Nuevas formas de consumo a partir de una mayor concientización y responsabilidad con el ambiente, los animales y la salud de las persona se están consolidando en Argentina.
Bajo las premisas del consumo consciente y crítico, es cada vez más fuerte el interés por las características de un determinado producto y por los efectos que genera durante el proceso de producción, en el uso o una vez desechado.
En este sentido, el primer punto que consideran es la no utilización ni explotación de animales para fines de consumo.
El veganismo -término acuñado en 1944 por Donald Watson, un miembro de la Sociedad Vegetariana Británica- “extendió el compromiso de defender los derechos animales a todos los ámbitos de la vida más allá de la alimentación”, explicó Manuel Martí, cofundador de la Unión Vegana Argentina (UVA).
Según un estudio la comunidad vegana-vegetariana en Argentina representa el 12% de la población, que equivale a más de cinco millones de personas, “una minoría importante y en constante aumento”, aseguró Martí.
Sin embargo, en general, el uso de animales para alimento, vestimenta, experimentación o entretenimiento continúa elevado, aún cuando “es ampliamente reconocido el daño ambiental que genera” y considerando que la situación planetaria “está al borde de una hecatombe ambiental”.
Hay un crecimiento significativo de las empresas que comienzan a convertir sus productos
En todo el mundo “empresas grandes, medianas y pequeñas están cambiando y reconvirtiendo lo que producen, dejando de usar a los animales”, destacó Martí.
El gran problema del consumidor vegano, “cruelty free” -libre de crueldad en español- o naturista es “no saber qué es lo que está comprando” ya que las etiquetas suelen ser difíciles de comprender, de allí, sostuvo, la importancia de los etiquetados claros como así también de las certificaciones y las regulaciones de las mismas.
Andrea de Iacovo es la creadora de Boobamara, una marca de calzado vegano y libre de crueldad, hecho con materiales alternativos como vinilo sintético biodegradable, excedentes de textiles locales y yute, el material de los sacos donde viene el café, que es vegetal y biodegradable.
Una vez que se prueban estas alternativas, la respuesta “es muy positiva” en las personas
Según la ONG Te Protejo, la industria de la moda se cobra anualmente la vida de 20 millones de animales salvajes cazados en trampas y de 40 millones de animales criados en granjas.
En particular, la industria del cuero animal, una de las más tradicionales en el país y proveedora de la industria del calzado, “no sólo supone maltrato animal sino también una contaminación muy profunda”, expresó de Iacovo.
En esta misma línea, Abril Torres y Florencia Martín, creadoras de dos marcas de cosméticos, GoVeganis y Bennie Club respectivamente, apuntan al desarrollo de productos “libres de derivados del petróleo y tóxicos que en general usan los cosméticos tradicionales”.
“Creamos nuestra marca en 2015 por la frustración de la cantidad de industria cosmética que testeaba en animales hasta su muerte”, relató Torres, que junto a su padre fueron pioneros en la cosmética vegana-cruelty free en Argentina.
El aumento de esta cosmética dejó claro que “no es solamente un asunto de veganos” ya que a muchas personas -aún las que comen carne- “no les parece lógico usar un producto testeado en animales cuando se puede usar uno que no y que tiene el mismo efecto”, expresó Torres.
Ambas resaltaron la importancia de que se problematicen los consumos: “La cantidad enorme de litros de agua que contaminamos con microplásticos o parabenos del shampoo tradicional o los componentes tóxicos de los protectores solares en el océano es dramático”, aseguraron.
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