La historia del alcoholismo comienza en el preciso instante en el que un hombre se encuentra con el alcohol y, más precisamente, con sus efectos. Esto es así porque las bebidas, desde siempre, no solo desempeñaron el papel de alimento, sino también de estimulantes, de instrumentos para la evasión. Para algunos se constituyó en una fuente capaz de lograr una comunicación con lo sobrenatural. Desde entonces, el alcoholismo inició una carrera en la cual fue cobrando cada vez más velocidad, agregándose luego otra serie de excitantes. 

Merece un estudio aparte el papel del vino. Su consumo, como el de ninguna otra bebida, se extendió a lo largo de todo el mundo. Incluso cuando tropezó con la barrera propiciada por el Islam no dejó de actuar en la clandestinidad. El alcoholismo tuvo un aumento considerable sobre todo a partir del siglo XVI. En algunos lugares, como Venecia, se comenzó a castigar con rigor el alcoholismo público; la misma actitud se extendió a otras ciudades. El siglo XVIII tuvo como característica una extensión del alcoholismo al campo, además de acentuarse la cuestión a las ciudades; generalizándose el consumo masivo, sobre todo a partir de que el vino se convirtió en una mercancía barata, aunque muchas veces, de baja calidad. Fernand Braudel destaca cómo su precio bajaba en la medida en que el trigo se encarecía. Esto llevó al historiador Witold Kula a sostener la teoría de que el vino era una suerte de compensación: al faltar el pan, se ofrecían calorías a bajo precio. Pero, más allá de las calorías que implica, el vino se constituyó en una forma de evasión por excelencia, incluso cuando los problemas cobraran un tinte económico.

Con respecto a la cerveza, en Europa se impuso también como bebida de pobres aumentando su consumo en épocas difíciles, mientras que en la prosperidad los bebedores de cervezas se inclinaban al vino, si bien en lugares como los Países Bajos fabricaron cerveza de lujo. El aguardiente y los alcoholes de cereales constituirían una verdadera revolución, naciendo en el siglo XVI, desarrollándose en el siglo XVII y divulgándose en el siglo XVIII.

Resulta interesante notar cómo muchas bebidas alcohólicas, al igual que sucedió con otras drogas, fueron pensadas en determinados momentos como poseedoras de cualidades curativas. Arnau de Vilanova escribió el libro Conservación de la Juventud, donde expone cómo el aguardiente, llamada aqua vitae, es capaz de tal milagro al disipar los humores superfluos, reanimar el corazón, curar los cólicos, la hipocresía, la parálisis, calmar los dolores de muelas y preservar de la peste. Por mucho tiempo, el aguardiente se utilizó como un medicamento pensado como eficaz contra la peste, la gota y la afonía. Algunos tratados de química afirmaban que el alcohol etílico, utilizado oportunamente, era una suerte de panacea.La fabricación de aguardiente no tardó en convertirse en una “industria de guerra”, adoptándose la costumbre de distribuirla entre los soldados antes de la batalla. Algunos médicos militares sostenían que el vino y los licores alcohólicos suprimían las “enfermedades pútridas” y resultaban indispensables para la buena salud de la tropa. 

El siglo XVII traerá la moda de los licores. El 1760 se utilizaba en Paris al marrasquino como medicamento, llegando luego a imponerse los alcoholes de grano, como el vodka, el whisky, la ginebra y el gin; tenían como ventaja los precios moderados. La sociedad londinense de comienzos del siglo XVIII, en todas sus esferas socioeconómicas, se emborrachaba con gin.

El aguardiente, el ron y el alcohol fueron los regalos que llegaron desde Europa a las civilizaciones americanas. Los indígenas fueron perjudicados por el alcoholismo en el cual, según Braudel, se los inició. Así el alcohol, como lo fuera el opio, sería utilizado como factor de dominio. Por 1786 Bernardo de Gálvez, virrey de México, luego de elogiar sus efectos y observar la afición en los indios, recomienda que se haga propaganda entre los apaches del Norte de México que todavía la ignoraban, con la intención de crearles una nueva necesidad que les provoque una dependencia forzosa con los dominadores.

A lo largo de la historia de las bebidas alcohólicas podemos verificar algunos de los parámetros que resultan sumamente comunes entre quienes consumen: cierta suposición de que actuarían como una medicina, incluso como una suerte de panacea. A la vez, se entretejen, manejos que llevan a una dependencia del alcohol, que supo ser utilizada para obtener réditos económicos o políticos. 

Lic. Natalia Pelizzetti

Equipo de Coordinación GIA. HRRG

Bibliografía: Historia del alcoholismo. “Alcohol, tabaco y otros vicios”. Luis Dario Salamone. 2012. 

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