Bajo el nombre de Mónica Mayo y presentando su espectáculo, Mónica Andrada llegó a Caleta Olivia donde se radicó y se graduó de profesora de Educación Especial. El promedio de vida de las personas trans es de 35 años, cualquiera que lo supere es sobreviviente, ella tiene 58. Escenarios, detenciones, gestión y militancia.  

Por Belén Manquepi Gómez

En Argentina, la situación de las personas trans está fuertemente determinada por la exclusión y la vulnerabilidad, esas condiciones hacen que aquellas que superan los 35 años de vida sean consideradas sobrevivientes. Mónica Andrada de 58 años es una de esas sobrevivientes. 

“Una busca los lugares donde poder sentirse cómoda. En mi casa no he tenido una exclusión familiar, pero a veces causaba muchas penas, peleas familiares, aparece el deseo de buscar rumbos”, cuenta quien después de la adolescencia dejó su Rosario natal. 

“En épocas pesadas del país a nosotras se nos detenía, he tenido compañeras que han sido torturadas y hasta muertas por defender sus derechos a vivir como una quería. La única posibilidad que te permitía el sistema era prostituirte, no es que el Estado te lo dijera, pero era la única forma que se tenía para sobrevivir y ser lo que uno quería ser, y si no trabajar en la noche en espectáculos públicos, tomé esa opción, trabajando en locales nocturnos, bailando, se nos nombraba como transformismo porque la palabra trans no se usaba, se catalogaba como travesti y muchas veces para no ser detenida se nos presentaba como travestismo, como un espectáculo. Con tratamientos hormonales y utilizando las siliconas industriales construíamos nuestros cuerpos, el ideal de mujer que teníamos en ese momento, de muchas curvas, entonces podíamos trabajar con una identidad femenina durante el espectáculo, pero tenías que salir a la calle vestida de varón porque si no te esperaba el patrullero y caías presa”, recuerda. 

Junto a los humoristas Corcho y Beto César.

Fue en 1982, con el nombre de Mónica Mayo y junto a una compañera, que comenzó a presentar sus shows. “Fuimos las primeras mujeres trans en poder dar ese espectáculo, hubo que pedir un permiso policial a través del cual nos permitían hacerlo, pero a la calle teníamos que salir vestidas de hombres”.

A lo que en esos años se llamaba travestismo, tenía un límite, era la contravención. 

En todo el país, los códigos señalaban que las personas trans estaban incurriendo en una falta. En Santa Cruz la ley 233 de 1961, en el Capítulo III Faltas contra la moral pública y las buenas costumbres, artículo 95, señalaba que “el que en la vida diaria se vista como persona del sexo contrario o se haga pasar por tal, salvo en las fiestas del carnaval y con la debida autorización, será reprimido con arresto hasta treinta días o multa hasta mil pesos”. Recién 49 años después fue derogada cuando se promulgó la ley 3.125 de 2010 que establecía un nuevo Código de Faltas. 

“El artículo (en Capital Federal o provincias) era más o menos parecido en cuanto a las condiciones por las cuales tenías que ser detenida. Automáticamente te catalogaban como prostituta porque no tenías forma de decir cuál era tu medio de vida, no teníamos un trabajo en blanco, entonces decías “no trabajo, vendo Avon”, no había forma de justificar el medio de vida. Primero era 24 a 48 horas, caías de vuelta cinco días hasta que después ya pasabas a la cárcel”, explica.

“Muchas veces hemos sido detenidas sin saber porqué, éramos estadísticas, en ese momento tenían que tener un determinado número de personas detenidas y no importaba el motivo, de otro modo decían que no había delito, y al no haber delito qué pasaba en esa comisaría, había que justificarlo deteniendo gente y ahí había que esperar hasta que llegara la libertad, como un preso”.

Al sur de Argentina

En el año 2000, a través de sus espectáculos, Mónica llegó a Santa Cruz y conoció Caleta Olivia. En la ciudad de El Gorosito hizo amistades, en 2004 se radicó y para acompañar a un amigo se inscribió en una carrera universitaria.

“Tenía una base de lengua de señas porque había hecho primer y segundo nivel en una Escuela Especial, dentro de lo que más o menos me gustaba estaba la modalidad de Educación Especial, en un año me enamoré de la carrera, el Profesorado en Educación Especial orientado en Discapacidad Intelectual. En el segundo año tuve el primer contacto con alumnos en la Escuela Especial N° 2 de Caleta Olivia, ahí realmente te das cuenta si te gusta”, comenta. 

Mónica se graduó, pero abrir legajo en la Junta de Clasificación no fue fácil, en su reclamo intervino el INADI y, si bien desde el Consejo de Educación respondieron que no era por discriminación que no se le permitía la inscripción a Educación Especial, la acción sentó un precedente para la reformulación de un inciso del estatuto que se lo impide por edad. Con interés en formarse, continuó con la orientación en Sordos e Hipoacúsicos, la cual tiene prevista concluir. 

En el camino, llegó una propuesta, ser directora de Diversidad de Género, un área dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad de Caleta Olivia. “Fue un reto porque no es sentarse y tratar de realizar cosas, es también formarse. Tuve que aprender la parte administrativa, respetar las líneas de mando, saber preparar los informes. Fuimos aprendiendo”, señala. 

El área está enfocada especialmente a la promoción de salud y la prevención de infecciones de transmisión sexual, y respecto del trabajo que realizan, observan una buena recepción, especialmente cuando se trata de charlas en escuelas. 

“Siempre queda el espacio de querer saber más, a medida que surgen las necesidades se van abordando, lo nuestro nació desde la necesidad de un colectivo que no ha tenido inserción laboral, nos ha costado entrar al sistema de salud, tenemos muchas expresiones, somos personas trans que tenemos cuerpos trabajados, formados, construidos, lamentablemente pueden ser muy buenos médicos, pero a lo mejor no están preparados para nuestros cuerpos”. 

Mónica expresa: “falta muchísimo para construir, para aprender a respetar, estamos evolucionando, hemos tenido un crecimiento de golpe y esto va llevando trabajo, si bien no vamos a reparar lo sucedido, vamos a tratar de mejorar las cosas, las que van a disfrutar más van a ser las generaciones nuevas. Las compañeras sobrevivientes van a empezar a disfrutar de esta igualdad de oportunidades en lo laboral, en lo educativo, en la salud, esos son los ejes fundamentales con los que uno trabaja. Vengo de una generación que ha pasado muchísimas y no todo eso tengo que volcarlo en un resentimiento para dejar a la persona que me está escuchando mal, hay que dejar un mensaje positivo de cómo le puse el pecho a las balas, de lo que voy pasando y la superación”. 

Reunida con referentes de género de Santa Cruz y otras localidades del interior provincial. (Foto: Mirta Velásquez)

A pocos meses de que finalice la gestión municipal, si es nuevamente convocada continuará, en su defecto, compartirá su experiencia con quien esté al frente de la Secretaría. “Mi interés es que el área no se cierre, después seguiré militando por la defensa de nuestros derechos y creando políticas públicas para poder mejorar la calidad de vida del colectivo”, afirma.

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