Salvador Allende ganaría las elecciones en Chile un 4 de septiembre de 1970, tras quedar en primer lugar en la elección con más del 36 % de los votos. Posteriormente y tras la votación del Congreso, resultaría electo presidente el 24 de octubre.
La propuesta de Allende era transformar el país en un régimen socialista, pero la economía del país había dejado de crecer y el déficit público escalaba. O eso es lo que resumen los libros de historia.
Durante las décadas de los ’70 y ’80 América del Sur fue testigo de la crudeza y el terror que dejaron las dictaduras militares y la expulsión de sus ciudadanos que huyeron del horror, una postal común por aquellos años.
Sin embargo, la persecución y criminalización política y el terror de la época no fueron hechos aislados. Hace poco, el gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Biden, publicó documentos secretos sobre el golpe de Estado en Chile.
La intervención norteamericana no es nueva, pero sí, tal vez, poco relatada.
Se trata de los informes diarios que recibió el entonces presidente Richard Nixon del 8 al 11 de septiembre de 1973. Lo más importante en esos documentos es una llamada telefónica entre Nixon y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, en los días posteriores al golpe.
Así lo reveló Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Chile del Archivo Nacional de Seguridad en Washington. Si bien el apoyo económico del país norteamericano a las Fuerzas Armadas y sus influencias en gobiernos socialistas, comunistas o todo aquello que se aleje del feroz capitalismo que pregona no es algo novedoso en la historia Latinoaméricana, el director expuso fragmentos de la llamada en la que Kissinger señala en aquella época: “Quiero decirle que los ayudamos. Estados Unidos creó las mejores condiciones posibles para fomentar el caos, desestabilizar la economía, crear problemas grandes contra Allende y su gobierno”.
En primera persona
“Hay muchas cosas que uno podría decir, infinidad de cosas que uno podría decir respecto al golpe de Estado en 1973 que derrocó a Salvador Allende en Chile”, señaló en primer lugar Pedro Díaz a La Opinión Austral.
Hoy está frente al Centro Chileno en Río Gallegos, pero su historia no se reduce al ahora. Su familia es exiliada de Chile y su hermano José fue ex preso político en Isla Dawson, en Chile. Posteriormente, ya en Santa Cruz, fue presidente de la Asociación Centro Chileno en Rio Gallegos.
Pedro busca en sus memorias una forma de sintetizar esa historia y vuelve a las bases: “Una de las primeras cosas que puedo decir es que Estados Unidos, en el transcurrir del tiempo, ha ido reconociendo su intervención indebida en asuntos internos de un país soberano como es Chile, a través de aquel presidente como fue Richard Nixon y el tristemente célebre Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger que, a través del director de la CIA, en ese entonces Richard Helms, operaron y coordinaron el golpe de Estado y la irrupción armada del ejército y de las fuerzas armadas en general en el 11 de septiembre de 1973 en Chile”.
Las persecuciones, muertes, desapariciones, torturas y vejaciones nunca fueron desconocidas, pero hasta hoy siguen revelando detalles escabrosos y testimonios de víctimas de aquellos años oscuros.
“El propio gobierno norteamericano desclasificó documentos donde, obviamente, se demuestra el rol del gobierno norteamericano de la época con el único propósito de derrocar un gobierno, el primer gobierno marxista-leninista elegido por el voto popular en el mundo”, recordó Pedro.
De ahí a que muchas familias y ciudadanos chilenos tuvieron que escapar del país para salvar sus vidas y preservar su integridad. Entre ellas, la de Pedro.
“Nosotros como familia lo hicimos, sufrimos la prisión de mi hermano mayor, que ya hoy no está entre nosotros, con 15 años, a un mes de cumplir los 16 años”, relató. José, su hermano, fue detenido y torturado en la ciudad de Punta Arenas y, posteriormente, trasladado a la Isla Dawson, lugar inhóspito en medio del estrecho de Magallanes.
José era miembro del Centro de Estudiantes de su colegio, la escuela industrial de Punta Arenas. Posteriormente, transcurrido casi 9 meses, fue dejado en libertad condicional pendiendo sobre él una pena de prisión de 5 años y un día. La familia Díaz viene de Rosalía, madre de los hermanos y, aún hoy, socialista, contó Pedro.
“Ante esa situación mi padre tomó la decisión de exiliarnos y el camino que teníamos en ese momento, obviamente que era el más corto y el más práctico, era Argentina”, contó su hermano.
“Escapamos, nos vinimos a estas tierras hermosas, preciosas, a las que amamos con toda nuestra alma y encontramos refugio acá”, es la síntesis de una larga historia de lucha.
Pero nadie sale del todo airoso de un arrebato de identidad y pertenencia. “Nos reinventamos como familia. Pero nunca en realidad pudimos reponernos del daño que nos ocasionó como seres humanos todo lo que vivimos”, contó y señaló que fue muy difícil asumir “nuestra realidad” en aquel momento “porque te están obligando a un desarraigo“.
“Sacamos fuerza de flaquezas y pudimos consolidarnos en esta tierra bendita y pudimos salir adelante, pudimos integrarnos a la sociedad argentina y logramos construir un futuro del que hoy nos sentimos orgullosos”, señaló en el balance.
La forma que encontraron fue, cada uno, seguir el compromiso de la militancia y la política. Hasta el día de hoy, su madre Rosalía a sus 85 años, tiene la fortaleza y la inquietud de participar.
“Nunca perdimos nuestra identidad política”, reforzó Pedro que sabe, como pocos, que las ideas no mueren.
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