El texto que escribió Cristina Fernández de Kirchner para recordar a Néstor a 10 años de su muerte y plantear sus certezas políticas sobre el momento que atraviesa la Argentina logró meterse de lleno en un tema estructural: el dólar como un condicionante político.

 

Es bueno recordar a esta altura que la caída de Alfonsín unos meses antes de finalizar su mandato se debió más a las corridas cambiarias que a la hiperinflación. La fuga de capitales aparece en el centro del problema. Y al seguir la ruta de ese dinero, se podrá encontrar a los especuladores.

Ante este complejo escenario, que también desafía al Frente de Todos, la vicepresidenta ofreció una propuesta para sortear el bimonetarismo, que no es otra cosa que una economía real que se maneja en pesos pero donde las expectativas son guiadas por el dólar.

La restricción externa -léase: escasez de dólares o excesiva demanda de dicha moneda; según como se mire- que apareció luego de haber soportado 6 corridas cambiarias -la última durante el año 2011, en el que fui electa por segunda vez consecutiva Presidenta de la Nación- motivó la regulación cambiaria que los medios hegemónicos bautizaron cepo”, reflexionó CFK.

 

Los números concretos son que en 2011 se fugaron 21.504 millones de dólares, y luego de haber implementado los controles sobre la cuenta capital, la fuga se redujo a 3404 millones de dólares para 2012. La fuga de capitales para el período (2007-2011) ascendió a 80.000 millones de dólares (Fuente: Balance Cambiario BCRA).

 

El neoliberalismo, en nombre de la libertad, organizó manifestaciones cuyo reclamo era la posibilidad de comprar dólares de manera irrestricta. Una vez que llegaron al poder, la Alianza Cambiemos levantó todas las barreras cambiarias. La fuga de capitales fue financiada por el propio Tesoro nacional a través del endeudamiento.

 

El ingreso de divisas por deuda pública, privada e inversiones especulativas, totalizó los 100.000 millones de dólares entre 2016 y octubre de 2019. De ese total, 86.200 millones se fugaron.

Según el informe que elaboró el Banco Central a pedido de Alberto Fernández, tan sólo el 1 por ciento de las empresas que adquirieron dólares (853 firmas) fugaron 41.000 millones de dólares, casi la mitad de todo el dinero que salió del sistema con el aval de la Alianza Cambiemos.

 

El texto de Cristina Fernández de Kirchner fue al hueso de la principal restricción al crecimiento del país. Y en ese contexto propuso un gran acuerdo nacional: “El problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”.

Un acuerdo de estas características es mucho más que la foto que se tomaron empresarios, sindicatos, organizaciones sociales y parte del Gabinete económico hace tres semanas.

 

Bolivia, un faro

El electo presidente de Bolivia por el MAS, Luis Arce, fue ministro de Economía y Finanzas Públicas en dos ocasiones.

La primera, entre enero de 2006 y junio de 2017. Su principal mérito fue revertir décadas de políticas neoliberales.

 

Luis Arce, presidente electo en Bolivia.

 

Según analizó el periodista y economista Cristian Carrillo en un artículo publicado en El Destape, cuando Evo Morales llegó a la presidencia de su país (2005), solamente el 15 por ciento de los depósitos estaban en moneda nacional y apenas el 7 por ciento de los préstamos se otorgaba en pesos bolivianos.

El dólar era el único refugio frente a la pérdida de poder adquisitivo. Pero al finalizar su mandato, el 99 por ciento de los depósitos y el 87 por ciento de los préstamos eran ya en pesos bolivianos.

 

El precio del dólar se mantiene por debajo de los 7 pesos bolivianos que se fijó en 2006 mientras que la inflación acumulada este año, en plena pandemia, es de 0,5 por ciento.

Evo Morales logró mantener el valor de su moneda, y así desalentó la especulación. Al mantener el valor desalentó la compraventa de divisas ampliando el diferencial cambiario entre compra y venta de divisas hasta una diferencia de 10 centavos.

“Aumentó a un 66,5 por ciento el encaje líquido que los bancos deben tener por cada depósito en dólares, mientras que el encaje para los depósitos en pesos es de 11 por ciento. La medida encarece el costo de los créditos en dólares“, puede leerse en un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) citado por Carrillo.

Para estimular el ahorro en moneda local, se ofrecieron tasas más altas respecto de la inflación para los depósitos en pesos y se estableció un impuesto a las transacciones financieras en dólares.

A su vez, el Gobierno de Morales emitió títulos públicos en moneda nacional y dejaron de prevalecer los títulos en dólares; también se prohibió indexar las tarifas en función de la evolución del dólar.

En todo este proceso fue clave la nacionalización de los recursos naturales. Según la CELAG, Bolivia consiguió 74.000 millones de dólares de riqueza y 670.000 puestos de trabajo; sumado a un ahorro de divisas del 45 por ciento, un aumento de consumo de 125 por ciento e incremento de la inversión hasta 11.200 millones de dólares (equivalente el 29,9 por ciento del PIB).

El Estado boliviano también jugó un rol muy fuerte al controlar los abusos empresarios, implementó políticas antimonopólicas y fortaleció las estructurales de defensa de la competencia.

En este sentido, Bolivia parece ser un buen espejo para pensar en un proceso de desdolarización de la economía argentina.

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