Por Juan I. Martínez Dodda

Cada año, el 15 de septiembre se conmemora el “Día del productor lanero” y pone un mojón para sondear cómo está una actividad, la ovina, que ha permitido el desarrollo y población de la Patagonia, pero que hoy atraviesa tiempos difíciles por varios motivos.

El clima, que ya lleva 3 o 4 años de sequía, es lo más acuciante, pero le siguen los precios estancados, la demanda internacional retraída (por guerra en Europa, post Covid en China), los precios locales afectados por el dólar desdoblado y la inflación que sube costos, que están en segundo lugar.

Más atrás, pero no menos importante en la acumulación de problemas, están los depredadores, el guanaco y la falta de mano de obra (con esquiladores que prefieren irse a Chile). Entre las buenas, aunque no alcanza, se destaca la valoración que tienen las lanas provenientes de la Patagonia Argentina, por bienestar animal y cría en un contexto natural.

Seis productores hablaron con Santa Cruz Produce y explicaron cómo están atravesando este momento y qué expectativas tienen para lo que viene. “Estamos atravesando un momento difícil por lo climático, porque venimos de una sequía muy prolongada, aunque el último tiempo ha llovido y nevado algo y esperemos reponga el recurso hídrico para tener una primavera-verano buenos”, contó Alejandro Cimadevilla, productor de Jaramillo, estancia El Moscoso.

No escapa lo económico: “La lana depende del precio internacional, que es bueno, pero el tipo de cambio oficial al cual nos pagan es bajo, por lo tanto, nuestros ingresos son aproximadamente la mitad de lo que deberían ser, además, los costos: sueldos, víveres, combustibles, impuestos, etc., suben y suben por la inflación”,  dejando casi en cero la rentabilidad del sector, señaló.

Gonzalo Sánchez administra la estancia Chali Aike, en el corazón del sur provincial. “La lana era conocida como el oro blanco en el mundo hasta los años 40, cuando surgió el sintético y empezó a ser reemplazada, hoy hay una vuelta a lo natural y la lana como fibra natural tiene un resurgir“, apuntó Sánchez.

Cobrar al dólar oficial y tener gastos al ritmo de la inflación es la mayor distorsión a superar.

A favor de esta creencia, afirmó que “es una fibra natural renovable, es biodegradable, en contacto con aire, tierra y agua en periodos de seis o más meses se degrada totalmente“. Y agregó: “También tiene el poder de absorber humedad e ir liberándola paulatinamente, es térmica, cuando una usa ropa de primera piel, tanto para calor como para frío, mantiene la temperatura y el cuerpo seco, no es inflamable, entonces también se la usa para telas que requieren ser ignífugas, y es acústica”.

En lo que hace al campo, remarcó que es el “cuarto invierno seco, con temperaturas por arriba de lo normal, con más viento y campos más secos, incluso con nieve seca, que no hace agua”. Así, las producciones se están viniendo abajo, las esquilas siguen mermando su producción cada año, ya se están haciendo esquilas preparto y hay menos kilos y acortamiento del largo de mecha”, afirmó Sánchez, sumando otra realidad: la merma de animales, en su caso de 8.300 a 3.000 en producción y la falta de esquiladores, “que se están yendo a otros países por los valores que les pagan”.

La realidad de cobrar al dólar oficial también fue resaltada por Sánchez, marcando que “estamos con los precios más bajos de los últimos diez años, con China en recesión y Europa en guerra”.

Antonio Tonchi Kusanovic, descendiente de croatas y con una estancia abierta al agroturismo, a 50 kilómetros de Gobernador Gregores, marcó que los precios internacionales no son malos, pero el desdoblamiento cambiario los liquida. “Hoy un ovejero con 2.000 animales en la estepa central no puede vivir sólo de eso, no se puede pagar a un empleado ni siquiera lo que corresponde por ley, que es una miseria”, contó.

Además, el guanaco los está corriendo de los campos“. Kusanovic pone sobre la mesa, al igual que Sánchez, el asunto del personal: “La gente se ha ido a las ciudades” buscando mayores comodidades, “que hoy podemos igualar, pero son cosas que requieren de una gran inversión y con el ovino no alcanza”.

Pablo Poli Jamieson, hoy al frente de la cabaña “Fortitudo“, una de las grandes de Río Gallegos, también productora de carne y lana en la zona norte de la provincia, remarcó la situación climática antes que nada: “La hacienda está flaca, débil, empezaron las esquilas preparto y se nos vienen las pariciones y creemos que los porcentajes de señalada van a ser bajos, por suerte en agosto llovió algo y esperemos mejore hacia la primavera”.

En cuanto a lo económico, lo mismo que el resto, un mercado lanero estancado con tendencia a la baja, pero lo peor es el desdoblamiento cambiario y la inflación. “Estamos pasando un momento complicado, se vuelve difícil administrar un campo en esta zona donde la oveja es la única alternativa”, cerró.

La situación lanera en Patagonia está muy compleja“, disparó, como título, Fernando Ajís, quien participó, entre otros junto a su padre, de la gestación del frigorífico Estancias de Patagonia. Actualmente tienen sus animales en campos propios y alquilados con producción ovina y algo de bovina.

La realidad del clima ocasionó “bajas de producción, bajos porcentajes de señalada, dificultades para recriar borregos, corderos flacos y menos lana, eso sumado al tema depredadores y guanaco”, apuntó Ajís. Y resaltó que “en un momento había la misma cantidad de guanacos que de ovejas; hoy ya se estiman 4 millones de guanacos y 2,5 millones de ovejas“.

“Los productores chicos están viviendo una situación compleja, para subsistir tenés que agrandarte en tierra y animales, pero justamente eso es lo complicado”, sostuvo.

Javier Álvarez Bento es administrador de la estancia Punta Loyola, un legado que aprendió de su padre. Tienen unas 15.000 ovejas y unas 150 vacas. Para él, también lo más complicado es “el clima, una sequía prolongada que lleva tres años” y los deja para la próxima primavera “mirando el cielo, entregados ya a lo que venga porque más no se puede hacer”, resumió.

Esperanza

Hay algo de luz, aunque sea tenue, al final del túnel. “Nuestros antecesores, a pesar de no contar con todos los medios, la tecnología y la comunicación que existen hoy, poblaron esta Patagonia, el productor está acostumbrado a luchar contra las adversidades de todo tipo, tiene constancia, es perseverante, no espera resultados de corto plazo, por lo tanto, con políticas adecuadas de largo plazo y orientadas a la producción ovina, tendremos los campos poblados y con productores jóvenes arraigados al lanar”, observó Cimadevilla.

Igual imagina Sánchez, para quien “no todas son malas en la producción patagónica, tenemos una producción natural, orgánica y un producto muy buscado en el mundo, que cumple las prácticas de bienestar animal y nos deja bien parados para poder tener una buena proyección”.

Presente malo, sueño (¿o deseo?) intacto. Algunos, es cierto, ya se cansaron y bajaron los brazos. Estos últimos años fueron la estocada que los dejó fuera de competencia. Pero otros la siguen peleando.

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