Por el clima (vientos, temperaturas, nieve), por el uso intensivo en algunos casos y la fragilidad, los suelos patagónicos siempre han estado en un delicado estado de subsistencia.

La buena noticia es que hoy, hay más herramientas para conocer no sólo lo que está arriba (cultivos, árboles, vegetación, hojarasca) sino lo que está abajo (microorganismos y biodiversidad), además de una mayor conciencia por parte de todos.

“En Patagonia el suelo es sensible a la degradación, lo bueno es que cada vez hay más conciencia que el suelo en sí es un sistema que hay que cuidar para no perder productividad”, contó a Santa Cruz Produce la especialista del área de Investigación Forestal, Agrícola y Manejo del Agua de INTA Santa Cruz, Verónica Gargaglione.

Y se entusiasmó: “Los productores, pero también la gente en general, tienen más conciencia de la importancia de cuidar el suelo”.

 

 

Para Gargaglione, una de las cuestiones positivas es que hace unos años los investigadores empezaron a poner el ojo en la biología del suelo.

“Antes sabíamos que se degradaba, pero sólo se veía más la parte aérea, lo que sucede en superficie, y no se estudiaba tanto lo subterráneo, hoy hemos hecho ese cambio como sociedad, vemos el suelo como un todo, un sistema, porque para producir arriba es importante saber también qué pasa con los microorganismos que habitan abajo, en esa porción de suelo”.

 

El estudio

En este sentido, un equipo de investigadores integrado por especialistas del INTA, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y el Conicet está estudiando qué comunidades de microorganismos componen el suelo de los bosques nativos de modo de promover prácticas que tiendan a preservarlos.

En el bosque andinopatagónico, más específicamente en el sudoeste de Santa Cruz, predominan la lenga y los ñires (la segunda especie más abundante de la provincia).

Los bosques de ñire no son utilizados para la extracción de madera aserrable, pero en general, el 90 % de estos bosques son utilizados como sistemas silvopastoriles, en donde en una misma unidad de superficie coexisten los árboles, el estrato herbáceo y el pastoreo con ganado ovino o bovino. Esto sucede hace más de 50 años.

 

En los bosques, donde ingresan animales para el pastoreo hubo reducción de la masa microbiana

“Estudios previos realizados por el INTA han monitoreado que los animales en invierno, e incluso en primavera o verano, prefieren pastorear en el bosque porque la calidad del pasto es mejor que la de la estepa y porque están a resguardo”, contó Gargaglione.

 

Subsuelo vivo

Los microorganismos del suelo constituyen un indicador sensible ante cambios en la fertilidad del suelo. Es importante monitorearlos para detectar a tiempo cambios que indiquen una degradación en el ecosistema.

“Una de las funciones importantes de los microorganismos es la degradación de materia orgánica, esto es, convertir los productos muertos de las plantas y animales en nuevos nutrientes para las plantas, algo que si se interrumpe puede degradar la calidad del suelo y por ende la productividad del mismo, por eso quisimos ver si la práctica silvopastoril afectaba el ciclado de materia orgánica”, contó Gargaglione.

Como si fueran una gran orquesta, bacterias, hongos, actinomicetos, meso y macrofauna trabajan al unísono en la fragmentación de la materia orgánica (reducción de tamaño a partículas más pequeñas), lixiviación (salida de materiales solubles por acción del agua) y mineralización (conversión de una forma orgánica a una inorgánica) de los detritos orgánicos.

Este proceso silencioso, que se da bajo el suelo y que sólo es posible gracias a las diferentes comunidades de microorganismos que existen, es de vital importancia en todos los sistemas”, apuntó la investigadora del INTA.

 

En los laboratorios se determina el nivel de vida de microorganismos en el suelo santacruceño.

Durante los dos primeros años de estudio, el equipo detectó que efectivamente hay una reducción de la masa microbiana en bosques que son pastoreados versus bosques no pastoreados.

“Este dato es una foto, hay que seguir monitoreando para armar la película, porque no sabemos que efectos puede haber a largo plazo”, contó.

Entre las causas de esta merma, Gargaglione apuntó que cuando se hace un uso silvopastoril se sacan algunos árboles para permitir el ingreso de los animales y que crezca más pasto y “ahí se cambia el microambiente, se evapora más agua porque entra más luz solar, y se empiezan a concatenar hechos que impactan en la fauna microbiana”.

 

Los microorganismos constituyen un indicador sensible ante cambios en la fertilidad del suelo

La idea no es sacar a los animales, porque los bosques constituyen un recurso importante para los ganaderos, sino armar estrategias para reducir el posible impacto que puedan tener sobre los microorganismos”, dijo Gargaglione.

Como dice siempre un especialista del suelo como Luis Wall, “en un gramo de suelo pueden llegar a vivir más microorganismos que habitantes hay en el planeta”.

“Durante mucho tiempo, la agricultura no ha tenido en cuenta la biología del suelo como parte del proceso productivo, hoy, por suerte, tenemos un conocimiento que nos permite no sólo saber de la importancia de esto, sino también atenderla”.

 

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