Todas las veces que pensé en ella la imaginé de espaldas sentada en la punta de su cama. Encorvada como una gárgola, los brazos desplomados sobre los muslos. A su cara no la veo, pero una lanza de luz ominosa le da de lleno a través de la ventana que da al patio de tierra. Los ojos sobre el frutal. Escribir sin haberla conocido no es lo mismo, pero a la cara de Paula no la quiero ver, porque si lo hago, también voy a ser cómplice del monstruo que la tiene encerrada.
En abril de este año, en la localidad santacruceña de Pico Truncado, cercana a los treinta mil habitantes y que en su ingreso tiene un Bridasaurio de metal gigante, rodeada por yacimientos petroleros y ningún espejo de agua. Un pueblo donde como en muchos otros, todavía ir al supermercado y salir a mirar las casas de los demás es un paseo, Paula fue por segunda vez a la Fiscalía.
Cuatro años antes, en medio del divorcio de su esposo, tuvo un amorío con un hombre que de a poco se le fue instalando en la casa. Hasta entonces él compartía el techo con su madre y no se le conocía trabajo decente aunque se rumoreaba que vendía drogas. El romance duró poco. Paula no soportó que quisiera tomarse atribuciones con sus hijos. Pasó largas noches tratando de hacerlo entrar en razón para que se fuera, pero no consiguió nada hasta que optó por denunciarlo en la Comisaria de la Mujer. Cerca de la Navidad de 2019, tres oficiales bajaron del patrullero y lo sacaron a la fuerza, pero antes de irse tomó el celular de Paula y lo reventó contra el piso. Así fue como obtuvo el chip.
Ni se le cruzó por la cabeza lo que vendría. Uno de sus hijos le dio la noticia. Su ex había subido al grupo de WhatsApp de papis y mamis del colegio el video sexual que filmaron juntos cuando todavía un frenesí de mariposas le anudaba las tripas. El chisme se esparció con la rapidez con la que una mata seca cruza la ruta en la ventisca. Las imágenes de su cuerpo desnudo, deseante, íntimo, fueron luego reenviadas cientos de veces a extraños.
En Pico Truncado, el murmullo de voces hablando del video penetró las paredes de la habitación donde se dejó devorar por el pudor y la angustia. Durante semanas el tiempo no acariciaba las cosas, simplemente se había paralizado y el brillo del cielo que se colaba por el vidrio le resultaba dañino. ¿Cómo se esconde una de la vergüenza?
Pero Paula sospechó que su ex era capaz de más, y lo comprobó cuando googleó su nombre y en la computadora se desplegaron sitios de pornografía donde se vio. “Mirá como tengo a tu mujer“ o “trío” eran algunos de los títulos o tags que venían acompañados de su nombre con apellido materno y el lugar donde vivía, cosa de que se la identifique mejor.
Hay una escena en Love, de Gaspar Noé, en la que Murphy, el protagonista, se levanta de la cama cargando el deseo insoportable de que Electra vuelva y lo abrace. La pareja se disolvió cuando ella se fue luego de que la chica con la que habían decidido cumplir la fantasía de un trío, quedara embarazada en un encuentro del que Electra no participó. Roto, apenas un holograma del varón que fue, saca de la repisa una cámara en la que tiene el video íntimo que filmó con ella. Lo mira mientras contiene la respiración. No habla, pero Noé nos hace saber lo que piensa: “Cómo algo tan hermoso puede causar tanto dolor”.
¿Ese recuerdo le pertenece? Sí, aunque no le alcanza para ponerle los brazos alrededor. Visto así, es un recuerdo hermoso. El punto es que no hay un acto reprochable en la filmación consentida de un acto sexual consentido.

Murphy y Electra se filman y tras la ruptura el conserva ese recuerdo.
Este mes, Netflix estrenó “El hombre más odiado de internet“, un documental de tres capítulos que cuenta el caso de Hunter Moore, un millennial que a fines de 2010 creó el sitio ‘Is Anyone up?’, donde difundía fotos y videos de mujeres desnudas como “pornovenganza”, pero que en 2012 fue condenado porque se probó que conseguía el material a través de hackeos.
No era porno, ninguna era actriz paga. Tampoco venganza, ninguna hizo nada para merecer lo que les pasó. Era violencia de género.
