El vuelo DC-4 de Aerolíneas Argentinas tenía previsto partir desde la Ciudad de Buenos Aires y arribar en la capital santacruceña de Río Gallegos. Sin embargo, en medio del recorrido ocurriría una hazaña memorable, que se transformó en mito: el Operativo Cóndor.

Un grupo de 18 militantes de la Juventud Peronista abordó ese avión con el claro objetivo de “reafirmar los derechos del país” sobre el territorio de las islas Malvinas.

Para eso, el militante Dardo Cabo y María Cristina Verrier, una periodista y escritora, comenzaron a gestar esa hazaña un año antes. Poco más de un mes antes de la fecha señalada, Cabo reclutó a 16 militantes y les comunicó cuál era el propósito y las consecuencias de aterrizar con un avión en las Malvinas.

La convocatoria de Cabo también incluyó a Héctor Ricardo García, creador del diario Crónica, con la promesa de “tener una gran primicia”. García decidió asistir a la cita armada por Cabo y se presentó en el aeropuerto con la esperanza de cubrir alguna noticia que tuviera que ver con la presencia de Ernesto “Che” Guevara en el norte de Argentina o la ubicación del cadáver de Eva Perón.

El 28 de septiembre de 1966, un avión de Aerolíneas Argentinas viajaba desde Buenos Aires hacia Río Gallegos. 18 militantes de la Juventud Peronista que iban a bordo hicieron desviar su rombo hacia las islas Malvinas. Querían plantar la bandera nacional en ese territorio como una recuperación simbólica.

La mañana de ese 29 de septiembre, el avión sobrevolaba la localidad santacruceña de San Julián cuando Cabo y otro de los militantes se acercaron a la cabina del piloto y le ordenaron que desviara el rumbo hacia Malvinas.

 

 

“No jodan, muchachos”, les dijo el piloto Ernesto Fernández García y Cabo respondió: “Esto no es chiste, estamos armados. Haga lo que le decimos”.

El avión aterrizó dos horas más tarde en el aeropuerto de la isla. La noticia llegó rápidamente al país, donde fue tomada como una victoria en el ámbito político. Sin embargo, el dictador Juan Carlos Onganía calificó al hecho como “un acto de piratería”.

Los argentinos permanecieron más de 36 horas en el aeropuerto y  entregaron una carta al gobernador de Malvinas, Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard. Los soldados de la isla los rodearon y “los cóndores” se rindieron. La misión estaba cumplida.

Los militantes de la JP fueron trasladados al buque de la Armada Argentina Bahía Buen Suceso y luego alojados en el penal de Ushuaia y juzgados por la justicia de Tierra del Fuego. Al no existir jurisprudencia sobre piratería aérea, se limitaron a dictar condenas por el delito de privación ilegítima de la libertad, portación de armas y asociación ilícita.

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