Por Carlos Zapico
Quizás como ningún otro, el recuerdo de Angel “Lobo“ Pereyra nos trae a la memoria tantas y tantas anécdotas que se podría escribir un libro, pero más allá de esto quienes tuvimos la suerte de poder charlar por horas con el protagonista, de hacer notas interminables porque el “Lobo” no paraba nunca de hablar, aprendimos su amor por la pelota y por lo que hizo toda su vida.
Desde aquellos primeros tiempos en su Talleres cordobés, donde jugó incluso contra Maradona, hasta su llegada a Río Gallegos para jugar en Bancruz, camiseta que terminó adoptando con un amor incondicional hasta sus últimos días, el “Lobo” marcó un rumbo en la historia del fútbol riogalleguense.
“… Desde que llegué a Río Gallegos que tengo escuelita de fútbol, hubo períodos en los que paramos un poquito a veces, pero prácticamente son 21 años que estoy con la escuela, porque a mí me enloquecen los pibes y quiero aportar para ellos porque ellos son el futuro del fútbol de Río Gallegos… y yo convoco a todos los padres, a todos los dirigentes, para que nos pongamos un poco el overol y en poco tiempo vamos a mejorar mucho…”.
Haciendo referencia a su historia personal, nos recordaba siempre que no tuvo nunca un representante, porque “yo tuve la oportunidad de irme al Nantes de Francia, me llamaron del Toluca de Guadalajara en México, me llamaron del Sevilla para ir a España y siempre se truncó porque no tenía mi pase en la mano…”.
“Como decís vos, me quedé acá en Gallegos porque me dieron el cariño que necesitaba y el respeto como jugador que todos pretendemos tener en la cancha, y entonces me quedé con mi familia en este bendito lugar…”, afirmaba Ángel Pereyra, aquel mismo que nos había asombrado con sus habilidades futboleras, que nos había hecho reír más de una vez con su manera afable y dicharachera de expresarse, de contar cuentos (muy cordobés) y aventuras de toda índole, algo difícil de olvidar.
Se fue como había venido, cuando llegó al sur e ingresó a trabajar al Banco Provincia, sin mucho ruido, pero con una habilidad notoria en el manejo de la pelota y una claridad superlativa para “leer“ la cancha, lo que lo hizo quizás uno de los más valiosos jugadores que haya pisado las canchas riogalleguenses.
Siempre con el saludo amistoso, con la palabra divertida, algo cómica a veces, pero siempre responsable en cuanto a su respetable conocimiento del fútbol, en la búsqueda permanente de chicos que quieran jugar a la pelota, porque “nosotros tenemos más potrero que los chicos de hoy y eso se nota…”.
Los Lobitos fue su creación, su objetivo personal, con una calidad de ser humano que trascendió mas allá del fútbol y quizás no se comprendió mucho en ese tiempo, pero hoy, a la luz de los acontecimientos que vivimos, el “Lobo” era un visionario que apuntaba a mejorar la sociedad de los más chicos y no muchos lo vieron desde esa óptica, pero el tiempo pone paños fríos y nos hace reflexionar, y por eso este agradecimiento a un amigo al que le tuvimos especial cariño y al que respetamos como uno de los mejores jugadores que pisaron una cancha en el sur del país.
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