Se estrenó en la plataforma de streaming Disney Plus la serie de Loki, que sigue las aventuras del dios del engaño en la mitología nórdica y hermano adoptivo de Thor en la saga de películas del Universo Cinematográfico de Marvel. Durante el primer episodio hay una pequeña referencia a D.B. Cooper, uno de los hombres más buscados del mundo por secuestrar un avión, escapar en paracaídas, pedir un rescate de una gran suma de dinero y desaparecer para siempre.

 

 

Después de medio siglo, el crimen continúa impune.

 

 

El 24 de noviembre de 1971, Dan Cooper (así figuraba en el manifiesto de pasajeros) abordó el Boeing 727-100 de Northwest Orient para realizar un vuelo entre Portland y Seattle. Se sentó en el asiento 18C.

 

 

Un agente de la Autoridad de Variación Temporal (TVA) interroga al personaje interpretado por el actor británico Tom Hiddleston sobre sus crímenes y le muestra un clip de su pasado en el que se revela que Loki fue quien secuestró el vuelo de Northwest Orient en 1971.

 

 

Cooper se ve tranquilo. Tenía alrededor de 40 años y vestía un traje con corbata negra y camisa blanca. Tras subir al avión, se sienta en la última fila, y mientras espera el despegue, le pide algo de tomar a Florence Schaffner, la azafata, y le entrega una nota que decía: “Tengo una bomba en mi maletín. Quiero que te sientes a mi lado”.

 

 

 

Sin entender bien qué sucedía, la azafate cumple con el pedido y se sienta al lado del hombre, quien abre el maletín para mostrarle una masa de cables y palos rojos, le solicita a la mujer que escriba todo lo que acababa de suceder y que entregue una nueva nota al piloto del avión.

 

 

Unos minutos más tarde, Schaffner se dirige a la cabina con un papel en el que Cooper exigía cuatro paracaídas y 200.000 dólares en billetes de 20 (alrededor de 1,3 millones de dólares a valores actuales).

 

 

Inmediatamente, le da una nueva orden al piloto: que el avión volviera a despegar rumbo a la Ciudad de México.

En paracaídas

Pero en pleno vuelo, sucedió algo que nadie esperaba. En el tramo entre Seattle y Reno, después de las 20 horas, el secuestrador abrió las escaleras de acceso y desapareció. Esa noche, bajo el fuerte viento y la lluvia, Cooper se ató los casi 10 kilos de dinero, se colocó en la parte trasera del avión con un paracaídas y saltó al vacío. Más tarde los pilotos lograron aterrizar a salvo el avión, pero Cooper había desaparecido en medio de la noche.

 

 

Las autoridades buscaron a Cooper en el bosque durante varios días, pero no encontraron nada.

 

 

Empezaron a investigar su identidad, pero pronto descubrieron que el nombre era falso. No existía ningún Dan Cooper. Por un lado, sabían que Cooper no era un paracaidista experto porque nadie hubiera saltado en una noche oscura bajo la lluvia, con un viento de 320 kilómetros por hora en la cara, con mocasines y una gabardina, era demasiado arriesgado”. Además, el agente explicó que no se dio cuenta de que su paracaídas era solo para entrenamiento y estaba cosido, datos que alguien experimentado hubiera comprobado.

 

 

En 1980, las autoridades dieron con la única evidencia que indicaba que Cooper realmente existió. Ese año, un niño encontró un paquete podrido lleno de billetes de 20 dólares (5800 dólares en total) que coincidían con los números de serie del dinero del rescate. El hallazgo fue realizado en un banco de arena a lo largo del río Columbia, pero, a pesar de que la zona fue nuevamente rastreada, el FBI no logró encontrar otras pistas.

 

 

“Cerrado”

 

Las autoridades creen que Cooper no sobrevivió al salto en paracaídas. “Se zambulló sin un plan, sin el equipo adecuado, en condiciones terribles. Probablemente ni siquiera consiguió abrir su paracaídas”, aseguraron desde el FBI. A pesar de eso, nunca encontraron el cuerpo.

 

 

“Aunque nuestra investigación ha permanecido abierta, no tiene sentido que el FBI asigne recursos sustanciales a este crimen de hace tantas décadas”, dijo en 2009 Carr, dos años después de hacerse cargo del caso. En julio 2016, el FBI anunció que “tras una de las investigaciones más largas y exhaustivas” de su historia, iba a redirigir los recursos monetarios y de personal destinados a la investigación del caso Cooper para centrarse en otras prioridades.

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