Utilizar el término “pornovenganza” para describir el horror que vive Paula y las miles de mujeres que reportan la exposición no consentida de su intimidad en redes, es lo mismo que decir “crimen pasional” para hablar de un femicidio o de “fanática de los boliches” para referirnos a una piba que sale de noche y amanece en una bolsa de consorcio. Paula no se la buscó. Ella no fue la que se puso en riesgo al pactar un acuerdo con su pareja, sino que este escenario se precipita por obra de él cuando unilateralmente decide difundir el material.

El sitio de “pornovenganza” de EEUU fue cerrado en 2012.
Hace cosa de diez años recibí una solicitud de amistad en Facebook, de parte de una persona de la fui amiga. Nos habíamos distanciado en malos términos y advertí que podría ser una cuenta trucha. Eso y que la imagen de perfil pertenecía a una serie de fotos estúpidas que habíamos hecho posando sexis sin ninguna razón. Una pésima idea.
El miedo me dejó sabor a aluminio en la boca. Quedé paralizada con la sola idea de que alguien tuviese también las mías y las estuviera haciendo circular a través de esa cuenta, pero antes de entrar a chequear me llovieron los mensajes.
-¿Viste lo de X?-
–No, ¿qué le pasó?-
–Filtraron un video de ella con alguien–
-¿Video? ¿Fotos no?-
–Video–
-¿Hay algo mío?-
-¿Tuyo qué?-
Respiré, denuncié el perfil y me comuniqué con su mamá para que hiciera lo mismo.
Tres meses después de la primera denuncia de Paula, allanaron la casa de su ex y le secuestraron un disco externo, un celular, chips, tablets, notebooks, una cámara digital, tarjetas SD y también le libraron una cautelar para que no se acercara a ella. Pero, aun cuando la Justicia interviene sobre la persona que difundió material sin consentimiento y le sacuda el Código Penal, ese contenido ya entró a las fauces de servidores que están, por lo general, fuera de jurisdicción. El daño es a escala mundial.
Un relevamiento hecho por Pornhub, uno de los sitios de pornografía más utilizados en Argentina junto con Xvideo, reveló que usuarios y usuarias de nuestro país tienen a las categorías Hentai, Argentina Casero y Milf entre sus principales búsquedas de contenido triple x. El problema está en la segunda sección.
Como Paula, miles de mujeres aparecen en videos no autorizados, o al menos no para su difusión en Internet. En algunos casos generando material que enviaron a alguien en quien depositaron plena confianza (sexting) o directamente en actos sexuales a los que accedieron con una autonomía que es, de mínima para poner en duda, si por caso se las escucha decir cosas como “no me filmes la cara“, “después borrálo” o están tapándose el rostro con los brazos o la almohada. Trabajadoras de casas particulares, trabajadoras sexuales, adolescentes con tipos más grandes, esposas que piden no ser filmadas aparecen en el universo de sexo hogareño, expuestas con nombre, apellido y zona de residencia frente al público que no busca estética profesional, planos fijos, nitidez ni grandes historias.
Gonzalo Vergara es psicoanalista y entiende que el porno casero puede no configurar un asunto vinculado sólo al voyerismo. “Freud nos habla de una pulsión escópica, la de ver, y pulsión es un concepto del psicoanálisis que se diferencia del instinto porque no es orgánico. Si pensamos en el voyerismo aparece como condición que el otro no sepa que se lo está mirando. El porno casero se contrapone con eso porque es una producción, independientemente de si hubo o no consentimiento para difundirlo, esas personas se están filmando, hay un tercero al menos imaginado y es algo que no sucede en el voyerismo. Es una estimulación muy significante que reviven experiencias de lo propio: la ropa interior como cualquier hijo de vecino o la pared revocada generan una interacción con la propia intimidad y experiencia porque no todo el mundo tuvo sexo en una mansión”, opinó.
La psicóloga María de la Cruz Vieytes coincide con la identificación del “porno” amateur porque quienes lo ven “tal vez se sienten más cómodos con escenas reales que con las que propone el cine en donde se actúa con cuerpos ideales, perfectos, inalcanzables“.
