Perdón a los lectores. En realidad, un doble pedido de disculpas. Primero por usar esta columna para descargarme con un sentimiento absolutamente personal. Y segundo, disculparme en nombre del periodismo en general.

 

 

Más allá de ejemplos y actitudes distintas –que sin duda las hay- y del lugar donde uno desempeña su tarea –también las empresas periodísticas han tomada actitudes diferentes-, hoy me abruma un sentimiento de vergüenza por el lugar que está ocupando el periodismo nacional ante un hecho clave para la vida de todos nosotros: las vacunas contra el Covid-19.

 

 

Y es un hecho clave para nuestras vidas porque también se trata de nuestras muertes, de las muertes de muchos, de quienes no conocemos y también de nuestros seres más queridos.

 

 

Sentimiento de vergüenza porque en muchos casos el llamado “periodismo de guerra”, la grieta política e informativa, los intereses partidarios y comerciales, están puestos por encima del bien común en una crisis sanitaria de un alcance planetario.

 

 

Hoy se necesita de medios y periodistas que dejen de lado sus posiciones opositoras u oficialistas y que traten de informar de la manera más clara y precisa posible sobre qué ocurre con las diferentes vacunas que en algún momento nos vamos a aplicar para frenar esta pandemia que no acaba.

 

 

Y esto lamentablemente no veo que ocurra.

 

 

Y entonces noto mucho temor en la gente. En algunos casos razonable, pero en muchos otros fomentado por una información que llega manchada por motivaciones políticas.

 

 

Con las vacunas que salvarán millones de vidas, no. Por favor no.

 

 

Sigo escribiendo estas líneas en términos absolutamente personales. Tengo la suerte de tener científicos en mi familia, entre ellos un hijo biólogo. Esta situación especial me permite tener más a mano información científica, estar al tanto de las discusiones en los foros profesionales, hablar en la mesa familiar de la historia de las vacunas, de “papers”, de adenovirus, de proteínas, del proceso de formación de anticuerpos, entre otros temas.

 

 

Por eso, un consejo que me animo a dar es que se consulte a los profesionales que uno tenga a mano y en quienes se tenga confianza, en sus médicos personales, en instituciones ligadas a la salud. En leer y escuchar y tomarse el tiempo para pensar, analizar, tratar de despojarse de una posición partidaria, del amor o el odio hacia un gobernante. En no dejarse llevar por discursos periodísticos que oscurecen más que aclarar.

 

 

¿La información oficial que llega sobre las vacunas es siempre clara y precisa? Lamentablemente no. ¿El periodismo ayuda a la gente a tener mayor claridad? No, en muchos casos empeora la situación.

 

 

La primera vacuna que llegará a la Argentina en los próximos días es la elaborada por el Instituto de Investigación Gamaleya, de Rusia. Aquí se prefiere hablar de “la vacuna rusa”, así como a la de “la china”. Pero cuando se refieren a la de Pfizer no le dicen “la vacuna yanqui” o a la de AztraZeneca no le decimos “la vacuna inglesa” o “pirata”, llegado el caso.

 

 

“La idea que circula que si una vacuna es de origen estadounidense necesariamente es mejor que si una vacuna es de Rusia o de China es tan errada como discriminatoria y xenofóbica”, escuché de boca de un respetado científico.

 

 

Todas las vacunas que en este momento están en danza se han elaborado en el mismo tiempo y en los distintos países tienen una “aprobación de emergencia” debido a la gravedad de la pandemia y a su segunda y tercera ola. ¿Son los tiempos habituales para la generación de una vacuna? En general se tarda más. Pero eso es así para todas estas vacunas, más allá de su laboratorio de origen.

 

 

En estos momentos y desde hace días se encuentra en Rusia una delegación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), para inspeccionar cómo es la planta de elaboración de la vacuna Sputnik V, cómo se fabrica, si cumple o no con los lineamientos de manufactura, y eso nos debe generar tranquilidad.

 

 

La ANMAT es una institución de gran prestigio no sólo en la Argentina sino también fuera del país. También la Sputnik V será evaluada por otra instancia en el área de vacunas que es la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn). Instituciones integradas por científicos argentinos muy respetables.

 

 

Más allá de la publicación de la investigación que llevó a la vacuna en una revista científica internacional, la ANMAT tiene desde el mes pasado un informe de 11 mil páginas entregado por el laboratorio Gamaleya. Un informe con todos los aspectos de la investigación de la vacuna.

 

 

Las vacunas deben demostrar ser inmunogénicas y seguras para que la ANMAT las apruebe. “Si la ANMAT no me asegura que esa vacuna es segura y efectiva no me la aplico. Si ANMAT dice que corresponde, yo me la voy a aplicar”, dijo Pedro Cahn.

 

 

La politización de la pandemia y las falsas noticias están generando alarma y temor en la población más allá de lo razonable. En esto una gran parte del periodismo tiene su cuota de responsabilidad.

 

 

Y eso hace que, como periodista, sienta vergüenza.

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