Hace más de tres décadas, con tan sólo 19 años, el comandante principal Raúl González (53), hoy máximo responsable de Gendarmería en Santa Cruz, dejó Eldorado, su pueblo natal, en Misiones, para ingresar a la escuela de la fuerza a la que también perteneció su padre.

Eldorado, Misiones. El pueblo natal del comandante González, fundado en 1919.

Una vez egresado, recorrió la Argentina junto Perla (55), su actual pareja, oriunda de Puerto Esperanza, con quien se asentó en diversos lugares, a medida que lo trasladaban de unidades. Desde entonces, jamás volvió a radicarse definitivamente en territorio mesopotámico.

La máxima autoridad de Gendarmería en Santa Cruz junto a Perla, su esposa y compañera de toda la vida

Entre los agentes de Gendarmería el tema del desarraigo es recurrente. “Cuando hablamos del terruño, el semblante del gendarme cambia. Es visible, es palpable en la mirada. Uno lo va superando, pero siempre está latente. Se sufre mucho”, admite y reconoce que siempre que su trabajo se lo permite vuelve de visita a Misiones.

Sacrificio y vocación

Para él, la etapa de formación es clave en la vida de un efectivo. Durante algún tiempo ejerció de instructor de los jóvenes recién ingresados. Recuerda el día que su padre le aconsejó evaluar seriamente la decisión de sumarse a la fuerza. “Lo primero que me preguntó fue si iba a soportar el desarraigo que era lo más importante que él había tenido que sortear hasta su retiro”.

 

 

 

 

 

En 2018, luego de más de treinta años de sacrificio y vocación, le surgió una propuesta que no pudo rechazar. Sus jefes habían decidido nombrarlo Comandante Principal, uno de los máximos honores a los que aspiran dentro de la fuerza.  Tras mudarse de provincia en provincia, recorriendo Chaco, Corrientes, Formosa, Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, González se instaló en Santa Cruz, a 3620 kilómetros de su tierra, junto a Perla, su eterna compañera. “Para mi fue un honor”, expresa con orgullo tras haber sido nombrado en el cargo que lo colocó al frente de una unidad que reúne a 600 agentes.

El día de la asunción, junto al diputado nacional Pablo González, entonces vicegobernador de Santa Cruz

Hoy, desde una perspectiva nutrida de experiencia y madurez, revela cómo será su vida una vez que se retire. “El día que me toque pasar a la fila de los pasivos ya tengo todo organizado para volver a mi tierra. Tengo mi casa y mis proyectos”.

 

 

 

 

“Los que se van”

Durante los últimos años, alentados por el gobierno anterior, fueron cientos los jóvenes que se incorporaron en Gendarmería en busca de una profesión. Un agente recién ingresado cobra al menos $40.000. Son muchos los que tentados por la paga se inscriben en busca de prosperidad sin evaluar seriamente el sacrificio que implica. “Muchos se van. Ponen excusas. Manifiestan que tienen la novia lejos o que tienen un trabajo con el suegro, pero se van por el desarraigo”.

 

 

 

 

Ser gendarme

Al modo de conclusión por el día de la Gendarmería, González asegura que la vocación “se despierta de joven” y que por ese motivo trabajan duro para que los alumnos conozcan la realidad que atravesarán a futuro. “Es una profesión distinta porque tenemos que asociar dos factores importantes. Por un lado, la predisposición al servicio las 24 horas. No podemos renunciar. Y por el otro, superar el desarraigo. Estamos nutridos por gente de todo el país. En una Unidad podemos encontrar efectivos que provienen de distintas regiones”.

 

 

 

 

Gendarmería, una fuerza intermedia con 82 años de historia

 

Un día como hoy, pero de 1938, el Congreso de la Nación aprobó la creación de la Gendarmería Nacional Argentina. Entonces, pensaron en una fuerza intermedia entre la Policía y el Ejército, con capacidad para ejercer funciones de control en tiempos de paz y preparada para enfrentar conflictos bélicos internacionales, como ocurrió tiempo después, en 1982, durante la guerra de Malvinas.

 

 

 

 

 

Por aquellos años, la Argentina era gobernada por el presidente radical Roberto Marcelino Díaz. La enorme extensión del territorio argentino obligó a los políticos a diseñar una fuerza entrenada con conocimiento suficiente como para controlar los miles de kilómetros de frontera.

 

 

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