otros funcionarios en esos años”, afirmó.
“Cuento todo esto porque estamos en búsqueda de más madres y más hijos como nosotros que hemos sido engañados. Me han robado mi identidad y la quiero reconstruir”, es el pedido de Norberto. Sabe que su mamá biológica se llama Olga o Norma Pérez, posiblemente sea de la provincia de Tucumán.
El caso de Patricio Andrade es particular. Él es sobrino de Fina, pero desde que supo su verdadera historia nada volvió a ser igual. “Mi infancia y juventud fue muy linda. Mis padres, fallecidos ambos, siempre hicieron todo para que a mí y a mis hermanas nunca nos faltara nada. Al tener un hijo, y además al saber que no eran mis papás biológicos, se me despertó algo extraño que me impulso a saber de mis orígenes”, indicó.
Patricio nació en la casa de Fina Andrade Riviere. “Ella, para mí, siempre fue mi tía. Tengo muy pocos datos sobre mí. Sé que nací aproximadamente en febrero de 1971 o por esos meses, aunque mi DNI tiene la fecha de 5 de julio de 1971. Fui entregado a mis padres que querían un varón y me llevaron a vivir a Carlos Paz, Córdoba, hasta los 9 años. En ese tiempo volvimos a vivir a Avellaneda, cerca de la casa de Fina”, agregó.
“Siempre tuve sospechas, pero nunca certezas. De grande, al enterarme de mi origen e investigar, descubrí varias conexiones y forma de trabajo de la partera en el tráfico de niños. Di muchas vueltas y ahora necesito que más personas puedan colaborar con la búsqueda de mis orígenes y tratar de cerrar este círculo”, expresó Norberto.
Otro es el caso de Marcela Pennisi. Ella siempre supo que era adoptada, pero no sabía quién eran sus padres. Recién en 2021, cuando dio a luz a si hijo, contó que se le removieron cosas del pasado en su interior y necesitaba investigar. “Dudé bastante si comenzar a buscar mi identidad, pero un día me animé e hice una publicación en Faebook. Así llegué a dar con Karina y arrancamos con todo esto”, contó la mujer que actualmente vive en Tres de Febrero.
“Fui a un organismo de derechos humanos y un hombre me dijo que no me podían ayudar, que no tenía nada como para iniciar una investigación. Yo solamente tenía el nombre de una partera, la dirección, y conjeturas. Nada más”, dijo desilusionada.
La última en contar su historia fue Daniela García, que no nació en la clínica de Fina Andrade pero sí tiene una conexión muy fuerte con la red de bebés robados. Ella fue adopatada por una mujer que viajó hasta Tucumán para buscarla a ella y a su hermano mellizo en el año ‘81. Según pudo saber, su mamá biológica había sido secuestrada y mantenida en cautiverio, mientras que su papá era un militar.
“Cuando me contaron mi historia, yo pedí ver mi partida de nacimiento. Sabía que era trucha y estaba firmada por Fina Andrade, a quien mi mamá de crianza pagó 1 millón de pesos para que le haga los papeles. También sé que ella llegó a la partera a través de un enfermero del hospital Evita. Nos robaron de allá y Fina se encargó de hacer nuestra partida de nacimiento”, reveló.
La búsqueda continúa
“No tenemos remordimiento, ni queremos venganza, solo saber la verdad”, repiten en las publicaciones que hacen a través de las redes sociales, los bebés que hoy son adultos. Ellos ya fueron a la Justicia, pero la causa no avanzó porque hay mucha burocracia detrás.
La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y otros organismos intentaron colaborar en su búsqueda. Inicialmente mostraron interés, pero con el tiempo, el entusiasmo decayó. “Es una verguenza. Ningún organismo de derechos humanos hizo nada por nosotros. Golpeamos muchas puertas, pero lo único que hacen es hacernos perder el tiempo”, aseguró Norberto.
Asimismo, afirman que la única herramienta que se les ofrece es el análisis de ADN ancestral, el cual solo puede ser cotejado en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). Sin embargo, este banco solamente resulta útil para identificar a hijos de personas desaparecidas que fueron secuestradas durante el período de la dictadura militar, que abarca desde marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983.
Los “buscadores de la verdad” se vieron obligados a recurrir a las redes sociales para acceder a más información que les ayude a desentrañar la siniestra historia detrás de Fina Andrade y sus actividades ilícitas.
Aunque la mujer falleció hace algunos años, se allanó su clínica sin encontrar evidencia relevante. Ya habían eliminado cualquier rastro incriminatorio. Por este motivo, exigen que se realice un nuevo operativo que incluya la inspección de los pisos. “Tenemos el dato de que los enterrada ahí mismo a los que nacían muertos”, contó uno de ellos.
También buscan investigar a Basilio, un hombre que aún vive y que sospechan que era socio de la partera. Él era dueño de un cabaret que operaba en la época de la dictadura en Avellaneda. Se presume que llevaba a las jóvenes, que eran sometidas a explotación sexual en ese lugar, a dar a luz en la clínica.
Por otra parte, implican a los agentes de policía que trabajaron en ese entonces en la ciudad, así como a los funcionarios municipales. Esto se debe a que los certificados de nacimiento que Fina proporcionaba eran falsos. “Hay una red detrás de esto y mucha gente involucrada”, aseveró Karina.
Hoy, según contó la mujer que dio el puntapié inicial de esta búsqueda, son de 25 personas las que nacieron en la clínica clandestina de Gerli. Algunas están viviendo en el exterior, otras desparramadas por el interior del país y el resto están en el ceno familiar de la misma partera. Pero aseguran que son muchas más.
Vecinos y parientes de Fina Andrade Rivere poco a poco comenzaron a hablar y a perder el miedo de contar lo que pasaba adentro. Algunos siguen enviando mensajes privados al grupo de Facebook de los buscadores, para dar datos, pero todavía falta mucha información. Por eso, piden que la Justicia y los organismos de Derechos Humanos los ayuden a cerrar su historia.
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