Arranca una semana en la que el gobierno de Alberto Fernández tendrá que tener fe. Mucha fe. Es que se jugará dos partidos importantes en escenarios muy distintos. Uno será el edificio del Congreso de la Nación, mientras que el otro será en un lugar con una historia milenaria y cruzando el Atlántico, el Vaticano.

 

 

En estos momentos el Presidente se encuentra iniciando una gira europea que tiene como objetivos centrales sumar respaldos de peso en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y lograr la postergación del pago del vencimiento con el Club de París.

 

 

Objetivos claros y que ya eran absolutamente necesarios para encauzar la economía del país aún antes de la aparición de la pandemia. Pero esta gira también es importante –en la práctica y en lo simbólico-, por uno de los integrantes de la comitiva: el ministro de Economía, Martín Guzmán, quien vivió la semana más difícil de su gestión desde que se hizo cargo del Palacio de Hacienda.

 

 

Guzmán entró en conflicto –y por el momento perdió-, por su intención de hacer renunciar al subsecretario de Energía, Federico Basualdo, quien tiene el respaldo de Cristina Kirchner en la puja por el aumento de tarifas. En la misma pelea, el kirchnerismo aprobó en el Senado un dictamen para que los nuevos fondos que debe desembolsar el Fondo sean destinados a políticas para paliar los efectos de la pandemia y no al pago de la deuda, tal como pretende el titular de Hacienda.

 

 

A horas de partir, algunas palabras de paz llegaron de la boca del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien rechazó que impulse el desplazamiento de Guzmán. “Es todo mentira para deteriorar al Gobierno, ocurre que dentro del Frente las decisiones admiten debates y discusiones internas en esta situación novedosa”, en referencia a la pandemia. Parece poca agua ante tanto fuego amigo.

 

 

Alberto dialogará con sus pares de Portugal, España, Francia a Italia, pero la mayor expectativa está puesta en el jueves, cuando tenga un encuentro privado en el Vaticano con el Papa. Francisco ha trabajado mucho, la mayoría de las veces en silencio, en favor de una reducción de la deuda argentina con el FMI. Para este fin ha sido clave la excelente relación que tiene con la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, quien, casualmente ese jueves también estará en Roma y se reunirá con Guzmán.

 

 

Esos encuentros entre Fernández, Francisco, Guzmán y Georgieva serán de gran importancia para la marcha de la renegociación de la deuda con el Fondo. Y se supone que un espaldarazo para un ministro que llega golpeado.

 

 

Alberto ya había visitado al Papa en enero de 2020. Pero esta es la primera vez que se encuentran cara a cara tras la sanción de la ley del aborto. ¿Cómo medir la calidez o la frialdad del reencuentro? ¿Será un saludo meramente protocolar, habrá reproches en diálogo a solas? El Papa podrá sentirse molesto por la ley, pero tendría que reconocer que Alberto siempre fue claro en ese tema: tanto en campaña como cuando comenzó su mandato puso la ley del aborto como una promesa a cumplir.

 

 

Pero las relaciones en el mundo de la jerarquía católica no son fáciles. Francisco quizá deba tener en cuenta cómo quedaría en esa interna recibir cálidamente a un mandatario que impulsó y celebró una ley del aborto en un país mayoritariamente católico.

 

 

Así como se necesitará de la ayuda divina para solucionar el problema de la deuda. El gobierno necesitará de una mano del Congreso para sacar cuanto antes una ley de Pandemia que tenga consenso político y evite otra intervención de la Corte Suprema.

 

 

El proyecto se enviará en las próximas horas al Congreso y buscará fijar parámetros objetivos y medidas sanitarias para administrar la pandemia con la fuerza de una ley. El Presidente le dio el visto bueno final a la iniciativa en Olivos, antes de iniciar su gira europea.

 

 

“Vamos a mandar este proyecto de ley para que se debata. La oposición va a tener una posibilidad para incorporar las cosas que considere y aportar”, dijo el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.

 

 

No se encontrará nada nuevo en el proyecto. Tiene los mismos indicadores que se fijaron en el último decreto de necesidad y urgencia (DNU), que estableció cuatro categorías según el aumento de los contagios en los últimos 14 días, cantidad de casos sobre la población y ocupación de las camas de terapia intensiva.

 

 

Pero también incluye el punto de disputa con Horacio Rodríguez Larreta y en el cual Juntos por el Cambio no va a retroceder. Ese es estipular la suspensión de las clases presenciales en caso de que los parámetros indiquen que existe una “alarma” epidemiológica.

 

 

“Ese punto no se aceptará, la Corte nos ha dado la razón”, aseguran fuentes muy cercanas al jefe de Gobierno porteño. En términos futboleros, Larreta no piensa en “empatar” con Fernández después de haber conseguido un gran triunfo gracias a la Corte.

 

 

Por otro lado, el titular del interbloque de Juntos por el Cambio en Diputados, Mario Negri, ya advirtió que su bancada en el Congreso no le otorgará facultades “extraordinarias” a Fernández.

 

 

No va a ser nada fácil sacar adelante ese proyecto en el Congreso. El ala dura de la oposición macrista no querrá darle esa herramienta al Presidente y a gobernadores peronistas a pocos meses de las elecciones legislativas. Prefieren la confrontación dura.

 

 

Es más, algunos anticipan que aunque sea aprobada la ley por el Congreso volverán a ir a la Corte para que la declare inconstitucional.

 

 

De nada sirve la explicación de que el proyecto se inspiró en el modelo que aplicó Angela Merkel en Alemania semanas atrás. Las disputas en la política argentina están muy lejos de las alemanas.

 

 

Aunque Alberto Fernández y Rodríguez Larreta coinciden en sancionar una ley que establezca reglas de juego para articular una armonía parecida a los primeros meses de la cuarentena, las presiones internas que sufren cada uno podrán más.

 

 

Se le pedirá a Dios por una ayuda con la deuda y al Congreso para evitar la judicialización de decisiones políticas. ¿Escucharán?

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