Es difícil definir qué sentí cuando vine a integrarme a la empresa. En realidad, hacerlo no era algo imperioso porque mi cuñado Héctor Perincioli ya estaba a cargo desde que se había enfermado mi padre y fue al fallecer éste cuando decidí venir y ayudar. En especial con la radio, que parecía necesitarlo más y de a poco, con el diario. Hasta ese momento había preferido vivir como si papá sólo tuviera una gripe.

 

Al poco tiempo vinieron a trabajar también mis hijos María Eugenia y Rodrigo, quien estuvo unos años en el área del Taller y en mantenimiento. María Eugenia hizo su valioso aporte en diversas áreas y ahora es la única de la familia que trabaja con la nueva firma.

 

 

Por supuesto que el comienzo no fue fácil, como suele ocurrir, tuve que pagar derecho de piso y empujar el inevitable techo de vidrio que me corresponde por ser mujer. Pero la peor parte fue descubrir que casi todo lo que había aprendido en aquella vieja Escuela de Periodismo en que estudié estaba obsoleto, en especial lo referido a Técnica de Periodismo, materia en la que yo era muy buena alumna (también en redacción).

 

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No me quedó otra que ponerme a estudiar y a observar, y de paso, y sin querer queriendo, aprendí bastante de Psicología cuando descubrí que los medios son también interesantes ferias de vanidades.

 

Pero si hay algo que me gusta es aprender. Además, creía y sigo creyendo que el Periodismo es una profesión noble; que informar es un deber; que informando bien se educa, y que tanto lectores como oyentes merecen todo nuestro respeto y dedicación. Así que pronto empecé a amar mi trabajo y de a poco encontré mi lugar, que fue un lugar sin estridencias.

 

Brindis de fin de año con Alberto Segovia y Héctor Perincioli.

También (humanos somos) en esos años supe de presiones, colores políticos, campañas, etcétera etcétera. Un mundo ni tan ideal ni tan santo del que, hasta ese momento, había podido mantenerme alejada. No todo era miel sobre panqueques…

 

Así fuimos creciendo de a poco, con una cierta placidez de provincia que la aparición de la competencia ayudó a acelerar y lo agradezco, aunque no siempre esa competencia fuera benéfica ni leal, debo decirlo. Y así empezamos con el diario online; un poco probando; un poco ignorando su alcance; un poco asombrados, y bastante tranquilos. Tardamos un tiempo en asumir su importancia real y no me parece que haya sido traumático.

 

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Con el tiempo me he ido convirtiendo en fanática de las alternativas que nos brinda Internet para comunicarnos y para estudiar. Lástima que también tenga su lado oscuro.

 

 

Si bien han pasado varios años desde que me fui de la empresa y pese a que dejó de ser nuestra, sigo alegrándome con sus aciertos y enojándome con lo que considero desacertado. Creo que a papá le pasaría lo mismo…

 

Y siempre recuerdo con cariño a la gente valiosa con la que trabajé, tanto en la radio como en el diario, chicas y chicos cuyos logros personales me hacen sentir orgullosa, como si fueran mis hijos.

 

¡Feliz Aniversario!

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