La pandemia “golpea” fuerte a todos los sectores económicos y productivos, y entre los más afectados están los gastronómicos y hoteleros.
El pedido para reanudar las actividades data de hace varios meses, pero el contexto local y el brote de casos positivos hacen “imposible” una futura vuelta de la actividad, al menos en el corto y mediano plazo.
La problemática no dejó afuera a los albergues transitorios, que se vieron afectados al igual que cualquier comercio. Días atrás, La Opinión Austral expuso los casos de las cinco trabajadoras que echaron del motel Eros.
Se trató de despidos sin telegrama que afectaron seriamente la situación de las mujeres, que hoy reclaman una respuesta.
Actualmente, en Río Gallegos existen tres hoteles que trabajan bajo la modalidad de atención por turnos, de entre tres y cuatro horas, durante las 24 horas. Todos brindan la opción de la hora adicional y tienen su tarifa.
Los mismos se encuentran ubicados en las calles Francisco Ramírez al 1700, Mahatma Gandi al 1300 y en pasaje Pichilo, cercano a Chimen Aike. Se trata de ubicaciones estratégicas para quienes, por lo general, prefieren la discreción y pasar “desapercibidos”.

Los albergues reabrieron en julio, durante el distanciamiento, pero debieron volver a cerrar.

Hasta el comienzo de la pandemia, durante marzo, los costos variaban según las comodidades. Por lo general, existen tarifas de habitaciones comunes, intermedias y las de mejor categoría, que podrían incluir hidromasaje, barra pooldance y otras prestaciones.
Los precios por turno de entre tres y cuatro horas oscilaban, hasta ese momento, entre los mil pesos para las habitaciones más económicas, las intermedias en unos 1.200 pesos y las más “exclusivas” a unos 1.500 pesos.
Ofrecen también, para quienes exceden el límite horario, la hora “adicional”, que oscila entre los 200 y 400 pesos.
Algunos tienen hasta 12 habitaciones y, entre las comodidades ofrecidas, ofrecen estacionamiento, servicio de catering de bebidas y comidas, cable pago e hidromasajes.
En las mejores épocas de los albergues llegan a sumar hasta 20 turnos diarios, lo que generalmente ocurre cuando la comunidad ya cobró el salario, a principio de mes. Mientras que el resto del mes, cuando “el bolsillo” no acompaña, la cantidad de turnos promedia la mitad.
En paralelo, los fines de semana y los horarios nocturnos era la franja “preferida” de los usuarios, que llegaban a ocupar las plazas al 100%, agregando al turno simple de tres horas, una o dos horas adicionales.
Algunos de los albergues tenían promociones que incluían horarios y habitaciones exclusivos y con otras prestaciones, para tratar de captar más público.
Con el cierre de los reconocidos hoteles y la imposibilidad de “merodear” en el tradicional sector de la costanera, las opciones para tener un momento de intimidad y discreción se agotaron.

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