“Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, esta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro”, dijo el presidente en los primeros párrafos de su mensaje de asunción ante el Congreso, aquel 25 de mayo de 2003, una fecha trascendental para los argentinos y argentinas, pero que además desde entonces también lo es para la liturgia kirchnerista.

 

 

Con sólo el 22% de los votos, el hasta entonces gobernador de Santa Cruz (estaba en su tercer periodo) comenzaba la gestión poco después del estallido social que expulsó al gobierno de La Alianza.

 

Dar salud a los argentinos impone políticas de Estado

 

Un mes antes, el 27 de abril, junto a su compañero de fórmula Daniel Scioli, había logrado 4.312.517 votos con el Frente para la Victoria. Después Carlos Menem, su competidor, se bajaba de la segunda vuelta.

 

 

El estallido

Los cuatro años previos habían reducido el PBI argentino un 19,3%, alcanzando récords históricos de pobreza. Más de la mitad de argentinos y argentinas estaba en esa situación, arrastrando el default de la deuda externa que venia desde finales de 2001, alcanzando los 260 mil millones de dólares.

En el balcón, junto a su esposa, Cristina Fernández, saludó a la gente.

 

Entonces, todavía no había comenzado el proceso de fortalecimiento de los gremios que derivó en paritarias anuales.
La asunción de Néstor Kirchner se dio con un sentido de profunda curiosidad por parte de la población, que desconocía al nuevo presidente, pero que mayoritariamente acompañaba el fin de una era neoliberal que puso a la dirigencia política bajo un manto de sospecha, vinculado al “que se vayan todos” de la crisis de 2001.

 

 

 

Argentina venía de un período de intensa volatilidad política y cinco presidentes al hilo tras que un helicóptero se llevara a Fernando De la Rúa de la Casa Rosada y la plaza de Mayo dejara un tendal de muertos por la represión estatal.

 

El contexto social y económico era muy complejo porque el flamante mandatario se hacía cargo de un país que, entre otros problemas, tenía más cantidad de desocupados que los votantes que habían confiado en él, como en reiteradas oportunidades recuerda la hoy vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

 

 

En su discurso de asunción presidencial en el Congreso de la Nación, al que asistieron decenas de dirigentes de Santa Cruz -donde decidió romper los protocolos-, el santacruceño arrancó: Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.

 

 

En su mensaje, Néstor fue categórico con su idea de avanzar hacia un proyecto de inclusión social en el cual el Estado “debe actuar como el gran reparador de las desigualdades”.

 

Tenía más cantidad de desocupados que los votantes

 

 

“Queremos ser la generación de argentinos que reinstale la movilidad social ascendente, pero que también promueva el cambio cultural y moral que implica el respeto a las normas y las leyes. En este marco conceptual queremos expresar los ejes directrices en materia de relaciones internacionales, manejo de la economía, los procesos de la salud, la educación, la contención social a desocupados y familias en riesgo y los problemas que plantean la seguridad y la Justicia en una sociedad democrática”, apuntó.

 

 

Como si fuese hoy

 

En su mensaje se metió en todos los ámbitos de la administración y sobre la salud dijo cosas que hoy tienen gran vigencia, en un contexto de pandemia que encontró al país recuperándose de un fuerte deterioro que marcó la era Cambiemos, que llegó a eliminar el ministerio para convertirlo en apenas una secretaria de salud.

 

 

En el campo de la salud, el Estado asumirá un rol articulador y regulador de la salud pública integral, sumando los esfuerzos de los subsectores públicos provinciales y nacionales, privados y de obras sociales, orientado a consolidar las acciones que posibiliten generar accesibilidad a las prestaciones médicas y a los medicamentos para toda la población”.

 

 

En 2003 Kirchner ya advertía que “el objetivo de dar salud a los argentinos impone que se asuman políticas de Estado que sean impermeables a las presiones interesadas, por poderosas que sean, provengan de donde provengan”.

 

Esta definición, 18 años después, sigue manteniendo vigencia, cuando el mundo y nuestro país discuten la liberación de patentes de los países poderosos y el acceso igualitario a vacunas, mientras se realiza un esfuerzo enorme para que el sistema hospitalario no colapse.

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