Unas 100.000 personas han pasado desde el miércoles hasta este jueves a la noche por la capilla ardiente del papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano para dar su último adiós al difunto pontífice, según informó la Santa Sede. El goteo de fieles fue constante a lo largo del día, después de que la pasada noche se mantuviera el velatorio abierto pese a los planes iniciales de cerrarlo a medianoche para que todo el mundo que lo desease pudiera pasar a despedirse.

Las autoridades italianas prevén que este número seguirá aumentando considerablemente en las próximas horas hasta que a las 19 de este viernes se cierren las puertas de San Pedro para proceder a la ceremonia de cierre del féretro, antes del funeral y el entierro previstos para mañana en la Basílica de Santa María la Mayor.

El ministro del Interior de Italia, Matteo Piantedosi, señaló ayer que se espera la llegada de aproximadamente 200.000 personas a Roma para asistir al funeral del papa Francisco. “En estos momentos hay 182 delegaciones extranjeras que confirmaron su asistencia, la mitad de las cuales incluyen la presencia de jefes de Estado o de gobierno”, advirtió Piantedosi.

El gobierno italiano coordina un despliegue de máxima seguridad que incluye a 4.000 agentes y una zona de exclusión aérea sobre el Vaticano. Las sedes diplomáticas, las estaciones de tren y los aeropuertos de Fiumicino y Ciampino contarán con una vigilancia reforzada.

El cardenal filipino Luis Antonio Tagle presidió anoche la cuarta recitación del rosario en memoria del papa Francisco. La ceremonia se realizó frente a la Basílica de Santa María la Mayor, el sitio elegido por el Pontífice para su sepultura.

En sus palabras introductorias, Tagle recordó el pasaje del Evangelio en el que Cristo resucitado se dirigió a sus discípulos, aún conmocionados por la crucifixión, y les preguntó: “¿Por qué están angustiados? ¿Y por qué tienen dudas en el corazón?”.

Tagle dijo que Jesús les abrió el entendimiento sobre las Escrituras para liberarlos del miedo a la muerte. “La resurrección es fuente de esperanza y certeza para nuestra vida”, afirmó el cardenal, y añadió: “El Maestro y Señor vino a darnos una vida que no tendrá fin”.

Al igual que cuando fue trasladado a la Basílica de San Pedro, el féretro será sometido hoy al rito de aspersión e incensación del cuerpo a cargo del camarlengo Kevin Farrell. En este paso, se le arrojará agua bendita y rodeará el cajón con incienso. Allí, le colocarán un velo de seda blanco en el rostro como símbolo del alma entregada a Dios.

En el ataúd también colocarán una bolsa de terciopelo rojo con monedas conmemorativas por cada año de papado, una cápsula metálica sellada donde habrá un acta de su pontificado escrita en latín, su cruz pectoral y su Biblia que leía habitualmente. El féretro se cerrará en silencio con una cinta de lino cruzada y lacre vaticano.

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