Jorge Soler nació en la provincia de Corrientes en las vísperas de la Navidad de 1960. Ese 24 de diciembre, Argentina estaba gobernada por Arturo Frondizi en medio de algunas décadas de inestabilidad económica entre golpes de Estado.

Malvinas, prácticamente, para la mayoría de la población, era tan solo un punto en el mapa político que se estudia en las escuelas, a pesar de haber sido poseídas por el gobierno argentino 140 años antes del natalicio de Jorge, en la década de 1820. 13 años más tarde, en 1833, serían usurpadas por la corbeta británica Clio, quienes expulsaron a las autoridades argentinas.

Su trabajo hoy es de Marino Mercante.

Soler cumplió parte del servicio militar obligatorio, conocido popularmente como la “colimba”, en la propia ESMA, en plena época del gobierno de facto en nuestro país, entre el 79 y el 80, sin recordar exactamente el año, pero sí asegurando no haber presenciado, ni enterarse al menos, nada de lo que allí sucedía. Los militares tenían una buena manera de esconder las cosas.

Llegó a la ciudad de Caleta Olivia en 1981, como integrante de la Prefectura Naval Argentina, que en esta ciudad poseía tan solo un destacamento. En 1982, cuando comenzó la gesta, era un prefecto raso en la institución.

Avisaron los vecinos

Cuando empezó la guerra yo estaba de guardia”, recuerda Jorge a La Opinión Zona Norte. Marcó que, oficialmente, ellos no tenían ninguna información sobre que se iniciaría un conflicto bélico y que fueron los mismos vecinos quienes los alertaron de las noticias.

No sabíamos nada, nos enteramos por la gente, por el pueblo, porque empezaron a tocar bocina a las 6 o 7 de la mañana es lo que me acuerdo, nosotros no sabíamos nada”.

Estando de guardia, Jorge se enteró del comienzo de la guerra gracias a los vecinos

En aquellos tiempos, cuenta Soler, la Prefectura caletense era una institución tranquila. Al tratarse de un destacamento, “no tenía mucha jurisdicción”. El 2 de abril, con la noticia del desembarco en los pasillos, los integrantes de la guardia costera nacional, comenzaron a tener “una preparada a medias, como estábamos. Hicimos trincheras, hacíamos guardia en la parte de la costa”.

Después de algunos días, llegaron los soldados del Ejército y fueron ellos quienes se extendieron a lo largo de toda la costanera, custodiando la posible llegada de un ataque inglés. “Estaba todo lleno de militares en esos días”, rememora Jorge en la mesa de su hogar del barrio Mirador.

Al igual que gran parte de las Fuerzas Armadas y las de Seguridad, él era un joven prefecto de 22 años, que al enterarse del comienzo de la guerra, se emocionó con la idea de viajar a las islas a pelear por su país. Con la mirada de hoy, agradece que eso no se haya cumplido.

“En un momento nos dijeron que nos iban a llevar a las Malvinas, todos éramos jóvenes, teníamos ganas de ir, estábamos entusiasmados, pero fue mejor que no hayamos ido, no fue lo que uno esperaba”, contó.

11 cuerpos rescatados

A menos de un mes de empezados los ataques entre Argentina e Inglaterra por la soberanía de las Islas Malvinas, con el ejército nacional instalado en la ciudad de El Gorosito, una noticia conmovió a la sociedad.

El helicóptero cayó a unos 10 km de Caleta Olivia y dejó 11 soldados muertos.

La caída de un helicóptero a pocos kilómetros de Caleta Olivia el 30 de abril de 1982, todavía continúa con las incertidumbres planteadas en esa misma jornada. Lo cierto, es que 11 soldados que habían arribado a esta zona para rastrear y detener tropas enemigas que supuestamente habían desembarcado por aquí, perdieron la vida.

