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Por Sabrina Pont

En paralelo, la falta de exploración en proyectos de oro y plata en los últimos años en la Argentina, el agotamiento de yacimientos maduros y los costos operativos en aumento configuran un panorama preocupante para el sector.

Santa Cruz es la provincia que más oro produce del país, sin embargo, todas sus minas están en declive y avanzan hacia el cierre, salvo Cerro Negro, al mando de la estadounidense Newmont, cuya vida útil está proyectada hasta 2035. El resto de los proyectos cerrará antes de 2030, lo que significará una fuerte caída en la producción nacional y en los ingresos por exportaciones y regalías.

El auge del precio del oro podría haber sido una oportunidad para la industria minera local, permitiendo amortiguar los altos costos operativos de las minas en su fase final de producción. Cuando una mina se acerca al cierre, los costos se disparan porque la extracción es más compleja y menos eficiente.

De acuerdo con referentes del sector minero local, el atraso cambiario agrava la situación. En un contexto donde los costos en dólares son altos y la rentabilidad de la minería es cada vez más ajustada, las compañías demoran sus apuestas por nuevos desarrollos.

Este fenómeno no es nuevo: en la minería, el ciclo de vida de los proyectos es predecible, y la única manera de sostener la producción es a través de la exploración y el desarrollo de nuevos yacimientos. No obstante, en la provincia no hay minas de oro en carpeta que puedan reemplazar a las que están próximas a su cierre, que garanticen continuidad de ingresos para la provincia, trabajo local y desarrollo para el entorno productivo.

No hay minas de oro en carpeta que puedan reemplazar a las que están próximas a su cierre.

Sobre el cierre inminente de la mayoría de los yacimientos y la escasez de nuevos proyectos, se suma que la inversión en exploración sigue siendo limitada y aislada, incluso con la incipiente voluntad que expresa el Gobierno provincial -aunque sin una planificación clara- de reactivación a partir de los activos de Fomicruz. De hecho, desde la empresa provincial se reconoce que los avances dependerán de la maquinaria y los recursos que tienen a disponibilidad, sin un presupuesto ni estrategia diseñada.

En el corto plazo, la baja en la producción de oro afectará de manera directa a las exportaciones y al ingreso de divisas para el país. La Argentina, que ha contado con la minería aurífera como un sector estratégico, enfrenta ahora el riesgo de perder un actor clave en su matriz productiva.

Para Santa Cruz, el impacto será aún más fuerte. La provincia depende en gran medida de la minería para el empleo y la recaudación fiscal. El cierre de minas implica menos regalías, menos inversión en infraestructura y una menor actividad económica en las comunidades mineras.

Según analistas, el mercado global del oro sigue marcado por la incertidumbre geopolítica y económica, la inflación y la política monetaria de las principales potencias. Estos factores han impulsado su precio y han generado un entorno favorable para la inversión minera en otros países.

El récord de US$3.000/oz podría haber sido un catalizador para nuevas inversiones en el país. Sin embargo, sin proyectos en marcha y con minas próximas al cierre, la Argentina se encamina a perder competitividad en un mercado donde la demanda sigue firme.

La tendencia alcista del oro a nivel mundial no alcanzará para compensar el declive de la producción en Santa Cruz principalmente, pero también, en el resto del país, si no hay un giro en la política minera. Sin incentivos para la exploración y el desarrollo de nuevos proyectos, la minería aurífera nacional está en riesgo de estancamiento.

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