Por Juan Martínez Dodda

 

Cuando en los años 90 el Hudson (y la situación económica por entonces imperante) los dejó sin nada, recurrieron al agroturismo como forma de subsistencia Y no les fue mal.

Hasta la pandemia, los turistas representaban el 30% de la facturación anual del campo familiar, hoy a cargo de Antonio Kusanovic, pero lo más importante es que de octubre a marzo eran una bocanada de oxígeno para poder encarar de otra manera la esquila, los arreglos en la infraestructura y otorgando un resguardo que permitía aguantar y vender la lana en un mejor momento.

 

 

Kusanovic es un apellido ilustre e historia viviente de la provincia. Antonio ha recibido un legado, pero también ha tenido que aggiornarse a los tiempos que corren. Seguramente sus abuelos no hayan imaginado alguna vez que su nieto iba a necesitar del turismo tampoco que, como dice Kusanovic, iban a poder vivir en la estancia casi con las mismas condiciones que en la ciudad: calor, conectividad y comodidades.

 

Un legado que debió aggionarse a los tiempos tecnológicos de la modernidad

 

En Croacia (en realidad, en la exYugoslavia), sus antepasados cultivaban vid y olivos. Pero después de algunos problemas productivos decidieron venirse para Argentina. No sólo él, hubo varios que hicieron lo mismo y se reconoce a Punta Arenas como epicentro de la colonia yugoslava.

Hoy, Antonio y su mujer María Victoria Imaz se dedican a la producción ganadera, con ovejas Merino y vacas Hereford, además del citado turismo. La estancia está a 50 kilómetros de Gobernador Gregores, sobre el río Chico, de paso y camino a El Calafate. En un tiempo pre pandemia, el 95% de los turistas eran europeos que llegaban en grupos de motoqueros, u observadores de aves que buscaban un vínculo con la naturaleza.

“El turismo nos salvó, por lo menos hasta que la pandemia nos complicó, pero somos como el Border Collie, nos criamos con la oveja, por eso hoy seguimos teniendo 1.800 ovinos y 250 vacas”, contó Kusanovic a Santa Cruz Produce.

En sus 60 años de vida, ha vivido lo que es el cambio climático. “Cuando éramos chicos veníamos de vacaciones. Yo tenía 6-7 años, y jugábamos con trineos, había montón de nieve, los últimos años no nevó más, la última importante fue en 2000 y, por ejemplo, la falta de nieve se nota en que falta agua en las lagunas”, lamentó Kusanovic.

 

Tecnología y confort

La tecnología ha cambiado mucho todo: tenemos Internet, electricidad con aerogeneradores, un zepelín de gas, calefón solar y paneles solares, todo eso permite una vida con confort muy parecida a la de la ciudad, algo impensado 10 años atrás”, dijo. Cuentan con un invernáculo para producir verduras y algunos frutales con los que además de comer en fresco, hacen dulces.

“Todo esto tiene que ver con el mundo que se viene, dentro de unos años, los campos se van a poder recorrer con un drone sentado en la camioneta o en el living de la casa, no sé cuánto de todo esto voy a poder ver yo, pero se viene una gran revolución tecnológica”, opinó Kusanovic. Y agregó: “Hay infinidad de cosas para hacer, pero tampoco sabemos si dentro de 20 años va a servir la carne o la lana, porque hoy ya se hace carne sintética de primer nivel, que es cierto que hoy cuesta mucha plata, pero que capaz en 20 años vale un dólar”.

 

En lo estrictamente productivo, Kusanovic es un devoto de la línea que ha seguido Pablo Borrelli, con tecnologías que permiten hacer pastoreos rotativos sustentables, para cuidar los recursos naturales. “Hoy podés medir, cuantificar cuánto pasto tenés y de acuerdo con eso, cuántos animales podés tener por hectárea para no degradar el recurso”, se entusiasmó el productor.

 

Y afirmó: “No todo el mundo lo hace, pero para los que queremos el campo y le tenemos afecto, está muy bueno, acá nació mi madre, pasé mi infancia, por eso, además de un negocio, esto, para mí, es un hecho cultural, por eso lo cuido”.
Con todo, volviendo a la evolución tecnológico-productiva y la genética, Kusanovic destacó: “Antes tenías un capón de 21 kilos y lanas de 28 micrones, ahora tenés capones de 30 kilos con lanas de 21 micrones”. Otra de las tecnologías revolucionarias ha sido, para Kusanovic, el destete preparto, ha sido un gran cambio.

 

Aún con las condiciones que hay, uno de los problemas es conseguir gente que quiera y pueda trabajar en el campo. “Hacemos todo nosotros con mi mujer y un par de empleados más, hoy la gente no está muy acostumbrada a vivir en el campo, se perdió un poco eso, parece que traerlos al campo es el destierro, entiendo lo que les pasa, pero yo lo viví de otra manera, para mí no es un sacrificio estar acá, es un orgullo”, sentenció.

 

Riego, ¿un sueño imposible?

La posibilidad de regar cambia diametralmente el negocio en estos pagos. Sin embargo, encarar esa inversión no es sencillo.
Desde 1989 tengo marcados con estacas y todo, dos canales de riego en el valle, pero jamás lo pude hacer”, lamentó el productor rural. En este punto, destacó que lograrlo “es algo que multiplicaría por 4-5 lo que produzco hoy, pero cada vez que hago los números reculo”, dando cuenta de lo oneroso del proyecto.

 

El riego permitiría producir pasturas para criar más animales y mejor alimentados

“He hecho mucho por esta tierra y este campo, pero esta es una deuda que seguro voy a morir sin poder saldar”, expuso Antonio Kusanovic, para quien el riego en el valle “hubiera sido increíble, en otros lugares del mundo con el clima que tenemos acá, producen de todo”.

 

Asegura que con el riego, se podrían producir pasturas, que permitirían tener más animales y mejor alimentados por hectárea. Pero no sólo se trata de tener más, sino de seguridad. El agua ofrece regularidad productiva. “Tampoco hay créditos que se puedan tomar en serio, porque te endeudás hoy y no sabés si lo vas a poder pagar en este país”, lamentó.

Por otra parte, la cuestión del desfasaje cambiario también es un tema. “La lana la vendés a un dólar de 80 pesos pero los insumos los tenés que comprar a un dólar de 150 pesos o más, esto también afecta cualquier tipo de inversión que quieras hacer o pensar”, explicó Kusanovic.

Reconoce que por momentos el optimismo se pierde. “A veces, todo esto te hace pensar en abandonar, pero gente como nosotros que amamos lo que hacemos y a esta tierra, agachamos la cabeza y le metemos para adelante”, cerró el productor.

 

Leé más notas de Juan I. Martínez Dodda