Sólo pasarían cinco años para que al Atlético Boxing Club le naciera quién sería, hasta hoy, su clásico rival. La Asociación Club Deportivo Hispano Americano irrumpió en la sociedad de Río Gallegos, el 17 de diciembre de 1925.

Inauguración cancha de Hispano 19 de diciembre de 1926.

Como pasó con los albiverdes, “los celestes” debieron consensuar el nombre que los identificaría. Entre sus fundadores hubo varios que venían del club Olimpia, otros se sumaron a la iniciativa. Varios de esos nombres luego serían protagonistas en la historia de la ciudad: Enrique Prado, Guillermo Hawkins, Felipe Fernández, Salvador Lago, Bartolomé Estévez, Bienvenido Casal, Próspero J. Suárez, Pablo Villalba, Juan Bautista Rocha y Pascual Pérez.

Cancha de Hispano Americano en los años 30.

En el grupo que impulsaba la formación del nuevo club, una mayoría pertenecía a la colectividad española. Pugnaban para que el club se llamara Deportivo Español. Pero no estaban solos. Ingleses, norteamericanos, chilenos y obviamente, jóvenes argentinos conformaban la comisión fundadora. Hubo largas horas de debate. Finalmente, optaron por una denominación que, dijeron, “los abarcaba a todos”. De ahí surgió el nombre de Asociación Club Deportivo Hispano Americano.

Karting en La Cancha del Hispano Americano.

 

Los inicios

Tras acordar el nombre, había que elegir los colores. Optaron por el blanco y el celeste. Como no podía ser de otra manera, el fútbol fue la primera actividad deportiva que los congregaría.

 

El equipo, integrado por la mayoría de sus fundadores, tuvo su primer encuentro “internacional”, a menos de dos meses de haberse conformado. El 1º de febrero de 1926, enfrentaron a Deportivo Español de Punta Arenas, cayendo 2 a 0.

Su primera sede era una pequeña casa sobre la entonces calle Roca. Ahí estuvieron poco más de un año, hasta que un dantesco incendio la redujera a cenizas. Enfrente estaba Casa España, que los cobijó hasta que pudieron trasladarse a la calle Alberdi.

Sede de Hispano en plena construcción.

Consiguieron un predio y de inmediato pusieron manos a la obra para lograr su campo deportivo. Seis meses después, el 16 de mayo de 1926, se enclavaba el “poste fundamental”. Eran 17.500 metros cuadrados de tierra que nunca dejarían de pertenecer al club.

La banda en partido de futbol en la cancha de Hispano.

El 1º de enero de 1927, en una ceremonia que despertó las emociones de todos los socios fundadores, “los celestes” como ya se los denominaban, disputaron su primer encuentro en “su cancha”.

Pero no alcanzaba. De inmediato plantearon la necesidad de contar con una tribuna techada. Para eso y con la intermediación de uno de los socios, Andrés Galli, se logró importar la madera desde Punta Arenas.

 

Durante décadas, el elegante campo sirvió como sede de numerosos encuentros deportivos. Hasta que un temporal de viento, con ráfagas más intensas que las que azotaron a la localidad hace pocos días, se llevó aquella construcción. Y ya no sería reemplazada. En su lugar se colocó el clásico alambrado olímpico.

Para entonces, los celestes ya habían recibido y competido contra las primeras divisiones de clubes como San Lorenzo de Almagro, Quilmes, Colo-Colo, Santiago Morning, Universidad Católica, entre otros.

No sólo fútbol

No pasaría mucho tiempo que la “diversificación deportiva” llegaría al Hispano Americano. De la mano de Pacual Pérez, se conformó el equipo de tiro. Su oponente más recordado pertenecía a Almirante Señoret, de Chile.

Se sumarían, luego, otras disciplinas como el boxeo, el basquetbol, la natación, más tarde llegaría el patín e incluso el voley. Mucho después comenzaría el hockey.

La mayoría de esos deportes, con 95 años de historia, siguen practicándose en el Hispano Americano. Pero sin dudas, la natación primero y el básquet después han llevado a la institución a resultados sobresalientes.

 

Sede social y gimnasio

Desde aquel grupo inquieto de muchachos, el club fue creciendo. La antigua casita de chapa que sirviera como sede de la institución, sobre la calle Alberdi, fue reemplazada por una sólida construcción, que se conserva hasta hoy.

Entrada la década del 60, la entidad encaró el gimnasio cubierto y lo logró. La intención era poder tener competencias bajo techo, con capacidad para albergar gran cantidad de público.

Así, bajo la dirección del arquitecto Leandro Manzo, se construyó el gimnasio con capacidad para 1.500 personas. No sólo sirvió para las prácticas deportivas, sino también como sede de reuniones sociales, culturales y bailables.

El gimnasio lleva hoy el nombre de quien fuera socio, jugador y dirigente por años del club de sus amores. Alberto “Tito” Wilson, impulsor de muchas de las obras encarada por los celestes. Falleció en 1966 y de inmediato llegó el merecido homenaje.

No fue el único reconocimiento de los hispanistas. Otra figura clave fue Wenceslao Peisci, quien trabajó de manera incansable para lograr otro de los sueños del club: una pileta cubierta.

Fue una tarea larga y ardua, pero se logró: quedó inaugurada el 28 de mayo de 1978, y el dirigente cumplió con una particular promesa. Hoy el Natatorio lleva, merecidamente, su nombre.

En el mismo lugar, con otra fachada, pero la misma pasión celeste que mostró desde el primer día.

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