Hoy, a cuatro años del Ni Una Menos y cuando parece que hubo un cambio cultural y no se toleran más los acosos, en Río Gallegos los casos siguen existiendo y están cada vez peor, con menores involucradas y hechos que podrían interpretarse como intentos de secuestro. Además, sólo un ínfimo porcentaje de estos son denunciados y, tras cartón, terminan con los acusados en libertad.

*Por Juan Manuel Reyna

jmreyna@laopinionaustral.com.ar

El acoso callejero no es nuevo en ningún punto del país ni del mundo, pero ya transcurridos cuatro años del Ni Una Menos -un hito en la historia- pareciera que hubo un cambio cultural y que este tipo de actitudes machistas no se tolerarán más en sociedades civilizadas. Al menos así lo interpretan -o quieren creerlo- las principales referentes de movimientos feministas de Argentina.

En parte los hechos de estas características ahora sí son expuestos, o como comúnmente se los suele denominar en redes sociales, “escrachados”. Pero los casos quedan ahí y no avanzan más que de una publicación con la foto del presunto acosador (a veces ni eso) y del relato de la víctima de cómo fue el traumático episodio, que en ocasiones llega a tales extremos de poder denominárselos como acoso sexual.

¿Por qué quedan ahí?, porque las mujeres no se animan o no quieren denunciar el hecho formalmente ante la Policía o Juzgados. ¿Por qué?, en su gran mayoría porque saben -o al menos así lo entienden- que sería inútil y que nada pasaría con su acosador. Sería una pérdida de tiempo para una causa que, en el mejor de los casos, termina con una investigación que compruebe cierta culpabilidad, una aprehensión, seis horas en la comisaría y un fijar domicilio y a la calle.

En Río Gallegos, de un par de años a esta parte, los hechos de acoso callejero han estado incrementándose exponencialmente, o al menos se les ha dado -como ya se mencionó- mayor “visibilidad”. Pero lo que sucede es que, en una ciudad que es casi como un pueblo, este tipo de hechos no pasa desapercibido. Mucho menos en los episodios donde la víctima alude que casi sufre un intento de secuestro.

La mayoría de los relatos y casos en manos de la Justicia -que son escasos, por lo que ya se planteó previamente- tienen como protagonista a un hombre siguiendo a una mujer. Insistencia y más insistencia, ante una y otra negativa hasta que el acosador se retira.

Ahora bien, los más graves, tienen como implicados a automovilistas, también siguiendo a una mujer (que en ocasiones resulta ser una menor de edad, lo que hace aún más bochornoso y despreciable el acto intentando que esta suba a su vehículo. Hasta en ocasiones, hubo un accionar que puede ser entendido como una tentativa de secuestro.

El año pasado hubo dos casos que tomaron mucha relevancia, el primero el de un hombre de unos 50 años que habría intentado abordar por la fuerza a una menor en la zona de la autovía. El individuo se vio escrachado en las redes sociales y se presentó en la comisaría, poniéndose a disposición de la Justicia.

Otro caso, que tuvo mucha más repercusión y ocurrió en agosto de 2018, fue el de un hombre de 55 y una mujer de 49 años que fueron aprehendidos por personal de la Comisaría Tercera, sospechados de haber intentado subir por la fuerza a su auto a una menor de edad, de 14 años, en el barrio 213 Viviendas. También, tras los plazos legales en la dependencia, establecieron domicilio y recuperaron su libertad. La causa, sigue su curso. Pero los implicados en ese aparente intento de secuestro, están libres.

En tanto, este año, además de uno trascendido recientemente en el que una adolescente de 16 años fue acosada por un hombre en un auto en la zona de Zapiola y Lavalle, tras salir del gimnasio cerca de las 19:30 horas e ir hacia su casa, hubo dos más que despertaron estupor y repudio.

El primero fue por el mes de marzo, cuando un joven (26) estudiante universitario de la Unidad Académica Río Gallegos de la UNPA fue detenido por la División de Investigaciones (DDI) Río Gallegos, acusado de abusar de chicas en la calle, a quien además el Consejo de Unidad de la UNPA lo suspendió por diez años por reiterados casos de acoso sexual en el Campus.

El segundo fue un mes después y tuvo como víctima a una joven modelo riogalleguense, quien denunció en la Comisaría Tercera junto a su madre que una camioneta Ford Ranger color negro y sin patente la siguió por varias cuadras en el barrio Codepro, cuando iba hacia su casa.

“Me intentaron levantar una camioneta negra no tenía patente, ni tres cuadras pude caminar tranquila, por suerte estaba a una cuadra de mi casa y no me pregunten cómo, pero llegué corriendo y menos mal que estaba mi mamá que me abrió rápido la puerta porque la venía llamando mientras corría ya que la camioneta me venía siguiendo”, marcó en su relato en las redes, el cual posteriormente replicó ante la Policía.

Para el Observatorio Ni Una Menos, el 100% de las mujeres experimentó algún tipo de acoso a lo largo de su vida, aunque muchas veces desde algunos sectores las circunstancias y el hecho en sí son minimizados, argumentando exageración o tergiversación por parte de la mujer.

En Argentina, en el mes de mayo de este año, el Gobierno promulgó la ley 27.501, modificatoria de la 26.485, que establece el acoso callejero como una modalidad de violencia a la mujer. La normativa había sido sancionada por el Congreso el 16 de abril pasado.

La ley aprobada tipifica como ilícito la violencia contra las mujeres en el ámbito público, como aquella ejercida contra las mujeres, por una o más personas, en lugares públicos o de acceso público, como medios de transporte, o centros comerciales.

Considerando como un gran avance la inclusión del acoso callejero en la ley contra la violencia de género, autoridades y organizaciones instan a las mujeres que vivieron algún tipo de episodio de estas características a denunciar, es la única forma en que alguna vez se logre un cambio sustancial.

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