En esto de las nuevas formas de comunicarnos que plantean las TICS, aparece una dimensión feminista que advirtió la violencia de aquellas masculinidades que comparten las imágenes de sus compañeras ocasionales y esto incluye asumir también la responsabilidad de evitar consumir material que los sitios porno ofrecen pero que no son necesariamente pornografía, sino que su contenido es producto de una relación desigual de poder entre quien filmó y la mujer ¿Es esto lineal? No, pero en más del noventa por ciento de las veces filman y viralizan ellos. Es una forma de violencia de género porque ¿acaso no hay un acto de disciplinamiento cuando el fin es silenciarlas a través de la vergüenza de sus cuerpos y deseo? ¿Qué otra cosa sino mantuvo a Paula encerrada en su habitación?
“A esos videos los filmó él sin haber creído jamás que iría a divulgarlos para desacreditarme como lo hizo”, dijo ella, que a tres años de que su video se colgara en el chat de mamis y papis del colegio de sus hijos, lo encontró en un sitio nuevo.
A diario se denuncian casos como el de Paula y si bien otros tuvieron mejor suerte en sancionar la conducta del agresor, fue porque la edad y la extorsión aparecieron en juego.
A menos de 60 kilómetros de Truncado, en Caleta Olivia, D espera que se lleve a juicio a su expareja, que filtró un video íntimo de ella cuando todavía no había cumplido los 18 años. El caso fue encausado como distribución de imágenes de abuso y explotación infantil.
El año pasado, no fueron pocos los medios que publicaron la primera condena por “pornovenganza“ en Argentina. Sin embargo, técnicamente esto no fue cierto, porque si bien en el juicio se ventiló que el tatuador Patricio Pioli subió imágenes y videos íntimos de su expareja en sitios porno, la Justicia de La Rioja, en realidad lo condenó a cinco años de prisión por el delito de “coacción y lesiones leves calificadas“. Luego de la condena, las imágenes se viralizan de nuevo y esta vez, con el agravante de que al haberse conocido el caso, los portales hicieron nota de la nueva filtración. Revictimización al palo.
Existen actualmente en el Congreso de la Nación dos proyectos para sancionar este tipo de agresiones. Una llamada Ley Olimpia y la otra Belén, en honor a dos mujeres que lo padecieron. Belén San Román era una policía que tenía 26 años cuando en noviembre de 2020, procurando que sus hijos no estuviesen en casa, se encerró en su habitación y se disparó en la cabeza con el arma reglamentaria. Fue declarada muerta después de cinco días de agonía en un hospital de Bragado. Pero ella se creyó morir mucho antes, cuando su expareja Tobías Villarruel viralizó un video que obtuvo sin permiso de una videollamada entre ambos y sus superiores, lejos de entender que era una víctima, le iniciaron un sumario. A diferencia de Paula, Belén fue extorsionada por su ex, que le exigía dinero a cambio de no hacer público el material. El proyecto que lleva su nombre sanciona la obtención y difusión no consentida de contenido íntimo, la sextorsión y el montaje digital en videos pornográficos. El que se conoce como proyecto de Ley Olimpia Argentina, se basa en el caso de Olimpia Coral Melo, una mujer mexicana que fue víctima de la difusión no consentida de material íntimo y que, aunque cayó en depresión y tuvo más de un intento de suicidio, está viva para dar testimonio y concientizar sobre la violencia digital.

Belén San Román y Olimpia Coral Melo.
Hay más de ocho proyectos presentados vinculados a la temática, incluyendo violencia sexual porque, vamos, en muchos videos que aparecen hoy en sitios pornográficos la violación no es simulada. Sin embargo, ninguna de estas iniciativas promete resolver que desaparezcan del mapa. Ninguna, aun cuando la ley 25.326 de Protección de Datos Personales establece que los sitios deben darlos de baja dentro de los cinco días hábiles a partir de la denuncia, la luz que se apaga en un punto, se enciende rápidamente en otro servidor.
Hace más de treinta meses que la intimidad de Paula fue revelada y las esporas de esa filtración siguen su tormentosa procesión en Internet. La suya transcurre en pasillos y esperando noticias de su abogado. Por dentro, quién sabe. Probablemente a diario prepare un rostro para enfrentar a los demás, levante muros que la protejan de las miradas y el cuchicheo. Dentro de algunas semanas, cuando llegue la primavera, las rosáceas van a estallar en los brotes de los frutales que trajeron los primeros pobladores del norte santacruceño. Ojalá la búsqueda de justicia haya sido para Paula un motor que la sacó del borde de la cama y el aroma de las flores le mude la piel avergonzada. Que la vergüenza se vaya con él.
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