Por Juan I. Martínez Dodda
“Creo ha sido la pizza más aplaudida que recuerde en mi vida”, confesó el investigador del INTA Santa Cruz, Jorge Birgi, en comunicación exclusiva con Santa Cruz Produce desde la Antártida al referirse a las pizzas de muzzarella y jamón, que además llevaron unas deliciosas rúculas sembradas y cosechadas por primera vez en suelo antártico. En la Base Marambio se están viviendo horas históricas. Esto jamás se había visto.
Birgi está en suelo antártico junto con su colega Boris Díaz desde mediados de mayo y se quedó allí hasta la semana que terminó. Pero el proyecto arrancó mucho antes que hace un mes. “Arrancamos a trabajar el diseño del Módulo Antártico de Producción Hidropónica (MAPHI) en 2015, cuando recibimos una consulta por correo electrónico de alguien que preguntaba si se podía producir alguna verdura en la Antártida”, contó Birgi. Ese fue el disparador.
“Empezamos a investigar y determinar problemas teóricos, primero la temperatura, después cómo reemplazar la radiación solar y la nutrición, y cuando habíamos resuelto todo eso, nos dimos cuenta que Argentina, por estar adherida al Tratado Antártico, tiene que respetar algunas cuestiones medioambientales y de las semillas, lo que nos retrasó un poco más”.
La resolución de estas cuestiones los llevó hasta 2018, cuando pudieron hacer la primera visita. “Recién en 2019 arrancamos con las conexiones y puesta a punto del MAPHI, que no es otra cosa que un contenedor con agricultura vertical, luces, sensores y plantas creciendo en un sustrato hídrico, acá no hay tierra”, explicó Birgi.
En 2019 se comenzó con las conexiones y puesta a punto del MAPHI, que ya está en producción
El proyecto es un trabajo conjunto con el Comando Antártico, la Dirección Nacional del Antártico y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA). “El trabajo con la UNPA nos permitió instalar una telemetría, básicamente para medir temperatura, humedad relativa, calidad del agua, qué le falta o sobra, medidas de seguridad medioambientales, alarmas, como placas que nos informan si hay algún derrame, humo, llamas, un panel de control digital, hay un montón de cosas que hacen que esto sea algo muy innovador”, indicó Birgi.
El MAPHI se ha hecho a la medida de lo que tenía -un contenedor- y requería la Base Marambio, en un contexto de clima antártico. Como para tener una idea de la temperatura: la media máxima en junio es de 10 grados bajo cero y la media mínima, 19 bajo cero (el pico de mínima algunos días puede ser de 37 bajo cero).
Abastecimiento y emociones
Birgi describió la Base Marambio como “un pueblo chico”. “Acá todos tienen una función o trabajo específico para hacer la vida más fácil y que todo funcione para los científicos en su tarea diaria, nosotros, en cambio, con esto ayudamos a los que ayudan a los científicos”, describió el referente del INTA Santa Cruz.
“El que vive acá en Antártida sabe que esto es oro en polvo, tal vez no sea una gran cena con verduras, porque no es que vas a poder producir mucho, pero estás comiendo vegetales frescos habiendo pasado 15 días desde que pusimos en marcha el módulo y cuando te pasás 47 días sin ver una planta ni nada que crezca, como yo hace dos años, te das cuenta que en realidad es necesario al menos producir un poco, no sólo desde lo orgánico o nutricional, sino desde lo psicológico”, confesó Birgi.
Pizza con “rúcula antártica”, un hecho histórico para los trabajadores.
Además de rúcula, tienen en producción otras verduras frescas, como lechuga o perejil, que permiten mejorar la dieta de quienes trabajan en la base. Son unas 70 personas en invierno, pero en verano llegan varios científicos más e investigadores.
Además de rúcula, se producen otras verduras de hoja, como lechuga o perejil
Sobre qué le llamó más la atención de sus visitas a la Antártida Argentina, Birgi no dudó: “Los paisajes que hay acá son imponentes, la magnitud de los bloques de hielo que pasan frente tuyo, capaz a 600 metros, son increíbles, hay que recordar que Marambio es una isla, entonces vos ves desde arriba cómo se mueve el mar y van y viene los témpanos de colores difíciles de describir con palabras”.
Al describir un día en la base, Birgi contó que se levantan a las 07, desayunan en el comedor y cada uno se va a hacer sus trabajos. “Nosotros -con Boris Díaz- venimos al contenedor, al principio para la puesta a punto de sensores y toda la estructura y ahora para ver cómo está lo sembrado y capacitar a la persona que se va a quedar”, contó. La jornada se puede extender hasta la medianoche, en su caso, porque “venimos por pocos días”.
El contenedor está conectado con la base, de modo que, si bien no está calefaccionado como el resto de los ambientes de la base, tampoco es que tienen que salir a la intemperie, que requiere de otros cuidados y ropa especial.
La pregunta que le hacen todos es ¿y cuánto frío hace? “El frío, lo que marca el termómetro, no siempre es lo importante, sino la sensación térmica, porque puede haber 10 grados bajo cero, pero con un viento que lo transforma en una térmica de menos 30”, contó Birgi. Siempre para salir usan el traje que les provee el Comando Conjunto Antártico: “Con el traje, afuera está feo, pero nunca sentís frío”.
Lo que viene
“El primer desafío es que cuando nos vayamos esto quede en funcionamiento y con alguien que sepa producir y mantenerlo sin nosotros, por eso estamos capacitando una persona”, adelantó Birgi. Y prosiguió: “A mediano plazo, el objetivo es llevar el módulo a otras bases, por ejemplo Base Esperanza, donde hay familias y niños, un colegio, otra dinámica diferente a la de Marambio, incluso tienen el acceso a los vegetales más limitado porque no tienen aeródromo”.
Pero, como anticipó Birgi, cada proyecto es a medida del lugar. Habrá que ver qué tienen en Esperanza y cómo se las ingenian para armar algo distinto en estructura, pero similar en funcionamiento. ¡Y que marche otra de muzza!
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