La entrevista arrancó con un ritual casi corporativo de la casa: mate en mano, olor a ricino y un taller vibrando como un tiempo operativo. Y ahí, directo al hueso, Oscar Sanmartano tiró su primera métrica emocional: “Esto es horas culo: dale y dale. Si no metés horas acá, no pasa nada”.

Desde ese punto, la charla se convirtió en una línea de tiempo tan artesanal como la historia del propio karting en la provincia.

Los inicios: aprendí porque no había otra opción.

Oscar Sanmartano volvió a sus raíces con una claridad quirúrgica.
“Entré por Ivo (NdR: su hijo). Compré el motor, compré el chasis y un día le dije a mi viejo: ‘esto tiene que andar’. Y la pregunta fue: ‘¿y quién lo hace andar?’”.

La respuesta terminó siendo él mismo, pero no por vocación, sino por supervivencia financiera:
“Fui a ver a un preparador y me vine desahuciado. Si tenía que pagarle, no comíamos un año. Así que dije: ‘voy a aprender como sea’”.

Ese proceso marcó un antes y un después.
“Yo sabía leer, sabía estudiar, pero esto era otra cosa. Era romper y volver a armar. Era prueba y error, literal. Y con Ivo teníamos una regla: si rompíamos, no corríamos más. Con esa presión aprendés rápido”.

Recuerda esa etapa con una mezcla de esfuerzo y nostalgia:
“Ese año de aprender con Ivo fue de lo mejor que nos pasó. Sentíamos que cada carrera era un logro de los dos”.

Su infancia en las pistas: “el automovilismo me acompaña desde muy chico..”

Antes de ser preparador, antes de ser piloto, Oscar Sanmartano ya vivía el deporte desde el alambrado.
“Mi viejo me pasaba a buscar los domingos. Íbamos a La Ría, a la Armada, a cualquier lado donde hubiera autos. Era sagrado”.

La mística sigue intacta. “Esos domingos me marcaron. Yo entré al deporte por emoción, no por estrategia”, reconoce.

El presente: un karting desbordado

El análisis de la situación actual lo hace con la misma contundencia con la que arma un carburador:
“Hoy llegás al kartódromo y ves 60 kartings, casi 90 pilotos. Eso reconforta, te emociona… pero también te deja en evidencia que el lugar quedó chico”.

Es un cuello de botella operativo:
“La última carrera la tuvimos que suspender porque no había dónde armar carpas. No es un problema de ganas, es un problema de espacio”.

La solución, según él, está madura pero necesita ejecución:
“Hay que cerrar la parte que nos pega el viento, hacer un playón, levantar un paredón y asfaltar. Lo repito así porque es literal: hay que hacerlo ya”.

El semillero: la cifra que lo ilusiona

Para Sanmartano, el futuro del automovilismo se escribe en minúscula: en nenes.
“Hoy hay 16 chicos en la Luqstoff. De esos, cinco o seis pasan a la pista seguro. Ese semillero lo habíamos perdido, y eso era gravísimo”.

No es casualidad:
“Nos propusimos bajar costos. El chasis nacional ayudó muchísimo. El motor accesible también. Cuando hacés accesible el deporte, aparecen los chicos”.

El trabajo: yo hago todo, es mi forma de trabajar…!!

La estructura Sanmartano es un one-man show de alto rendimiento.
“Por fecha atiendo entre 15 y 20 kartings. No sé cómo funciona, pero funciona. Yo lo llevo”, bromea, con un humor que mezcla sinceridad y KPI de supervivencia.

No delega por convicción propia:
“Yo hago tapa, carburador, chasis pelado… hago todo. Así empecé y no lo pienso cambiar”.

Su filosofía es transparente:
“Acá no quiero fierros importados porque sí. Un chico con un motor solo puede andar más que otro con dos. No depende de la billetera, depende de cómo está hecho”.

Los cuatro tiempos: el experimento que ganó

Su rol en el desembarco de los cuatro tiempos también sale a la luz.
“Cuando trajimos los cuatro tiempos nos miraban como bichos raros. Sonaban feo, feo al lado de los dos tiempos. Pero le dimos para adelante igual”.

El resultado es visible:
“Arrancamos doce. Después fueron diecisiete. Hoy hay cuatro categorías de cajeros. Se consolidó”.

Y deja otra frase que pinta a toda una generación arriba del kart:
“La Master +40, que decían que no iba a andar, es un éxito porque los más de 40 aprendimos tarde. Es difícil correrle a los pibes”.

Un pendiente personal

Antes del cierre, Sanmartano confiesa algo que todavía le zumba en la cabeza:
“Me gustaría ir a un Argentino de Karting. Sacarnos las ganas. Y que Ivo mueva un poco los brazos, como antes”.

Y deja una conclusión que podría estar en cualquier manual de gestión deportiva, pero que él dice con corazón de fierro y manos de taller:
“Yo no busco beneficio personal. Si crece la categoría, ganamos todos”.

Un cierre impecable para otra jornada de “Mateando con Carlos”, con café de data dura, mate honesto y una tonelada de pasión fierrera.

 

EN ESTA NOTA Mateando con Carlos

Leé más notas de Carlos Zapico

Ver comentarios