La ciudad de Río Gallegos se prepara para un juicio que estremece a la comunidad. A pocos días del inicio del proceso judicial por la trágica muerte de Brianna Matulich, su padre, Jorge, rompe el silencio y comparte la mezcla de tranquilidad y firmeza con la que afronta estas horas cruciales. Su voz, cargada de dolor pero también de una inquebrantable búsqueda de justicia, resuena en cada palabra.
Jorge Matulich visitó el estudio de LU12 AM680 este jueves y se mostró expectante ante el inminente inicio del juicio, fijado para el próximo 21 de abril en la Cámara Oral de la capital santacruceña. A pesar del profundo vacío que dejó la pérdida de su hija en 2023, y de un error inicial en la notificación de la fecha, Jorge afirmó sentirse “tranquilo y confiado en que la justicia va a dictar una sentencia ejemplar“. Su esperanza radica en la contundencia de las pruebas recabadas, anhelando que el fallo marque “un punto de inflexión” y reafirme el valor fundamental de la vida.

 (FOTO: JOSÉ SILVA/LA OPINIÓN AUSTRAL) (FOTO: JOSÉ SILVA/LA OPINIÓN AUSTRAL)
(FOTO: JOSÉ SILVA/LA OPINIÓN AUSTRAL)

El suceso se registró en la madrugada del 31 de diciembre del 2023 y, por el caso, está procesado con prisión preventiva, Esteban González, un empleado bancario que se encontraba corriendo picadas en la Autovía 17 de Octubre, momentos antes del incidente que terminaría cobrándose la vida de Brianna y dejando con lesiones graves a su hermana Prisicila.
La ardua tarea de recopilación de pruebas tras el fatídico hecho fue llevada adelante por los organismos correspondientes, según relató Jorge. En esos momentos de profundo dolor, la prioridad de la familia fue contener y cuidar a Priscila, la otra hija que resultó con graves fracturas expuestas.

(FOTO: LEANDRO FRANCO/LA OPINIÓN AUSTRAL)

Por otro lado, Jorge destacó la eficiente labor de la investigación y la instrucción, resaltando la importancia de seguir los protocolos adecuados en la presentación de pruebas ante la justicia.
Con la claridad que otorga el tiempo y el procesamiento del dolor, Jorge revive el trágico recorrido que culminó con el incidente de Brianna y sus hermanos. Recuerda con precisión su primera pregunta a su hijo Thiago, el menor que milagrosamente resultó ileso físicamente, pero que carga con una herida emocional imborrable. “¿Ustedes donde estaban? en la calle o en el boulevard” les preguntó, a lo que Thiago dijo que estaban en el césped.

La escena, grabada en su mente, lo llevó inicialmente a pensar en un accidente menor, una hipótesis que se desvaneció al confirmarse el cambio de carátula judicial, sustentado en las impactantes pruebas fílmicas. La crudeza de esas imágenes, que Jorge solo pudo soportar ver dos veces, revelaron la brutal velocidad a la que circulaba el vehículo conducido por Esteban González.
La reconstrucción de los hechos, basada en pericias que coinciden en una velocidad superior a los 100 km/h, e incluso una que estimó un mínimo de 159 km/h en una curva, dibujó un panorama de extrema imprudencia.

Esteban González se encuentra detenido en la UP N°2 (FOTO: LA OPINIÓN AUSTRAL)

Para Jorge, no hay dudas de la responsabilidad del conductor, un hombre de su misma edad y padre de tres hijos, quien, a pesar de ser consciente de las posibles consecuencias de sus actos, decidió conducir de manera temeraria, huir del lugar y ocultar el vehículo. La actitud posterior, incluyendo el intento de fuga, agrava aún más la situación a los ojos del padre. “Él sabía las consecuencias que que podía originar su responsabilidad y sin embargo lo hizo y siguió. Se fugó” aseveró.
Un punto sensible en el caso es la situación de la mujer que acompañaba a González, identificada como JS. Si bien la justicia no la considera imputada, al no ser quien conducía, para Jorge y gran parte de la sociedad su rol no es exento de cuestionamientos.

El día que pintaron la estrella amarilla en el lugar del hecho. (JUAN PALACIOS / LA OPINIÓN AUSTRAL)

La falta de un intento por detener al conductor o de brindar asistencia tras el impacto es para el padre una muestra de una conducta que, aunque legalmente no punible, moralmente resulta reprochable. La ausencia de cualquier disculpa por parte de ella añade dolor a la familia.
El relato de Jorge pinta un escenario de descontrol y negligencia por parte del conductor, quien, según testimonios, fue echado de un local y continuó consumiendo alcohol en otro antes de subirse a la camioneta Ford EcoSport. La velocidad a la que se desplazaba era tal que un trayecto que normalmente llevaría 15 minutos lo cubrió en tan solo cuatro, un testimonio elocuente del peligro que representó para todos los ciudadanos aquella noche. La ausencia de persecución policial inmediata tras el impacto subrayó la violencia y la rapidez de la fuga.

La EcoSport, conducida por González, con la que embistió a Brianna. FOTO: LEANDRO FRANCO/LA OPINIÓN AUSTRAL

El pedido de justicia de Jorge trasciende el dolor por Brianna. Se extiende a Priscila, marcada por las secuelas físicas, y a Thiago, cuyo psiquismo aún resuena con el horror vivido. Jorge desestima las críticas sobre el lugar donde caminaban sus hijos, utilizando una analogía contundente: “Es como lo que yo a veces doy un ejemplo que si una mujer por ahí está vestida provocativa y le sucede algo, no podemos decir, ‘Ah, es culpa de la mujer porque viste provocativa’“. Su foco está puesto en la conducta del conductor y en las leyes que infringió.

Finalmente, sobre la falta de acercamiento de la familia del acusado: “Ninguno, perdón, ninguno de la otra parte, ningún incluso algún familiar del del que está detenido no se acercó tampoco. Nunca habló nadie con vos. No, nadie.”

Puntos comunes con el caso “Cokito”
Con la experiencia de otros casos resonando en la memoria colectiva, como el del juicio de “Cokito” Oyarzo, donde una expectativa de pena similar terminó en una condena menor, en declaraciones a la Decana de la Patagonia, Jorge deposita su confianza en que la violencia y las circunstancias particulares del caso de Brianna se traduzcan en una sentencia ejemplar. Su lucha, visible en la remera con el rostro de su hija, es constante y está dedicada a honrar su memoria y a buscar justicia para otras familias que atraviesan un dolor similar. “El mínimo es ocho y el máximo 25. Eso no quiere decir que que bueno, los jueces después decían otra cosa. Eso ya quedó marcado en el juicio de Cokito, que fue más o menos lo mismo, hubo cambio de carátula, era mínimo ocho y máximo 25 y se le terminó dando 5 años a a Vera.”

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