Fue parte de Prefectura entre el 81 y el 87, estando presente la institución en la gesta

Jorge formó parte de la búsqueda de los soldados fallecidos. “Rescatamos 11 cuerpos y los trajimos a la morgue del Meprisa”, comentó. “Me acuerdo que cayó a las 5 o 6 de la mañana y nadie sabía que eso había pasado. El jefe se enteró entre las 9 y las 10 y nos avisó. Fuimos y nos encontramos con el desastre”, relata Soler sobre aquel fatídico episodio. “Se veía a los cuerpos que se les había volado la cabeza, fue muy feo”, agregó.

Afuera de la Escuela Mecánica de la Armada. Allí hizo parte de la colimba.

Nunca se supo realmente lo que le pasó al helicóptero, las hipótesis cuentan que lo hicieron volar los ingleses, o que llevaban granadas que explotaron. “El helicóptero había salido de donde hoy está el estadio, muchos dicen que de otro lado pero salió de ahí, donde ellos tenían su base”, asegura.

Rumores de ataques

Las sospechas de ataques ingleses a las costas caletenses eran constantes. Se decía que los europeos buscarían bombardear los tanques de petróleo para causar una gran explosión que, en aquellos momentos, podría haber destruido a toda la ciudad.

Soler, a la derecha, junto a Mamaní, integrante de Prefectura, y un soldado del Ejército.

“Nosotros supuestamente estábamos preparados para un ataque del ejército inglés”, cuenta Jorge, “pero las armas que teníamos no eran para defendernos, yo no tenía ni pistola. Después me dieron una ametralladora y hacíamos guardia con eso, pero gracias a Dios nunca pasó nada”.

Supuestamente estábamos preparados para un ataque

Una noche, desde el antiguo Club Náutico, arriba de Casa Vieja, donde supo estar el boliche Eterno Disco, el mar calmo permitía ver algo, en la oscuridad y los movimientos marítimos, similar a un submarino.

Jorge, al medio a la izquierda, junto a sus compañeros prefectos.

El ejército hacía guardia desde ese punto, tenían un radar y un cañón y estaban a punto de abrir fuego. “Llamaron a la Prefectura y alguien les dijo que era una de las mangueras de la playa de tanques”.

Se mostraba entonces la falta de comunicación reinante, además de la falta de conocimiento de la zona por parte de los soldados del ejército. Tampoco conocían a sus compañeros integrantes de la Prefectura.

Eso recuerda Jorge, cuando dos colegas suyos, Mamaní y Cocha, andaban buscando, en una lancha de YPF, el avión Pucará cuando se cayó, el ejército los vio y como no sabía quienes eran, les empezó a disparar.

Épocas frías en la Prefectura caletense durante la guerra.

“Como no había comunicación, Mamaní y Cocha pensaban que les tiraban para que se arrimen a la costa. Eso hicieron y cuando vieron que las balas pegaban más cerca pegaron la vuelta y se fueron”, cuenta. “Llegó el jefe de la Prefectura con otro hombre y le pidió al Ejército que cesen el fuego, que estaban buscando el avión caído. Para esto ya habían llegado dos helicópteros del Ejército, ellos no no conocían”.

Las costas caletenses esperaban los ataques ingleses en busca de los tanques de petróleo

Igualmente, sobre el final de la nota, replica que ellos esperaban el ataque de las fuerzas armadas inglesas, “que supuestamente querían bajar los tanques. Nosotros custodiábamos en la costa con incertidumbre plena, porque no sabíamos qué custodiábamos. Decían que iba a bajar algún bote, pero yo por lo menos no vi nunca nada”.

Corriendo

Jorge Soler se retiró de la Prefectura en 1987. Desde allí se convirtió en Marino Mercante, trabajo que hoy lo mantiene arriba de los barcos. Marita, su esposa, recuerda el temor de aquellas épocas.

“Nos daba miedo porque lo veíamos llegar en las camionetas de Prefectura, saltaba, entraba corriendo, comía rápido, corría al dormitorio a traer lo que le hacía falta, se cambiaba apurado, volvía a salir corriendo y saltaban a la camioneta otra vez. Así era todo el tiempo”, cerró el relato a La Opinión Zona Norte.

Leé más notas de La Opinión Zona Norte